En el mundo global, donde los resultados de las pruebas PISA (pruebas internacionales que evalúan el nivel de preparación de los adolescentes de los países de la OCDE) nos preocupan, porque nuestro rendimiento nos ubica muy por debajo de Chile y casi en el mismo nivel de México, tuve hace unos días la sorpresa de descubrir la existencia en el país de una asociación genuinamente preocupada por la calidad educativa.
Un artículo periodístico anunciaba la premiación a los niños ganadores, el 15 de marzo, de un concurso de cuentos denominado Mi Cuento Fantástico, promovido por la Asociación de Amigos del Aprendizaje (ADA).
Busqué a su directora para solicitarle información sobre la asociación y de ella recibí una invitación al acto público, que gustosamente atendí.
El concurso fue organizado por ADA y auspiciado por algunas empresas privadas comprometidas, y se llevó a cabo entre los niños de primaria de las escuelas públicas de Costa Rica.
El jurado, gente amante de la cultura y el aprendizaje, tuvo el gusto y paciencia de leer miles de cuentos escritos por los niños. Los directores regionales tuvieron la energía de inspirar en sus directores el entusiasmo por la idea y estos, a su vez, motivaron a los maestros a promover en los niños el deseo de escribir.
Una luz. ADA, sin duda, se movió como una antorcha de energía e ilusión que brilló durante todo el año y culminó su gestión con el acto de premiación que resultó muy lucido: se reconoció a los niños ganadores y a quienes obtuvieron mención honorífica; también a sus maestros, a los bibliotecólogos, a los directores de escuela, a los directores regionales y a los padres de esos niños. Todos se mostraron encantados con la experiencia.
Es preciso reflexionar sobre la importancia del acto. Escribir implica conocer el significado de las palabras y suponer que nuestros lectores también lo conocen; así, expresamos nuestras ideas, que de otra manera quedarían presas en nuestra mente solitaria. . .
Leer es compartir el universo de la personas que escriben y, al mismo tiempo, recrearlo con uno semejante –solo semejante– porque el significado de las palabras se aprende en contextos distintos y siempre se comprende en el contexto personal de nuestras experiencias.
Qué historias, sentimientos, fantasías y aventuras comunican las palabras. Qué mundos recreamos y creamos cuando leemos un libro. Qué estupendo es leer.
Reconocimiento. ADA merece nuestro reconocimiento por su creatividad. El concurso realmente sirvió al propósito explícito de la asociación: “Encender la chispa que cada uno de nosotros lleva dentro”. Pero también logró su propósito implícito: mejorar la comprensión de lectura, estimular la comunicación entre maestros y niños y, sin duda alguna, colaborar a mejorar el rendimiento nacional en las pruebas PISA, rendimiento que está en relación directa con la calidad de vida que tendrán nuestros niños.
La autora es filósofa.