En tiempos de incertidumbre, la precaución es una virtud. Esa fue la enseñanza para los tres cerditos cuando el lobo feroz sopló y sopló en sus casas. Mientras el primer cerdito construyó su casa con paja, el segundo la hizo de madera. Estos cerditos confiaron en que el sol brillaría siempre, creyeron que nunca correrían peligro, creyeron que prepararse para malos tiempos no valía la pena.
El tercer cerdito, quien tomó su tiempo para construir su casa con ladrillos y bases sólidas, fue el único que resistió a los embates del lobo feroz. Esta fábula infantil es una fiel alegoría a la política fiscal costarricense. Mientras existe un grupo de actores que cree innecesario protegerse ante lo inesperado, otros creemos en la importancia de generar una defensa ante lo desconocido.
La reciente solicitud de Costa Rica para acceder a la Línea de Crédito Flexible (LCF) del Fondo Monetario Internacional ha generado dudas y cuestionamientos. Algunos se preguntan si se requiere una línea contingente cuando el país no enfrenta problemas. Esta forma de pensar es igual a la mentalidad de los cerditos que construyeron su casa con paja y madera; es desconocer el carácter esencialmente precautorio del instrumento, el cual está diseñado para tiempos como los actuales: donde la incertidumbre internacional es alta y los riesgos financieros se esconden en el horizonte.
La Línea de Crédito Flexible no es un crédito convencional. Es un instrumento financiero reservado exclusivamente para países con fundamentos macroeconómicos sólidos, instituciones creíbles y políticas fiscales y monetarias responsables. Esta línea de crédito no se le otorga a cualquiera. Esta línea de contingencia es un voto de confianza, es un sello de calidad del Fondo Monetario Internacional (FMI) al manejo macroeconómico de un país. Para el caso costarricense, esta solicitud fue posible gracias a la disciplina fiscal que ha demostrado la administración Chaves Robles.
En cualquier momento, un lobo puede venir a soplar las puertas de Costa Rica. La guerra comercial, la desaceleración económica global y la volatilidad financiera pueden materializarse en choques inesperados: caída en el nivel de exportaciones, un menor flujo de inversión extranjera directa o tensiones en los mercados de capital. La LCF no impone condicionalidades futuras, precisamente porque reconoce la trayectoria responsable del país solicitante, pero actúa como un escudo en caso de emergencia, lo que ayuda a evitar tomar decisiones apuradas e improvisadas en medio de una tempestad.
La LCF, además de un colchón de liquidez, es una poderosa señal de confianza. El respaldo explícito del Fondo Monetario Internacional mejorará el perfil de riesgo costarricense y reducirá la incertidumbre sobre su capacidad de reacción a choques externos. Así, la LCF se convierte en un complemento a la estrategia de financiamiento de mediano plazo, cuando otras fuentes, como las colocaciones de deuda externa en mercados internacionales, enfrentan barreras políticas internas.
En lugar de erosionar la autonomía de Costa Rica, la LCF la fortalece. Esta herramienta le permite al país contar con más y mejores fuentes de financiamiento, sin comprometer la estabilidad del tipo de cambio. Está cuidadosamente regulada y supervisada; su activación solo sucederá en caso de materializarse una serie de eventos extraordinarios. Hacienda hará uso de este instrumento solo en caso de extrema necesidad, cuando un riesgo fiscal se materialice y la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas, así lo requiera.
El tercer cerdito no construyó su casa con ladrillos porque el lobo ya estuviera en la puerta; lo hizo porque sabía que en algún momento vendría. Con la LCF, Costa Rica ha decidido estar listo con antelación. Esta línea de crédito no es un gasto, es un seguro que, por su sola existencia, ya mejora la resiliencia del país.
La LCF es una contingencia, no un financiamiento inmediato ni un préstamo para pagar gasto corriente. Su uso está reservado para casos de extraordinaria necesidad. Pero su sola presencia fortalece la posición financiera costarricense ante el mundo, mejora la percepción de riesgo, ratificando que Costa Rica pertenece a un pequeño grupo de países que hacen las cosas bien.
En un mundo donde el viento sopla fuerte, una casa de ladrillos no es un lujo, es una decisión responsable; es pensar a largo plazo.
Nogui Acosta Jaén es ministro de Hacienda.
