En relación con el editorial de La Nación (11/12/2025) que exhorta al Banco de Costa Rica a reconocer sus responsabilidades con sus clientes y a cesar los intentos de demorar el cumplimiento de los mandatos de la entidad supervisora, deseo expresar mi valoración como ciudadano.
El editorial acierta al señalar que se trata de un triste episodio financiero dentro de una institución histórica y sistémica, cuyo peso en el sistema bancario nacional exige estándares superiores de transparencia y responsabilidad.
Las fallas que permitieron, por acción y omisión, la conformación de una trama que va mucho más allá del Parque Empresarial del Pacífico evidencian la urgencia de un verdadero golpe de timón por parte de las autoridades del Banco de Costa Rica.
Corregir el rumbo, asumir la responsabilidad fiduciaria y acatar sin dilaciones los mandatos regulatorios, enviaría señales correctas al mercado, a los ahorrantes y a la ciudadanía.
Asimismo, considero indispensable que el Banco oriente su energía hacia donde verdaderamente importa: acatar sin demora el mandato de la entidad supervisora (Sugeval); seguir la ruta del dinero, identificar a las personas “contaminadas” con la inusitada saga y depurar responsabilidades internas.
Esas acciones por parte de las altas autoridades actuales del Banco de Costa Rica son una forma de respaldar, con el ejemplo, a la inmensa mayoría de colaboradores honestos del Banco de Costa Rica. Más importante aún, solo así se restablecerá la confianza que esta institución tan relevante para el país debe preservar.