Recientemente, vi por accidente un programa sobre las propiedades que, según dicen algunos místicos, poseen ciertos minerales sobre el cuerpo humano y su entorno.
Se dice usualmente en las tiendas que venden minerales y otros sahumerios usados en quiromancia y artes ocultas que, por ejemplo, el jade “absorbe las energías positivas del universo”.
No sé si con esto debemos entender que el jade –mineral cuya composición química genérica es, como la de otras decenas de minerales, la de un aluminio silicato de sodio con estructura cristalina monoclínica– tiene la propiedad de absorber no sé de qué forma la energía, que se mide en unidades llamadas julios (Joules).
La pregunta sería: ¿en qué utiliza o dónde y cómo almacena o absorbe el jade semejante capacidad? Dentro del decir esotérico sobre los minerales, se afirma también que el cuarzo amplifica y potencia las chacras, que la fluorita es el mejor sustituto de la viagra para potenciar la energía sexual, y que poseer turmalina lo hará ganar la lotería. ¿Habrase visto semejantes sinsentidos?
Los minerales son como bloques de esos con los que juegan los niños. Hay de todos los colores, formas y mecanismos para entrelazarse entre ellos. Así, como con los tuquitos de madera o plástico se puede hacer y construir desde un iglú o un puente hasta una catedral, con los minerales –en diferentes combinaciones– la naturaleza construye diferentes tipos de rocas que en nada se parecen entre ellas. El granito y la riolita, rocas formadas con las mismas químicas minerales, no se parecen en nada, ni en su textura ni en su distribución mineralógica, ni en su forma de origen.
La ciencia nos dice experimentalmente que ciertos minerales poseen ciertas propiedades, tales como ser “piezoeléctricos” (generan electricidad si son sometidos presión), o que son mejores conductores de la electricidad o el calor que otros, o que reflejan la luz en formas diferentes, o que tienen diferentes propiedades ópticas.
Pero no se ha probado científicamente, experimental ni documentalmente, que ningún mineral afecte, potencie, favorezca o limite en forma alguna el comportamiento humano, o la suerte, o la capacidad de amar, o la posibilidad de ganar la lotería.
Sin afán de molestar a quienes creen en estas cosas, lo cierto del caso es que asignar poderes místicos –y mucho menos las mal llamadas “energías”– a los minerales es una falacia.
No es cierto que determinados minerales tengan una capacidad autónoma o autoinducida para “realizar un trabajo” (o movimiento con desplazamiento). Si así fuera, el dueño de la tienda donde se ofrecen estos productos sería superdotado, o afortunado siempre, o un amante extraordinario. ¿O no? ¿O será que como él solamente vende los minerales, no absorbe sus poderes, aunque pase largos ratos junto a estos en su negocio, y que ese poder solo se transmite a quien compra el mineral?
La ciencia resulta más asombrosa que la fantasía. Esta nos ha llevado a identificar que hay minerales superconductores, o superdieléctricos, que se utilizan en microelectrónica, minerales naturalmente radiactivos –pero que no les aconsejo comprar ni guardar en la gaveta de la mesa de noche– o minerales con propiedades cementantes, minerales combustibles; en fin, minerales que, juntos o en combinación con otros, han contribuido a hacer del mundo lo que es, para bien y para mal.
Que cada quien crea en lo que quiera, pero en este y otros muchos casos, la falsa ciencia, el esoterismo y la cienciología, no hacen más que potenciar la ignorancia de la gente con el único propósito de obtener ganancias a expensas de esta.
rprotti@geotestcr.com
Roberto Protti Quesada es geólogo.
