
Vivimos en un mundo frágil, ansioso, no lineal e incierto, donde los cambios son una constante. La ansiedad política es un nuevo trastorno que parece ingresar al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Es una fuente de estrés crónico que tiene un impacto en el bienestar emocional y la cohesión social.
Gladys Mondière, presidenta de la Federación Francesa de Psicólogos, lo ve ya presente en pacientes que experimentan un miedo relacionado con la gobernanza del país, el futuro político y la evolución de la opinión pública. Se manifiesta en trastornos del sueño, consulta compulsiva de noticias y redes sociales, episodios de depresión o conflictividad y tensión en las relaciones sociales.
Estas personas tienden a anticipar de forma negativa los acontecimientos, lo que les genera sentimientos de frustración, impotencia y bloqueo.
Investigaciones con enfoques distintos coinciden en que la política tiene efectos perjudiciales en la salud física y mental. Lo ilustra muy bien la profesora Brett Ford, de la Universidad de Toronto. Sostiene que la política es un estresante polifacético y complejo. Puede desencadenar ira, inquietud, desesperanza, tristeza, frustración o indignación.
Asimismo, las decisiones políticas pueden tener implicaciones y consecuencias en la vida de las personas. Pensemos en el empleo, la vivienda o la atención sanitaria. Ford menciona que vivimos un ambiente informativo ansiógeno, no solo por la sucesión de hechos conflictivos como las guerras en Ucrania y Gaza, sino por la forma en que llegan al conocimiento de la gente.
En la encuesta “Estrés en Estados Unidos”, de la Asociación Psicológica Americana (APA) de 2024, el 77% de los adultos estadounidenses afirmó que el futuro de su nación era una fuente importante de estrés en sus vidas. El 41% de los adultos dijo haber considerado mudarse al extranjero y el 39% valoró cambiarse de estado.
Los comicios presidenciales y legislativos generan altos niveles de ansiedad. En muchos, es grande la tentación de alejarse de la política y dejar de informarse para reducir la ansiedad.
Estrategias eficaces para afrontar esta ansiedad incluyen regular la exposición a la información política y fomentar conexiones sociales positivas para mitigar los efectos adversos del estrés político.
Los terapeutas recomiendan a sus pacientes con ansiedad una “dieta informativa”: no solo limitar el tiempo que dedican a las noticias, sino corregir la actitud con la que se informan.
La polarización, tan marcada en Costa Rica en estos tiempos, es otro factor que incide en la ansiedad política. Mas lo cierto es que la distancia entre los extremos es creciente y dificulta los acuerdos.
Vemos dos tipos de polarización: la ideológica y la afectiva y expertos afirman que la peor no es la que lleva a la gente a discutir, sino la que la lleva a rechazar a los que no piensan igual y a apartarse de ellos. Esa es la llamada “polarización afectiva”, que es la más peligrosa.
La creciente distancia emocional por motivos políticos entre grupos ideológicos tiene repercusiones sociales. La conexión social marca la diferencia. En comunidades polarizadas, se ha descubierto que los vínculos de unión, o nexos entre personas similares, se asociaban con una mejor salud física y mental. Las personas políticamente aisladas se asocian con una peor salud general.
Estamos llenándonos de miedos en vez de ilusiones de cara al futuro, y parte del problema es que nuestra sociedad está perdiendo pluralidad, multiculturalidad y libertad.
En tiempos en que escasea la cordura y abunda insensatez en las formas y en el fondo, necesitamos recuperar la educación cívica y promover comportamientos positivos y actitudes de cooperación.
La familia, el sistema educativo y las comunidades pueden ser grandes catalizadores para lidiar con la ansiedad política.
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Helena Fonseca Ospina es administradora de negocios.
