Efectivamente, don Jorge Guardia (LaNación, 13/02/13) y este servidor público hacemos una lectura diferente del informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS): Biotecnología moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano: estudio basado en evidencias (2005).
Su afirmación de que este informe es mi “biblia” no es de recibo pues la ciencia no es una religión donde se acepten dogmas. Hice referencia a este documento por ser, ahora sí, “la biblia” de los promotores de los transgénicos. Estos, al igual que don Jorge, se aferran de las citas del informe que hacen alusión al potencial y las “buenas intenciones” que podría tener la utilización de la ingeniería genética. Y los comprendo, pues ¿quién no querría que fueran realidad las bellezas y promesas –incumplidas– que se mencionan sobre estos cultivos y alimentos artificiales?
Lamentablemente, los hechos demuestran que estas no se concretan en la realidad de manera sostenible, y que, por el contrario, están dejando secuelas negativas irreversibles de diverso orden, tanto en lo ambiental (mayor uso de plaguicidas), como en lo social (desplazamiento de pequeños agricultores) y lo económico (pérdidas y dependencia para los agricultores), comprometiendo la seguridad y soberanía alimentarias, como lo demuestran, entre otros, los informes anuales Who benefits from gm crops? (2006-2011).
El análisis de don Jorge omite considerar que el informe de la OMS reconoce expresamente que: “(...) los organismos genéticamente modificados (OGM) también pueden acarrear potenciales riesgos directos para la salud y el desarrollo humano. Muchos de los genes y rasgos usados en los OGM agrícolas, aunque no todos, son novedosos y no se conocen antecedentes de uso alimentario inocuo”; “(...) no pueden generalizarse evidencias concluyentes sobre las ventajas ambientales ni sobre costos a partir del uso de cultivos GM”; así como que: “En la actualidad, las diversas promesas de la biotecnología moderna que podrían tener un impacto sobre la seguridad alimentaria, todavía no se han realizado en la mayoría de los países en desarrollo”.
La ciencia se basa en evidencias concretas corroborables, y de ahí las anotaciones precitadas, entre otras, que se hacen acertadamente en este informe.
Se demuestra así por qué las citas mencionadas por don Jorge no pasan de ser buenas intenciones, que no pueden sostenerse a la luz de las evidencias de las mismas limitaciones reconocidas en este documento de la OMS.
Adicionalmente, existen numerosos artículos científicos independientes que evidencian los riesgos para la salud del consumo de este tipo de comida artificial, los cuales pongo a disposición de las personas interesadas en aumentar seriamente sus conocimientos en este tema, escribiéndome a mi dirección electrónica.
Tratándose de la salud y el ambiente, el Principio Precautorio me hace inclinarme por la moratoria, la cual no es sinónimo de prohibición “oscurantista”, como parece entenderlo don Jorge.
Las investigaciones en este campo solo deben darse en condiciones totalmente confinadas, pero no de liberación al ambiente, dado que, como es sabido, ninguna regulación ha podido demostrar que los organismos vivos puedan controlarse una vez que se han liberado al ambiente, como se demuestra con ejemplos concretos en el artículo “La contaminación silenciosa” ( Biocenosis , 23/01/2010).
Mi perspectiva, como persona ligada a las ciencias naturales, está apegada a los hechos, y no a posiciones emocionales y mucho menos de buenas intenciones, de las cuales, como bien dice el refrán popular, “está empedrado el camino al infierno”.
En un tema como este hay que traer a colación las sabias palabras del Dr. Clodomiro Picado T., quien decía que “A las tablas de La Ley les falta el onceavo mandamiento: desconfiar de sí mismo y del prójimo”, “Sentir la obligación (...) de investigar en condiciones que no sean de interés o egoísmo. No desconfianza que se convierta en inercia, sino desconfianza que impulse a la búsqueda [de la verdad]”.