
La Costa Rica en la que crecí aún tenía las cicatrices de los recortes sociales y educativos de la crisis de los años 80 y 90. En San José, era común ver a niños trabajando en las calles y, en las escuelas, los comedores apenas alcanzaban para una parte del estudiantado.
Quienes nacimos en esa época aprendimos a ser resilientes a la fuerza, y sabemos de primera mano que la educación transforma destinos. También fuimos la primera generación en beneficiarnos del Programa Nacional de Informática Educativa, impulsado por la Fundación Omar Dengo y el MEP desde 1988. Para muchos, ese acceso temprano a la tecnología despertó vocaciones que marcaron el rumbo de nuestras vidas.
Ese acierto, junto con otras decisiones históricas como el fortalecimiento de la inversión en educación pública y el rol de Cinde, sentó las bases para que numerosas empresas transnacionales eligieran a Costa Rica desde finales de los años 90.
Gracias a esa visión de largo plazo, hoy las zonas francas generan más de 265.000 empleos directos e indirectos. Es una prueba tangible de cómo la política pública puede transformar la realidad de un país. Sin embargo, esos avances están en riesgo. Decisiones políticas erráticas amenazan con erosionar un camino que costó décadas construir.
Menos innovadores
Un dato debería encender todas las alarmas: Costa Rica ha venido perdiendo terreno en el Índice Global de Innovación. Pasamos del puesto 56 en 2021, al 68 en 2022, y hoy ocupamos el 70.
El golpe más fuerte se siente en América Latina: dejamos de estar en el podio de los tres primeros y ahora caímos al sexto lugar. Esta caída no se explica por falta de capacidades, sino por la desconexión entre lo que invertimos y lo que obtenemos. Tenemos instituciones sólidas, infraestructura y talento, pero no logramos traducir esos insumos en innovación aplicada.
La transferencia tecnológica sigue siendo débil, y los que más lo resienten son las empresas del sector productivo nacional (las que más necesitan modernizarse y absorber innovación para competir).
Educación en franco deterioro
El último Informe Estado de la Educación es un llamado de atención urgente. Decisiones equivocadas en el Consejo Superior de Educación, la sostenida reducción de la inversión educativa que cayó por debajo del 5% del PIB –a pesar del mandato constitucional del 8%–, la ausencia de una hoja de ruta clara, estudiantes de secundaria con niveles de comprensión lectora y razonamiento matemático equivalentes a lo de un alumno de primaria, y las crecientes brechas curriculares y territoriales deberían preocuparnos a todos.
¿Cómo vamos a seguir atrayendo empresas transnacionales, transferir tecnología a nuestras empresas y recuperar puestos en el Índice Global de Innovación sin el recurso más importante de un país, que es su talento?
Luz al final del túnel
Esto es posible revertirlo si el Consejo Superior de Educación regresa a la senda de las decisiones técnicas con visión país, si devolvemos a la educación la inversión que constitucionalmente le corresponde, si restauramos programas estratégicos como el Programa Nacional de Informática Educativa y, sobre todo, si construimos una hoja de ruta clara para recuperar la calidad y pertinencia de nuestra educación.
La Costa Rica que nos merecemos se construye con visión, disciplina y la convicción de que una nación educada e innovadora sí es posible.
José Luis Rodríguez Sibaja es consultor, experto en innovación tecnológica y transformación de negocios.