El pasado viernes, al concluir en un teatro de Lima, Perú, el estreno de la obra Proyecto Ugaz, el sacerdote español Jordi Bertomeu sorprendió a los asistentes con la lectura de un mensaje del papa León XIV, escrito especialmente para la ocasión. El texto reafirmó un doble e inspirador compromiso del Pontífice, que se une a otros de su pontificado: en sus palabras, con “tantos niños, jóvenes y adultos que fueron traicionados donde buscaban consuelo”; también, con quienes “arriesgaron su libertad y su nombre para que la verdad no fuera enterrada”.
En el primer caso, se refirió a las numerosas víctimas de abusos –sexuales y de otra índole– cometidos por el grupo católico ultraconservador Sodalicio, con ramificaciones en varios países de América Latina, que operó impunemente por varios años y fue disuelto por el papa Francisco meses antes de su fallecimiento.
Su segunda referencia fue a los periodistas peruanos que, por revelar la situación con tenacidad y valentía, fueron víctima de otros tipos de abusos: persecución, denigración y acoso judicial. Entre ellos estuvieron Paola Ugaz y Pedro Salinas, quienes, tras 15 años de investigación, publicaron en 2015 un libro que destapó el caso. Gracias a sus revelaciones, y las de sus colegas Daniela Yovera y Patricia Lachira, se supo la incómoda verdad. Tras un encuentro con Francisco, en noviembre de 2022, el Papa creó una comisión investigadora y, finalmente, canceló el grupo.
Robert Prevost, obispo de Chiclayo, acompañó y respaldó a los periodistas durante gran del proceso. Hoy es León XIV. Por ello, su mensaje a raíz de la obra sobre Ugaz se nutrió tanto de un conocimiento profundo y solidario del caso, como de claras apuestas que lo trascienden, y que ha hecho manifiestas en el poco tiempo de su pontificado.
El obispo de Roma recordó que “la prevención y el cuidado no son una estrategia pastoral: son el corazón del Evangelio”, y llamó a arraigar en toda la Iglesia “una cultura de la prevención que no tolere ninguna forma de abuso, ni de poder o de autoridad, ni de conciencia o espiritual, ni sexual”. Solo será auténtica “si nace de una vigilancia activa, de procesos transparentes y de una escucha sincera a los que han sido heridos”. Y añadió de inmediato: “Para ello, necesitamos a los periodistas”.
Es a partir de esta afirmación, centrada en los hechos particulares, que fue más allá en su amplia defensa de las libertades de expresión y de prensa. Ya las había destacado durante su encuentro con los comunicadores acreditados ante el Vaticano, poco después de su nombramiento. Entonces, manifestó “la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por buscar y la verdad”, pidió su liberación, destacó “el coraje de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de las personas a estar informadas”, y exhortó “a todos a salvaguardar el preciso don de la libertad de expresión y de prensa”.
En su mensaje de Lima, recordó que ese encuentro “fue más que un saludo protocolario: fue una reafirmación de la misión sagrada de quienes, desde el oficio periodístico, se convierten en puentes entre los hechos y la conciencia de los pueblos. Incluso con grandes dificultades”.
Tras “elevar la voz con preocupación y esperanza” al mirar hacia su “amado pueblo del Perú”, León XIV añadió dos conceptos fundamentales. “En este tiempo de profundas tensiones institucionales y sociales –declaró–, defender el periodismo libre y ético no es solo un acto de justicia, sino un deber de todos aquellos que anhelan una democracia sólida y participativa”.
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Hizo entonces una exhortación “a las autoridades del Perú, a la sociedad civil y a cada ciudadano a proteger a quienes, desde las radios comunitarias hasta los grandes medios, desde las zonas rurales hasta la capital, informan con integridad y coraje”, porque “donde se silencia a un periodista, se debilita el alma democrática de un país”.
Resulta obvia la relevancia universal de este llamado, y de su mensaje en general: es la relación directa entre la verdad pública y la protección de los más vulnerables, y la libertad para investigar y divulgar abusos de cualquier índole. En este ámbito, el periodismo y la libertad de prensa adquieren particular relevancia, como expresión social del derecho humano a la libertad de expresión, y por coadyuvar a que existan sociedades bien informadas.
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El mensaje de León XIV debería ser asimilado, sin prejuicios, por todas las autoridades nacionales. Muchas de ellas lo desconocen y, peor aún, se dedican sistemáticamente a erosionar el desempeño periodístico independiente. Es difícil que cambien, pero tal vez la voz papal, clara, oportuna y sin matices, les haga repensar su actitud.

