El nuevo informe del Fondo Monetario internacional (FMI) intitulado Nuevas perspectivas de la economía mundial (World Economic Outlook, April 2016), será publicado mañana. Habrá que prestarle mucha atención por los valiosos comentarios que suele incluir. Trascendieron, sin embargo, dos capítulos preliminares, uno de los cuales reviste especial importancia para los países en desarrollo, como el nuestro.
Vamos a contrastar sus recomendaciones generales con la política macroeconómica específica de Costa Rica. El tema es el impacto de los movimientos de capital –hacia dentro o hacia fuera– en las economías de los países emergentes y en desarrollo. Se enfoca en lo que ha sucedido en los últimos dos años de bajo crecimiento del PIB y alta volatilidad cambiaria en los países en desarrollo, y cuáles serían las políticas que se deben adoptar para minimizar los riesgos.
Según la documentación del FMI, el influjo de capital proveniente de los países desarrollados fue muy robusto durante el ciclo expansivo de la economía mundial, que culminó en el 2009. Permitió mejorar el crecimiento y empleo, dos variables importantes. Tras la crisis, sin embargo, su tasa de crecimiento comenzó a variar; en los dos últimos años, no solo continuó la merma de fondos frescos, sino que se revirtieron parte de los ya ingresados. Como consecuencia, los movimientos netos de capital mostraron, en conjunto, una abrupta caída en términos del producto interno bruto.
Varios factores se asocian con las entradas y salidas de capital. El crecimiento de la producción (PIB) es uno de ellos. Cuando nuestros países crecían más aceleradamente, sus monedas se fortalecían y aumentaban las entradas de capital (visto de otra forma, las entradas de capital directo también contribuían, en parte, al crecimiento del PIB y a la respectiva apreciación monetaria). Pero en los dos últimos años el crecimiento del PIB ha bajado significativamente, especialmente en Latinoamérica, donde cayó por debajo del promedio mundial -excluyendo a Costa Rica–, provocó una reversión en los movimientos de capital y fuertes depreciaciones de ciertas monedas, como el peso mexicano, real brasileño y peso colombiano, entre otras.
En ese contexto, Costa Rica se ubica en casa aparte. Desde el 2010 a la fecha, el PIB ha crecido a un promedio anual de alrededor del 4% real. Y aunque bajó levemente entre el 2013 y el 2015 (3,5%), ya en el 2016 vuelve a recuperarse, según estimaciones del Programa Macroeconómico. En otras palabras, el crecimiento real no sufrió el destino latinoamericano a partir del 2013 y, por tanto, tampoco registró menores entradas de capital ni las abruptas salidas que causaron la depreciación de ciertas monedas latinoamericanas, afectadas adicionalmente por el deterioro en los términos de intercambio y la caída en los precios de las materias primas y el petróleo.
El análisis del FMI incluyó todas las entradas de capital (no solo de carácter financiero, sino también las directas o productivas). Considera que las diferencias entre las tasas de crecimiento real de los países desarrollados, donde se originan las entradas de capital, y las de los países en desarrollo (receptores de capital) es el factor estadísticamente más significativo, superior, incluso, a las diferencias entre las tasas de interés que supuestamente incrementan las entradas de capital. Pero también hay otros factores que contribuyen a moderar los efectos de los flujos de capital en la parte real de la economía (PIB). La flexibilidad de los regímenes cambiarios es, quizás, el más relevante. Durante el período de crecientes entradas de capital (marea alta), los bancos centrales usaron su flexibilidad para acumular reservas monetarias internacionales (RIN) con el objeto de utilizarlas, al menos parcialmente, durante la marea baja. Como resultado, las apreciaciones iniciales de las monedas latinoamericanas no fueron tan pronunciadas ni, después, la depreciaciones.
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) no estuvo tan alejado de ese actuar, pero no le ha llegado la marea baja como a otras naciones latinoamericanas. Del 2010 a la fecha, las RIN del BCCR crecieron de un saldo acumulado de $4.067 millones a $7.834 millones. Sin embargo, del 2013 ($7.331 millones) a abril del 2016 ($7.834 millones), el saldo de las RIN ha permanecido muy estable, lo que guarda concordancia con el hecho de que el PIB también creció a tasas por encima de las registradas en Latinoamérica, lo cual es una razón explicativa adicional de por qué el colón ha retenido su fortaleza.
Otro factor bajo examen es el fiscal. Se comprobó que los países con políticas de gastos, ingresos y déficit financiero más sanas tenían mayor capacidad para retener los capitales ingresados previamente, mientras que los fiscalmente desordenados resultaban más vulnerables ante las salidas de capital que se han presentado, o podrían presentarse, en respuesta a ajustes de las tasas de interés en el mercado mundial.
Las principales conclusiones y recomendaciones del FMI se vinculan con los anteriores hallazgos. Entre muchas, destacamos tres, que adaptamos nosotros a la realidad costarricense, y agregamos otra que resulta pertinente para Costa Rica en las circunstancias actuales: 1. Para aminorar los efectos de los movimientos de capital conviene incrementar las tasas de crecimiento real. En el contexto nuestro, eso significa, como mínimo, mantener la estabilidad y emprender reformas estructurales como las sugeridas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Unión Costarricense de Cámaras y Asociados del Sector Empresarial Privado (Uccaep). 2. Reducir el déficit fiscal, para lo cual el FMI recomienda, en otro informe (correspondiente al artículo IV), bajar sostenidamente gastos e incrementar ingresos. 3. Establecer o mantener regímenes cambiarios flexibles.
En el contexto costarricense, esta última recomendación significa preservar la flotación administrada (que se venía aplicando de hecho desde el régimen de bandas) por haber permitido suficiente flexibilidad cuando más se necesitaba para evitar una mayor apreciación. Pero eso no significa que convenga perderlas cuando baje la marea. Si mermaran los capitales externos (cambio en los fundamentales) y el equilibrio del mercado cambiario se ubicara naturalmente por encima del nivel actual, la depreciación del colón sería bienvenida por los exportadores y aquellos que compiten con productos provenientes del exterior. Y sería compatible con la política cambiaria que ha impulsado el BCCR en los últimos años. Por eso pensamos que al BCCR le conviene inyectar alguna variabilidad desde ahora.