
Los resultados del reciente estudio de “Habilidades de comprensión lectora de estudiantes de primer ingreso”, elaborado por Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y la Adolescencia (Ineina-UNA), señalan una realidad que duele.
La mayoría se encuentra en niveles “básico” o “deficiente”, y eso significa que no comprenden con suficiencia los textos que deben leer para avanzar en sus carreras. Esto es una herida abierta en el alma del sistema educativo costarricense que detectado desde hace varios años, cuando, a nivel de universidad, iniciamos con programas de nivelación en varias áreas claves.
Como académica con más de 35 años de carrera, no puedo leer estos datos sin sentir un nudo en la garganta. Como rectora universitaria, no puedo ignorarlos.
Estamos hablando de jóvenes que lograron culminar la secundaria, superar un proceso de admisión y sentarse, llenos de ilusión, en su primer curso universitario. Pero también estamos hablando de que solo el 14% de ellos, en el mejor de los casos, logra entender satisfactoriamente los textos que se le asignan. Tristemente, en muchas de las sedes regionales, ese porcentaje se reduce a un dramático 6%. ¿Cómo pueden aprender si no comprenden lo que leen?
Por supuesto que, frente a la gravedad de estos datos, no deberíamos caer en el error de culpar al estudiante. Es el resultado de una cadena de rezagos acumulados que la educación viene experimentando desde hace muchos años, donde, además, existen brechas estructurales que se han ido acentuando, de un sistema que ha ido dejando atrás –a veces sin querer, a veces sin mirar– a miles de niños y niñas que hoy son jóvenes universitarios.
Y es que leer, entender e interpretar son herramientas de equidad. Son la base para que cada estudiante, sin importar de qué zona venga, de qué colegio egresó o cuál sea el nivel educativo de sus padres, pueda construir un futuro con sentido y propósito.
Ya en las universidades nos hemos dado cuenta de esto y algunas hemos establecido programas de nivelación en ciencias básicas y en comprensión de lectura para procurar que los estudiantes de primer ingreso puedan avanzar en su formación y, sobre todo, reduzcamos el riesgo de deserción por esa razón. Ante este panorama, como centros de estudio superior, debemos convertirnos en puentes entre la secundaria y la universidad, entre la lectura y el pensamiento, entre el aula y la vida.
Nos corresponde acompañarlos activamente en su transición académica, dándoles las herramientas, el acompañamiento pedagógico y el apoyo emocional necesarios para cerrar brechas formativas previas y garantizar que todos tengan condiciones reales para aprender, permanecer y desarrollarse con éxito en la vida universitaria
Sin embargo, como país debemos hacer una reflexión profunda y transformar nuestra forma de enseñar. No se trata únicamente de “nivelar” a los estudiantes, sino de humanizar la educación y fortalecerla con una pedagogía sensible, inclusiva y consciente de las realidades que viven nuestros jóvenes en todo el país, especialmente en zonas rurales. Apelo a la metodología de enseñanza STEM, donde el estudiante aprende haciendo. En otras palabras, se promueve el aprendizaje activo, la resolución de problemas reales, el pensamiento crítico y la innovación.
El estudio sugiere aplicar el concepto de la Zona de Desarrollo Próximo de Vygotsky, es decir, llevar a nuestros estudiantes un paso más allá de lo que hoy son capaces de hacer por sí solos. Y sí, eso implica ajustar los textos, contextualizar los contenidos, repensar la didáctica. Implica también formar a nuestros docentes en estrategias de acompañamiento lector, y fortalecer la autoestima académica del estudiantado, para que no sientan vergüenza de sus vacíos, sino más bien se envalentonen con su proceso.
A quienes han hecho posible este diagnóstico, mi más sincero agradecimiento y felicitación. La evidencia no solo nos señala el problema, también nos da pistas para la acción. Y a quienes compartimos la vocación de educar nos corresponde ahora transformar la indignación en propuesta, y la propuesta en política institucional y nacional.
Porque, al final del día, leer bien no es solo entender un texto. Es entender el mundo, ese donde todos deben tener cabida, sin ningún tipo de discriminación.
Emilia Gazel es rectora de la Universidad Fidélitas.