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Las Canarias son un grupo de islas oceánicas formadas por erupciones volcánicas. (SUNSETS SWEDEN/AFP)
El domingo 19 de setiembre, al sur de la isla La Palma, en Canarias, España, se produjo el extraordinario nacimiento de un volcán. Mi amigo canario Ramón Alemán, a quien conocí en esa islas hace dos años, me comentó que hay una polémica tremenda al respecto.
«Los canarios somos muy susceptibles. Cuando alguien habla del “maravilloso espectáculo de la naturaleza”, se le echan encima y lo mandan a callar. ¿Cómo se puede hablar de espectáculo en vista del drama que está viviendo la isla? No entienden que ambos hechos son compatibles».
¿Por qué? Trataré de explicarlo. Las Canarias son un grupo de islas oceánicas formadas por erupciones volcánicas, tras un proceso que empezó hace unos 20 millones de años. Ahí, es común el vulcanismo monogenético. El volcán nace por la erupción y, al terminar el evento, «muere». En la isla de La Palma, han ocurrido erupciones históricas, como la de San Juan, en 1949.
Dos semanas antes, el magma, rico en gases y cristales, comenzó a moverse como una serpiente desde la profundidad y llegó a la superficie el domingo 19 de setiembre. No tomó por sorpresa a los científicos españoles. Gracias a la buena cantidad de instrumentos de medición que hay en la isla, observaron varios precursores. Además, para la toma de decisiones, han creado mapas probabilísticos de peligros volcánicos muy detallados.
La erupción mostrada en los videos es de tipo efusivo, es decir, la menos peligrosa de todas las posibles, ya que las coladas de lava se mueven a una velocidad de algunos cientos de metros por hora, a diferencia del vulcanismo explosivo, muy común en Costa Rica, cuyos flujos piroclásticos sobrepasan fácilmente la centena de kilómetros por hora.
Las coladas de lava rara vez se cobran vidas humanas; sin embargo, el lento movimiento no cesa y puede afectar el patrimonio de las personas si se encuentra en su camino.
Como vulcanólogo, uno se prepara para enfrentar la futura erupción volcánica con dos visiones: para responder cuándo, dónde y cómo será la próxima erupción y para que estas tengan el menor impacto en los seres vivos.
Ver muchas de las señales antes del nacimiento de este volcán fue un caso de éxito en la ciencia de la vulcanología y, como profesional en la materia, siento una gran satisfacción del avance en el entendimiento del fenómeno y que el constante trabajo en la construcción de posibles escenarios de inundación de flujos de lava haya servido para reducir el riesgo de un desastre, lo cual se traduce en la protección de la vida y bienes de las personas que, en un momento como este, no la pasan bien.
Los canarios aprendieron a convivir con sus volcanes. Históricamente, han ocurrido unas diez erupciones en sus islas y, más bien, gracias a la simbiosis entre volcanes y seres humanos, las islas son uno de los sitios turísticos más visitados en Europa. No debemos culpar al volcán, porque lo que está ocurriendo es natural. Como diría mi profesor de Vulcanología Roberto Sulpizio: «El volcán está haciendo su trabajo, que es eruptar. Ahora es el momento del volcán y hay que darle su espacio».
A largo plazo, cuando la erupción acabe, los canarios se verán beneficiados, ya que los suelos serán más fértiles, a consecuencia del enriquecimiento de minerales, y se incrementará el tamaño de la isla.
En geología partimos del hecho de que el pasado es la clave del futuro. Existe evidencia geológica de vulcanismo monogenético en Costa Rica, por ejemplo, en las llamadas Cazuelas, en Oreamuno de Cartago; en los conos de Sabana Redonda, en Alajuela; o bien, en los conos de Aguas Zarcas de San Carlos, como el cerro Los Chiles.
En nuestro país podría ocurrir algo como lo que está sucediendo en España; no obstante, nuestro conocimiento de los volcanes de Costa Rica aún está lejos de responder cuándo, dónde y cómo, y, por ende, de tomar decisiones basadas en datos científicos para disminuir el efecto de la próxima erupción.
Como científicos, es nuestra responsabilidad, junto con la población, estar listos. Y una de las preguntas que nos planteamos es quién cubrirá las pérdidas económicas si se presenta un evento de esta naturaleza.
Costa Rica no cuenta con un seguro de protección de viviendas; sin embargo, en un sondeo llevado a cabo por Volcanes Sin Fronteras, de 160 personas consultadas, un 55 % dijeron estar dispuestas a pagar una póliza para proteger sus bienes de las erupciones volcánicas.
Lo ocurrido en La Palma es un ejemplo de cómo la vulcanología contribuyó a que el nacimiento del volcán no sea causa de muertes, pero no excluye el impacto en la infraestructura, de ahí la necesidad de proveer a la ciudadanía coberturas contra estos eventos y construir en lugares más seguros.
El autor es vulcanólogo de Volcanes sin Fronteras.