El editorial de La Nación del martes 24 de noviembre contiene un mensaje positivo relacionado con la generación de electricidad para autoabastecimiento por medio de conversión fotovoltaica.
Difiero con el editorialista porque no conviene mezclar criterios tecnológicos y filosóficos de la generación eléctrica fotovoltaica para autoabastecimiento con casos en los cuales el objetivo sería la venta de energía eléctrica a entes de distribución.
Ya sea en clase o frente a una audiencia que me escucha atenta (o me soporta), indico siempre que en el aprovechamiento de los recursos energéticos de fuentes renovables para autoabastecimiento, la adecuada gestión tecnológica de la iniciativa debe buscar primero la seguridad energética total o parcial de la organización y la disminución del impacto ambiental que implica la iniciativa.
Como beneficio secundario se agrega la oportunidad para sacar provecho económico de los eventuales excedentes de la producción.
La divergencia. El Plan Nacional de Energía 2015–2030 promueve la generación fotovoltaica como mecanismo de autoabastecimiento con miras a la posible transferencia de los excedentes al ICE, o sea la transferencia de la energía sobrante a la red eléctrica nacional.
El editorial parece poner esta posibilidad comercial como condición para el éxito, aspecto que considero secundario. El punto divergente viene de la frase que dice: “La pregunta es cuánto se puede lograr con la sola promoción de la generación de autoconsumo y a qué plazo”.
Sin embargo se indicó que, gracias a la generación fotovoltaica, el hotel El Naranjal disminuyó su factura eléctrica hasta un 4% y la empresa agrícola El Tremedal lo consiguió hasta por un valor del 17% de su factura habitual.
Ya aquí hay ganancia, pues el dinero ahorrado se usa para el pago del costo de la inversión tecnológica, que además de ahorro significa un cierto grado de seguridad energética.
Entiendo que ninguna de las dos empresas vende excedentes pese a que las condiciones climáticas y su capacidad instalada lo permiten.
Para el lector no habituado a detalles técnicos, es importante citar razones del valor del autoabastecimiento eléctrico per se, sin incluir ganancia por venta de excedentes.
Ceteris paribus, el ahorro da certeza del pago de la inversión a un plazo que depende de la magnitud del adeudo y de la reducción de la compra de energía que hace la empresa.
Entre más organizaciones de alto consumo eléctrico incluyan este tipo de iniciativas en su gestión tecnológica, los proveedores de electricidad tendrán que responder a menores demandas, sin que necesariamente implique su descalabro comercial.
La tasa media de aumento anual de demanda eléctrica en el período 2009–2014 la calculé en un 2,2%, mientras que la tasa media de aumento anual de generación eléctrica es un 1,9% (cálculo con cifras del Centro Nacional de Control de Energía del ICE).
Esto impacta positivamente en el nivel de generación requerida y también de la transmisión y distribución de la electricidad.
Pérdida natural. La segunda ley de la termodinámica es inmisericorde, en cuanto al cobro del impuesto universal que acompaña a todo proceso de uso o transformación de la energía.
Parte de la energía asociada al flujo eléctrico se disipa como calor al entorno, siendo este costo físico en la contabilidad energética (entropía) proporcional a las distancias de la transmisión y a las pérdidas por generación de calor por corrientes parásitas en los transformadores que varían los voltajes.
El caso de la generación fotovoltaica para uso in situ, implica un impacto ambiental reducido, sobre todo cuando se compara con mecanismos tecnológicos basados en la combustión de derivados fósiles, incluido al gas natural.
El autoabastecimiento es un buen ejemplo de la necesidad de redirigir la visión empresarial y social con respecto a la generación fotovoltaica, más allá de la consecución de retornos monetarios a muy corto plazo.
El autor es catedrático de la UCR.