Hubo un tiempo en que los humedales, o suampos como se les denomina también en Costa Rica, no eran bien vistos. Cuando alguien mostraba interés por adquirir un terreno o finca, usualmente pedía al vendedor deducir el área correspondiente a los humedales, pues se les consideraba carentes de utilidad. Mucho ha cambiado, para bien, en esta materia. Los humedales son sitios de gran riqueza ecológica, económica y hasta estética.
Es bien conocida la existencia de un nicho de turistas cuyo interés principal en el país es visitar algunos de nuestros muchos humedales, como los de Gandoca-Manzanillo, Tortuguero, Palo Verde y Térraba Sierpe, pero el valor social de los humedales va más allá del turístico, pues constituyen complejos ecosistemas donde nacen y crecen peces y muchos otros animales. También contribuyen a regular la circulación de agua que fenómenos naturales como los huracanes suelen derramar en gran cantidad sobre amplias áreas del país y así reducen los efectos de las lluvias sobre las poblaciones. También contribuyen a aumentar la productividad de cultivos comerciales, como el café, entre otras funciones.
El problema es que la mayoría de los productos y servicios ofrecidos por los humedales a la sociedad no se transan en el mercado y, por tanto, no se tiene a mano precios utilizables como guía para la cuantificación de su valor social. Para hacerlo es preciso recurrir a modelos analíticos complejos, que incorporan muchos supuestos. A fin de cuentas, se obtienen valores “sombra”, que son aproximaciones razonables a lo que se observaría en el mercado si en él se transaran los servicios de los humedales.
El Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible (Cinpe) de la Universidad Nacional preparó, por encargo del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), un interesante estudio sobre el tema y encontró que los beneficios rendidos por siete de los muchos humedales del país equivalen, aproximadamente, al 5 % del producto interno bruto (PIB) de Costa Rica, suma muy importante, y más si se tiene en cuenta que se trata de un subconjunto, y no de la totalidad de los humedales. ( “Siete humedales generan beneficios anuales al país por ¢1,8 billones”, Aldea Global, La Nación, 3 de setiembre, 2017.)
Los investigadores de la UNA señalan, con sincera modestia científica, que su análisis constituye un punto de partida, “que abre el espacio a estudios primarios futuros que sean más específicos (geográfica, biológica y socioeconómicamente) que permitan una valoración con un grado de certeza mayor”. Es posible que otros investigadores, utilizando metodologías diferentes que, por ejemplo, incorporen valores estéticos, concluyan que el aporte anual de los humedales con que la madre naturaleza bendijo a Costa Rica sea superior al 5 % del PIB.
Pero, sea cual fuere el valor “exacto” (si fuera posible establecerlo) podemos estar seguros de que el cuidado de los humedales constituye una prioridad ambiental. En las escuelas y los colegios del país se ha logrado inculcar en las nuevas generaciones el amor por la naturaleza, lo que hace más fácil la adopción de políticas para favorecer el desarrollo sostenible. Y es que si los agentes económicos no toman debida cuenta de los recursos consumidos al producir bienes y servicios, y si no se logra “interiorizar” las externalidades que en esto operan, difícilmente se harán elecciones socialmente óptimas. Por lo anterior, aunque el estudio del Cinpe estuviera abierto a objeciones de tipo metodológico, su ejecución constituye un enorme avance. En buena hora sirva de incentivo para progresar aún más en esta importante materia.