El Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) actuó con visión y serenidad la semana pasada cuando decidió no subir, y tampoco bajar, sus tasas de interés. Los mercados de acciones, bonos y monedas reaccionaron bien, señal de que, a veces, no actuar puede ser tan eficaz como actuar para orientar a los mercados financieros. Lo más interesante es analizar las razones que motivaron la decisión, los riesgos involucrados y las implicaciones para una economía pequeña y abierta, como la de Costa Rica.
La Fed navegaba entre mares contrapuestos. Por un lado, la producción real estadounidense continuaba mostrando tasas de crecimiento positivas, superiores a las de la mayoría de las naciones industrializadas, en especial la Unión Europea y Japón. Y aunque las expectativas para el 2016 se revisaron levemente a la baja -de un 2,4% a un 2,2%– la producción real crecerá lo suficiente para mantener baja la tasa de desempleo abierto, ubicada en un 4,9% de la fuerza laboral activa. Hay, además, expectativas de que podría bajar más el desempleo si los empleadores incrementan su demanda laboral para producir más, habida cuenta de que la productividad de los trabajadores apenas se ha movido.
La tasa de desempleo abierto, según la Fed, ronda el pleno empleo, por lo que, a futuro, mayor expansión de la demanda agregada podría presionar los salarios (costos) y atizar la inflación. Las tasas anualizadas de diversos índices de inflación han venido subiendo. El IPC subió un 1,3% de enero a enero; el índice subyacente de inflación, que excluye combustibles y alimentos volátiles, creció un 1,7%, y el denominado core IPC, que también excluye derivados del petróleo y otros artículos volátiles que afectan al consumidor, subió un 2,3%, en línea con la meta de inflación de la Fed de un 2% anual. Todos esos factores, por sí solos, aconsejaban un ajuste en las tasas de interés similar al efectuado en diciembre del 2015, cuando las tasas de referencia a corto plazo se elevaron entre un 0,25% y un 0,50%.
Del otro lado, sin embargo, se movían muchos factores adversos con igual o mayor intensidad. Si bien el desempleo ha bajado, los salarios reales se han recuperado muy poco. Igualmente gravitaba la volatilidad de los mercados accionarios, particularmente aguda a finales del año pasado y el primer trimestre del 2016, aunada al desplome de algunas monedas de países emergentes frente al dólar. Eso denotaba gran incertidumbre entre inversionistas –profundo temor, agrega Kenneth Rogoff, anterior consejero económico del FMI y actual profesor de Harvard– ante un panorama cada vez más incierto del crecimiento mundial y las finanzas internacionales. En Nueva York, los principales índices bursátiles habían caído por debajo de los niveles alcanzados en el 2015 y muchas monedas descendieron en sus cotizaciones frente al dólar, incluidos el euro, el yen, la libra esterlina y otras de países emergentes y en desarrollo, como el real brasileño.
La incertidumbre se asocia con la ralentización del crecimiento real en China, gran compradora de petróleo y materias primas. Al mermar las exportaciones a ese amplio mercado, bajan también las tasas de crecimiento mundial y, desde luego, los precios del petróleo, que se desplomaron a niveles raramente vistos en los últimos años junto con los denominados commodities, cuyos precios también se han desplomado. Además, influye el desacople de las políticas monetarias de los principales bancos centrales con la Fed, particularmente el Banco Central Europeo y de Japón, que recientemente bajaron sus tasas de interés a niveles negativos y la revisión a la baja del crecimiento mundial por parte del Fondo Monetario Internacional, que comentamos en un editorial anterior.
- Riesgos. El común denominador es el espectro de la recesión, que amenaza con aparecer de nuevo con sus secuelas de desempleo. Y aunque las proyecciones de la Fed y el FMI apuntan a un continuado crecimiento en EE. UU., la Fed no quiso correr el riesgo de abortar o desmerecer la expansión subiendo las tasas de interés. Entonces, decidió mantenerlas en el mismo nivel y aclaró, además, que posiblemente solo haría dos revisiones en el 2016, en vez de cuatro como se había sugerido en diciembre anterior. La Fed, sin embargo, se curó en salud. Aseveró que continuaría monitoreando los mercados de trabajo, bienes y servicios hasta normalizar su política monetaria.
- Repercusiones. Las reacciones de los mercados fueron bastante positivas. Las bolsas repuntaron la semana pasada. El Dow Jones subió un 0,9% para cerrar en el mismo nivel registrado al final del año. El índice S & P subió un 0,7% y en algún momento recuperó lo perdido en el primer trimestre. El Nasdaq también recuperó puntos perdidos. El petróleo (a futuro) se cotizó por primera vez en muchos meses en más de $40 por barril; otras materias primas, incluido el oro, también repuntaron al igual que las principales monedas duras, como el euro. Es de esperar, según afirman los analistas, que esos movimientos ayuden a las exportaciones y al crecimiento mundial, aunque quizás no se sostengan en el tiempo.
- Costa Rica. ¿Y cómo podría afectar este enjambre de hechos a países como el nuestro? De nuevo, la respuesta es ambivalente. En el lado negativo, el menor crecimiento real en Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, podría afectar nuestras exportaciones y, por esa vía, el crecimiento, empleo e ingresos, tal como señaló la misión del FMI que visitó recientemente el país. El riesgo, sin embargo, parece manejable. El Banco Central deberá estimar el descenso que, suponemos, no será muy significativo, pues la anunciada caída en la tasa de crecimiento del PIB en EE. UU. es apenas del 0,2%, ubicada dentro del margen de error.
En el lado positivo, la moderación de la política monetaria de la Fed aleja el espectro de una crisis externa. Al no subir las tasas de interés y asegurar que, de hacerlo posteriormente, sería de manera moderada, el efecto en los flujos de capital y las monedas también sería menor, al igual que la traslación a las tasas locales de interés. Como nota complementaria podemos agregar que la tasa básica pasiva calculada por el Banco Central de Costa Rica no subió la semana pasada; más bien bajó al 5,55% en respuesta a la nueva metodología.
Esa visión tranquilizadora de la política monetaria de la Fed coincide con lo que hemos expresado en editoriales anteriores y nos da tiempo para corregir los desequilibrios macroeconómicos, sobre todo fiscal, para alejar una crisis externa. Pero no se debe bajar la guardia. La Fed puede darse el lujo de no actuar; nosotros no.