
El Banco Central puede fomentar el ahorro al recibir digitalmente fondos de pequeños ahorrantes y compensarlo con decentes rendimientos.
A la mayoría de los jerarcas de los bancos centrales del mundo no les gusta hacer olas, y con razón. Sus mandatos enfatizan la estabilidad, el crecimiento económico y un bajo desempleo. A los más sabios, los caracteriza la prudencia y mesura. Sin embargo, de vez en cuando (casi siempre impulsados por los políticos) reaccionan en contra de su idiosincrasia y temperamento.
Bretton Woods
Lo anterior ocurrió hace 50 años, el 15 de agosto de 1971. Richard Nixon convocó en Camp David, tres días antes, a sus ministros (Paul Volcker, entre otros) para discutir, en una encerrona, cambios radicales en la política económica.
Ese día EE. UU., unilateralmente, modificó el acuerdo de Bretton Woods. Se inició, así, el fin del sistema que mantuvo durante por lo menos un cuarto de siglo el dólar respaldado por oro a $35 la onza, y permitió a los aliados restaurar sus economías y a sus exportaciones, florecer.
Cinco años más tarde, con los acuerdos de Jamaica, murió definitivamente este modelo monetario y fue reemplazado por uno con tipos de cambio variables; a la postre, una magnífica transformación que promueve la estabilidad y el comercio internacionales.
Afortunadamente, en Costa Rica, desde hace 35 años, aproximadamente, hemos contado con banqueros centrales prudentes y conservadores, quienes nos han brindado relativa estabilidad cambiaria desde 1984 y, aunque durante menos plazo, precios menos volátiles.
En términos muy simplistas, pasamos de tipos de cambio fijo y minidevaluaciones al actual sistema de fluctuación entre bandas. Enhorabuena contábamos con este flexible sistema cambiario cuando apareció la pandemia y el país tenía suficientes reservas.
Visionario desarrollo
Aunque la política monetaria en las últimas décadas respondió a prácticas conservadoras, en el Banco Central (BCCR) no ha faltado innovación. Acertados cambios en los procesos y visionarios desarrollos tecnológicos han permitido a los costarricenses disfrutar de relativa estabilidad en un entorno convulso. La unificación cambiaria en los 80 complementó las minidevaluaciones y niveló bastante la cancha entre exportadores e importadores.
En vista de la inminente insuficiencia patrimonial de los bancos del Estado, las autoridades cerraron la «ventanilla de captación» de fondos del público, con lo cual (mera especulación propia) los capitalizaron «de a callado».
Contra vientos y mareas de bancos públicos y privados, el BCCR desarrolló el Sinpe, en 1997, y lo complementó con la firma digital, entre muchas más transformaciones a nuestro sistema bancario.
Pocos nos acordamos cuando íbamos a los bajos de Monumental a comprar dólares. Hoy, gracias al Sinpe, la firma digital, el Central Directo y el Monex convertimos colones en dólares, o viceversa, en segundos, al tipo de cambio del mercado.
Inequidad
El aumento en la bancarización, gracias a Sinpe Móvil, es uno de los pocos consuelos de la pandemia; cada día más gente paga electrónicamente sin el riesgo del efectivo ni los absurdos costos del plástico.
Pese al mencionado desarrollo bancario y a la sofisticada tecnología que lo sustenta, muchos costarricenses aún padecen una odiosa inequidad financiera. Quien tiene más dinero recibe rendimientos por sus ahorros desproporcionadamente mayores que quienes tienen menos: una cruel realidad para los que más bien merecen empatía.
Aunque a un costo marginal de administración de fondos digitales nulo, ¢10.000 generan un porcentaje en intereses mucho menor que ¢1.000.000; sin sentido y realmente injusto. Para fomentar el ahorro y, de paso, compensar decentemente a quienes les cuesta más prescindir de cualquier gasto, insto al BCCR a crear un sistema de ahorros solo para personas físicas con pocos recursos.
Los bancos comerciales desprecian a esos pequeños ahorrantes. Apalancando el Sinpe Móvil, el BCCR es capaz de ofrecer cuentas digitales, exclusivamente para personas físicas, con un grado de liquidez y un rendimiento adecuados para esos clientes.
A diferencia de las cuentas en los bancos comerciales, que exigen un «mínimo», las cuentas digitales tendrían un «máximo», más allá del cual se vuelven clientes atractivos para los primeros. Perfectamente, el BCCR podría «pulverizar» bonos del Gobierno y ofrecer un rendimiento atractivo y justo.
En mayo pasado, Rodrigo Cubero resaltó la ventaja competitiva nacional —gracias a las plataformas digitales como Sinpe Móvil— frente a las volátiles criptomonedas: «En Costa Rica ya tenemos un colón digital», afirmó. «Lo que tenemos que hacer es fortalecer la confianza del costarricense en el colón como dinero», agregó.
Don Rodrigo, con esa ventaja, que afortunadamente usted y sus ilustres antecesores colegas construyeron, es posible minimizar esa odiosa desigualdad. Hagámoslo.
El autor es productor lechero.
Nota del autor: a los aficionados y profesionales, les recomiendo el reciente libro «Three Days at Camp David» de Jeffrey E. Garten.