
El abuso laboral no siempre se manifiesta mediante tratos hostiles o discriminación explícita. Hoy, con frecuencia, se encubre bajo apariencias de cordialidad, confianza o compañerismo. Una de sus formas más comunes es la sobrecarga laboral disfrazada de confianza.
Ocurre cuando el empleador dice al trabajador frases como: “le confío esta tarea porque usted es el único que puede hacerla bien”. Detrás de este aparente halago se esconde, muchas veces, una estrategia para justificar la asignación excesiva de trabajo.
Desde el punto de vista jurídico, esta práctica puede vulnerar el derecho a una jornada laboral razonable. Encubrir una carga desproporcionada bajo la etiqueta de “confianza” es una forma de eludir responsabilidades y de erosionar el derecho del empleado al descanso o a una compensación justa. En ocasiones, esta táctica incluso busca intimidar o humillar al trabajador.
Otra manifestación de que se está siendo víctima de abuso laboral es cuando el empleado experimenta sentimiento de culpa por tomar vacaciones. Las vacaciones son un derecho irrenunciable, garantizado por el Código de Trabajo, que establece un mínimo de días de descanso por laborar durante un periodo determinado.
Sin embargo, muchos empleadores hacen sentir al colaborador culpable de ausentarse, insinuando que su descanso afecta el funcionamiento de la empresa. Esto constituye una forma de manipulación emocional y una obstrucción al ejercicio de un derecho legalmente reconocido. Usar la culpa como herramienta para desalentar el disfrute de las vacaciones contradice el espíritu protector de la ley.
También es común la invasión a la privacidad del trabajador. En algunos casos, los empleadores irrespetan el horario laboral y se comunican con el colaborador mediante llamadas o mensajes fuera de la jornada. Esta práctica, cada vez más frecuente, vulnera el derecho al descanso y a la desconexión. Dicho derecho forma parte de la esencia del contrato laboral y del principio de respeto a la intimidad personal.
Una relación laboral debe circunscribirse al horario y espacio de trabajo acordados; fuera de ellos, la esfera privada del empleado debe ser respetada. La intromisión constante no solo afecta la salud mental del trabajador, sino que, si se utiliza para ejercer presión, puede configurar un patrón de acoso.
Otra señal preocupante es la retórica empresarial del “todos somos familia”. Aunque parezca inofensiva, esta frase suele emplearse como herramienta de manipulación. Jurídicamente, la relación entre empleador y empleado no es familiar, sino contractual y regulada por ley.
Cuando se mezcla lo emocional con lo profesional, se genera una falsa sensación de lealtad que puede ser usada para justificar peticiones que exceden las obligaciones contractuales, como trabajar sin pago extra, sacrificar tiempo libre o aceptar condiciones desfavorables. La legislación laboral protege al trabajador por considerarlo la parte más vulnerable de la relación. Por eso, el discurso de “familia” tiende a desdibujar esa jerarquía legal y a evadir derechos y deberes.
En conclusión, estas prácticas –aunque no siempre evidentes–constituyen una forma real de abuso laboral y representan una amenaza para los derechos y la salud mental de los trabajadores. Cada una, por sí sola, puede parecer un incidente aislado; sin embargo, su acumulación configura un patrón de acoso o mobbing.
Costa Rica requiere entornos laborales respetuosos y justos, lo cual solo será posible cuando los trabajadores conozcan sus derechos y los empleadores comprendan los límites de su autoridad.
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Raúl Alexandre Cruz Dávila es abogado.