
Marian Rojas Estapé es una psiquiatra española de 42 años que ha abierto nuevos caminos en su campo profesional. Cuando se graduó de Medicina en la Universidad de Navarra, en 2007, predominaba la idea de que lo biológico era una herencia inmutable sobre la cual poco podía influirse. La neurociencia apenas comenzaba a desarrollarse y los estudios que relacionaban lo social con lo neurobiológico eran prácticamente inexistentes.
Por entonces ya se conocían los telómeros, regiones del ADN cuya longitud se utiliza como biomarcador molecular del envejecimiento: cuanto más cortos son, mayor es la “edad biológica” de la persona, independientemente de su edad cronológica. Aunque esta longitud se asocia al envejecimiento, también se ve afectada por factores como el estrés, las enfermedades crónicas y los hábitos de vida (alimentación, sueño, actividad física).
Fue precisamente este hallazgo el que llamó la atención de la joven psiquiatra durante su trabajo con adolescentes en situación de prostitución en Camboya. Observó que sus telómeros correspondían a los de una persona de 80 años, pero al ser rescatadas de ese entorno, estos volvían a adaptarse a su edad real. Desde entonces, su práctica profesional se ha caracterizado por una visión humanista y un profundo interés en la conexión entre mente, cuerpo y emociones, con un claro compromiso ético y social.
Hoy, Marian Rojas Estapé es reconocida como una de las psiquiatras y divulgadoras más influyentes del ámbito hispanohablante en salud mental y gestión emocional.
Como sociólogo de la organización, me interesó especialmente su experiencia en Camboya. Yo había presenciado transformaciones profundas en comunidades de obreros agrícolas y campesinos sin tierra organizadas en cooperativas, tanto en Costa Rica como en Honduras, México y Sudáfrica –experiencias destacadas en el libro Un futuro para los excluidos–. Hasta entonces, atribuía esos cambios al poder transformador de la “actividad objetivada”, capaz de modificar la visión individual desde la práctica colectiva. No imaginaba que pudieran producirse también transformaciones a nivel biológico, en elementos del ADN. Por ello, escribí a la doctora Rojas Estapé para solicitarle una copia de su investigación en Camboya.
Me respondió con amabilidad: “Estimado Miguel Ángel: fue una experiencia puramente de voluntariado. No realicé ninguna investigación, me dediqué a ayudar en todo lo que podía. A mi regreso, muchas de las cosas que viví me motivaron a investigar y divulgar. He impartido sesiones en muchos lugares sobre estos temas, y en mis libros incluyo algunas anécdotas. Un abrazo, Dra. Marian Rojas-Estapé”.
Le agradecí su respuesta e invité a explorar las experiencias transformadoras del programa de Capacitación Masiva impulsado por el sociólogo brasileño Clodomir Santos de Morais, aplicado en varios continentes. Este enfoque ha demostrado que es posible transformar las relaciones sociales de dominación en configuraciones más liberadoras. Sin embargo, entiendo que la doctora, abocada a una enorme demanda profesional derivada de su presencia en redes, haya preferido concentrarse en su valiosa y fructífera labor actual.
Dadas las crecientes necesidades de salud mental en nuestras sociedades, el trabajo de los psiquiatras es indispensable, especialmente frente a patologías individuales. No obstante, su número resulta insuficiente para atender las problemáticas derivadas de relaciones estructurales de dominación –étnicas y de clase– que generan exclusión y sentimientos de fracaso colectivo. Estas condiciones exigen procesos sociales de organización y reivindicación, como lo han mostrado estudios sobre la autopercepción étnica negativa en niños afrodescendientes e indígenas de Estados Unidos y México.
En este sentido, el componente social es crucial y su efecto sobre los sectores más vulnerables ha sido respaldado por los avances de la neurociencia contemporánea.
Saludo con entusiasmo la visita a Costa Rica de la doctora Marian Rojas Estapé. Sus aportes serán valiosos para promover un enfoque integral de la psiquiatría en nuestro país. Pero también es ocasión para recordar la importancia del trabajo multidisciplinario en el campo social, como lo demuestran experiencias exitosas en la región –entre ellas Hondupalma y Coopesilencio–, donde la organización y la participación colectiva han transformado la vida de miles de excluidos.
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Miguel Sobrado es sociólogo.