Muy de acuerdo con Juan José Sobrado de que "la concepción educativa es el punto medular" que debe presidir y fundamentar cualquier transformación que pretendamos hacer al sistema educativo. No menos evidente es que la "educación" que se ha venido impulsando en las últimas décadas está influyendo grandemente en "la creciente ola de mediocridad que nos amenaza como nación y como pueblo".
Pero de lo que no estoy tan seguro es de que "para abolir la ignorancia sea necesario erradicar primero el pedagogismo". La lucha no debiera darse contra el pedagogismo, tan difícil de estampar, sino a favor de la "verdadera pedagogía". Tres aspectos quisiera traer a colación en relación con la pedagogía que habría que implementar en educación.
En primer lugar, establezcamos con toda claridad la diferencia entre enseñanza y educación. Si un sistema de enseñanza lograra abolir la ignorancia en las gentes de una nación, en modo alguno podríamos asegurar que las gentes de esa nación estén educadas, con todas las consecuencias positivas que algunos imaginan.
La corrupción a todos los niveles, la descomposición social, la violencia, el soborno, la corruptela política, el engaño a grande y pequeña escala, el tráfico de influencias y de drogas, la explotación y la injusticia, la ausencia de ética profesional, y la inmoralidad galopante no parecen ser fruto de la ignorancia, sino de la ausencia de una educación actualizada, humanizadora, axiológica, centrada en pleno desarrollo de las personas en la búsqueda de justicia y en la equidad social y consecuentemente en una ética integral basada en un cambio profundo de mentalidad y de valores. De acuerdo si erradicar la ignorancia equivale al acceso de todos los sectores sociales a una educación tal y como acabamos de puntualizar. De lo contrario, caeríamos en el viejo sofisma de la ilustración.
En segundo lugar, conviene tener presente la diferencia entre pedagogía y pedagogismo. Cuando con Daniel Prieto escribimos el libro de La mediación pedagógica y ante el desprestigio de la pedagogía actual, creímos conveniente reemplazar dicho concepto por otro que sirviera mejor a nuestros propósitos. Al final y conscientemente mantuvimos el término porque para nosotros "pedagogía es la promoción del aprendizaje a través de todos los recursos puestos en juego en el acto educativo".
Si nos hubiéramos referido a los recursos puestos en juego en el acto de enseñanza, posiblemente hubiéramos caído en el pedagogismo. La pedagogía se refiere directamente al acto educativo mientras que el pedagogismo, al centrarse en la enseñanza descontextualizada, la desvirtúa, rutiniza y burocratiza por medio de innecesarias prácticas --con frecuencia muy sutiles-- que embotan la capacidad de reflexión del docente convirtiéndole en un robot al servicio del Sistema. El docente cae ante formas altamente irracionales y abiertamente incoherentes, pero que las ve rigurosamente jerarquizadas irracionales. En virtud de sus propios mecanismos, el Sistema ha llegado a convencer a los maestros y maestras que la monstruosa burocracia de la escuela es algo inevitable y hasta necesario. Esto explica el conformismo, la docilidad y el "dejar hacer" que el Sistema necesita para seguir operando (striptease de la escuela).
Nos interesa recalcar, en tercer lugar, la diferencia entre enseñanza y aprendizaje. La enseñanza está directamente vinculada con los conocimientos, los contenidos programáticos, avanza linealmente, de fórmula en fórmula, de abstracción en abstracción, está volcada sobre el plan de estudio. El aprendizaje busca y fundamenta el acto educativo, avanza recurrentemente de experiencia en experiencia y está volcada en un ser inmerso en la maravillosa tarea de construirse y recrearse, de abrirse y apropiarse de la ciencia y del mundo (Medición Pedagógica).
A la enseñanza centrada en sí misma, aséptica, lineal y sin relación estrecha y directa y motivante con el sujeto que aprende, la llamamos pedagogismo.
Al aprendizaje centrado en la comprensión y expresión de los conocimientos; en la localización, procesamiento y utilización de la información; en buscar causas y prever consecuencias; en imaginar e inventar; en evaluar situaciones y tomar decisiones; en apropiarse de la propia historia y de la cultura; en sentir, apasionarse, entusiasmarse y amar; a eso lo llamamos pedagogía. Más aún, el pedagogismo ha agrandado el problema a recluir el proceso de enseñanza a un tiempo y lugar: se enseña en el recinto de la escuela y se enseña durante muy pocas horas, y con mucha frecuencia, se enseña poco y mal.
Al equiparar enseñanza con aprendizaje, el problema adquiere características peligrosas. Lo poco que el maestro o maestra enseña no necesariamente coincide con lo que el estudiante realmente aprende, porque el aprendizaje, a diferencia de la enseñanza, se lleva a cabo no solo en la escuela, sino en todas partes y durante las veinticuatro horas del día: se aprende en el hogar y en la calle; se aprende en la tele, el cine, las revistas y los periódicos; se aprende en el autobús, en el juego y en los viajes.
El sujeto aprende siempre que esté en actitud de aprendizaje, que esté en búsqueda, en acecho; siempre que esté abierto y receptivo a tanta información actualizada e importante de una sociedad fuertemente informatizada. Tal vez lo que el pedagogismo ha puesto de manifiesto y está confirmando plenamente es aquella profecía de McLuhan cuando aseguró que "llegará un día --tal vez ya lo estamos viviendo-- en que los niños aprenderán mucho más y mucho más rápidamente poniéndose en contacto con el mundo que los rodea, que encerrándose en el recinto de la escuela"