
El cáncer representa un gran desafío para Costa Rica por sus implicaciones sanitarias y socioeconómicas. Cada año, casi 13.000 costarricenses son diagnosticados con cáncer y cerca de 6.000 mueren por este mal; en los próximos 25 años esos números se duplicarán. Un informe reciente de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) señala que el cáncer ya es la primera causa de muerte, así como la tercera causa de hospitalización y de estancias hospitalarias más prolongadas.
Solo en 2024, el costo de los fármacos anticáncer fue de ¢76.416 millones, lo que equivale a un 34,7% del total invertido por la institución en la compra de medicamentos (Fuente: CCSS). A esto se suman otros costos, como el recurso humano, procedimientos diagnósticos, quirúrgicos y radioterapéuticos, así como las hospitalizaciones e incapacidades.
La incidencia creciente del cáncer también impacta negativamente la productividad del país. Primero, porque el ausentismo laboral aumenta debido a las sesiones de tratamiento y controles pre y postratamiento a los que acuden los pacientes con cáncer junto a familiares acompañantes. También, por el deterioro en la calidad de vida de las personas sobrevivientes de cáncer, que afecta su desempeño laboral.
Los múltiples problemas estructurales del sistema de salud costarricense magnifican el impacto socioeconómico del cáncer.
Desde nuestra perspectiva, consideramos que hay cuatro aspectos que impactan especialmente la atención del cáncer.
El primero es la ausencia de una ruta estandarizada para la atención del cáncer, junto con la escasez y fuga de especialistas, que se refleja en sobrecarga laboral y largas listas de espera.
El segundo es la inadecuada gestión administrativa, con poca coordinación, burocracia, lentitud en procesos de compras y acceso limitado a tratamientos innovadores.
El tercero son las carencias en infraestructura y equipo, que obligan a la centralización de procedimientos especializados de diagnóstico o tratamiento del cáncer en pocos hospitales. Esto dificulta el acceso y la continuidad del tratamiento para pacientes de zonas alejadas.
El cuarto tiene que ver con el rezago en la incorporación de tecnologías de punta e inteligencia artificial (IA), herramientas clave para brindar un diagnóstico rápido y tratamiento eficaz.
Estos problemas estructurales, en conjunto, retrasan el diagnóstico y el tratamiento del cáncer. Y dicha demora tiene consecuencias: el cáncer avanza, con lo cual se vuelve más costoso y difícil de tratar, se reduce la eficacia de los tratamientos, la calidad de vida de los pacientes y disminuye su supervivencia.
Es evidente que el impacto del cáncer en el país es alto y no debe ser ignorado por quienes hoy aspiran a la presidencia de la República. La adopción de un plan nacional de prevención, diagnóstico temprano y tratamiento eficaz, con medidas de corto, mediano y largo plazo, debe formar parte de la agenda presidencial a partir de mayo de 2026.
Reconocemos que las y los candidatos presidenciales coinciden en la necesidad de formar más especialistas, fortalecer el primer nivel de atención, reforzar la medicina preventiva e impulsar alianzas público-privadas. Sin duda, estas medidas contribuyen a descongestionar el sistema de salud y, con ello, aceleran la atención de los pacientes con cáncer. No obstante, es oportuno acompañar dichas acciones con medidas específicas abocadas a la optimización de procesos, con el fin de maximizar los recursos existentes del sistema sanitario.
Una estrategia en esa línea es la implementación de protocolos estandarizados que, en otras latitudes, han demostrado ser efectivos para reducir el tiempo que transcurre desde la sospecha de cáncer hasta el tratamiento. Aunado a esto, hay que fortalecer los Ebáis y mejorar el entrenamiento y las condiciones de los médicos de primer nivel.
El desarrollo de una ruta especializada para el diagnóstico y tratamiento de cáncer debe ir de la mano con el establecimiento de plazos específicos para cada etapa. Para la definición de tiempos meta realistas, es crucial conocer los tiempos de atención actuales e identificar los cuellos de botella que generan retrasos prevenibles. Para garantizar que esta medida mejore la atención oncológica, es vital llevar un monitoreo continuo que permita hacer ajustes en tiempo real.
Una acción indispensable para modernizar la gestión administrativa es la simplificación de trámites, la digitalización de procesos y el fortalecimiento de unidades de coordinación oncológica que articulen esfuerzos entre hospitales, áreas de salud y ministerios. Esto debe ir acompañado de inversión en infraestructura y equipo que permita la descentralización y estandarización de procesos.
Otra acción para agilizar procesos es incorporar la IA, clave para acelerar la atención oncológica y reducir costos. La IA puede clasificar pacientes por riesgo, priorizar pruebas diagnósticas, interpretar resultados, predecir recurrencias y depurar expedientes electrónicos, facilitando datos de calidad en tiempo real para decisiones basadas en evidencia.
La tendencia creciente en la incidencia del cáncer en el país también demanda la toma de acciones en materia de promoción de la salud y detección temprana del cáncer, con el fin de mitigar el impacto multidimensional de este mal. En artículos anteriores, hemos detallado algunas acciones que se alinean con este objetivo.
Instamos a las personas candidatas a la presidencia a incorporar en sus planes de gobierno propuestas en materia de control del cáncer y que, en un eventual gobierno, estas se materialicen en acciones concretas. Es crucial que demuestren su compromiso con la salud de los costarricenses.
WARNER.ALPIZAR@ucr.ac.cr
Warner Alpízar Alpízar es profesor catedrático experto en Biología Tumoral, de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Luis Bermúdez Guzmán es PhD en Ciencias Médicas de la Universidad de Cambridge y labora en la Unidad de Investigación del Centro Oncológico Costarricense.