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Hay 27 candidatos a la presidencia de la República. (Shutterstock)
El aspirante convoca a varios amigos, se sientan frente a una mesa, el fotógrafo hace lo suyo y, de inmediato, se anuncia «urbi et orbi» el surgimiento de una agrupación política que habrá de acabar con los problemas del país. La escena se repite en diversas naciones de América Latina.
También, a esas organizaciones emergentes o de garaje se les conoce como partidos golondrina, debido a su efímera presencia, o partidos crepusculares, porque surgen para disiparse casi que de inmediato.
En Costa Rica, lo han simplificado más. El aspirante se ve en el espejo, se palpa y no se siente, percibe que los próceres de la patria le susurran al oído, y asegura luego estar destinado a ser un excelso gobernante. De modo que lo decide al instante y grita: «Abran campo que aquí voy yo».
¿Qué razones sustentan a quienes de la noche a la mañana se presentan como los que están dispuestos a inmolarse por la patria, ya sean de agrupaciones recientes o de existencia más antigua? Un versículo de la Biblia que interpretan que está dirigido a su persona, un antepasado que dio aportes al país, considerarse el único honrado, tener las respuestas para resolver todos los problemas, atender peticiones de amigos y conocidos que los animan a lanzarse a la arena política, considerarse el más demócrata, estar bien ubicado y bien informado, haberse levantado de la nada y saberse hoy un profesional competente, haber vivido en el extranjero y conocer realidades de otras latitudes, apartarse del partido al que perteneció por haber perdido la brújula, proceder de una familia piso de tierra, creerse popular e insobornable...
En fin, los motivos y justificaciones sobran y eso para ser bien pensados y no calificarlos, como en las redes sociales, de mezquinos o de ir tras un bocado de la deuda política.
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Cabe señalar que es común en nuestro medio encontrarse con personas que se consideran superdotadas, algo que viene de antaño. Omar Dengo escribió hace un siglo sobre lo que llamó «criadero de genios», pues había quienes presumían que hasta con niños precoces Costa Rica estaba contribuyendo «a la gloria del mundo».
Todos se sienten capaces de salvar a la patria, aunque sus problemas sean múltiples y mayúsculos, como, por ejemplo, el tener que afrontar en el año 2023 el pago de $4.000 millones por deudas («La Nación», 30/11/2020). Solo este dato es suficiente para que estén desvelados todos los pretendientes de la presidencia, ya sean de grupos de mesa y fotografía o de más larga data.
En cuanto a la «partiditis», hay que ver su herencia. En las elecciones de medio período de 1934 se inscribieron 191 partidos políticos, informó el «Diario de Costa Rica» el 12 de enero de ese año. En ese entonces ni las mujeres ni los negros tenían derecho a votar, y en el país había alrededor de 500.000 habitantes. Hoy somos 10 veces más, y se apuntaron 27 aspirantes, cifra que da para formar cinco equipos de baloncesto o dos de fútbol.
En numerología, el 27 simboliza, entre otras cosas, tolerancia, buen corazón, inteligencia y trabajar en equipo para mejorar la humanidad.
Seamos optimistas, esperemos que después de los comicios el ganador y los 26 perdedores laboren coordinados, con buena voluntad y patriotismo, para sacar a Costa Rica del atascadero en que se encuentra.
El autor es periodista.