La decisión de Estados Unidos sobre Ucrania tardó demasiado en producirse y estuvo precedida por contradicciones, amenazas, flirteos indebidos con el agresor y hasta acoso contra los agredidos, pero al fin fue tomada en el sentido correcto. El gran reto, ahora, es que sus términos se cumplan y se mantengan, al menos, a mediano plazo.
El lunes, durante una comparecencia en la Oficina Oval de la Casa Blanca, junto al secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mark Rutte, el presidente Donald Trump anunció oficialmente el envío de un considerable número de sofisticados armamentos a Ucrania, para apoyarla en su resistencia frente a la agresión rusa.
Trump, además, otorgó un plazo de 50 días al dictador ruso, Vladimir Putin, a quien ha censurado en los últimos días, para que se alcance un acuerdo de paz. De lo contrario, amenazó con severas represalias comerciales, que podrían llegar hasta el 100% de aranceles a sus exportaciones hacia Estados Unidos e, incluso, la posibilidad de “sanciones secundarias” contra países que comercien con Rusia, algo que parece improbable.
LEA MÁS: Putin a Trump: Rusia ‘no renunciará a sus objetivos’ en Ucrania
Su cambio de postura, apenas dos semanas después de que el departamento de Defensa suspendiera –pero luego reanudara– suministros ya comprometidos para la defensa antiaérea, tiene enorme relevancia. Lo principal es que dará un sustancial espaldarazo a Ucrania, que actualmente enfrenta una feroz ofensiva de Moscú. Esta se ha acentuado con desusada intensidad durante el verano, tanto en el campo de batalla como en ataques a ciudades e infraestructura económica, mediante drones y misiles teledirigidos. Como consecuencia, de acuerdo con datos de las Naciones Unidas, en junio se contabilizó la mayor cantidad de víctimas civiles en tres años: 232 muertos y 1.343 heridos.
LEA MÁS: Rusia afirma que necesita ‘tiempo’ para responder al ultimátum de Trump
La decisión también contribuirá a aliviar la enorme y creciente fatiga bélica que aqueja a las fuerzas armadas y la población ucraniana, y les dará un nuevo aire de optimismo sobre su capacidad para mantener la soberanía por la que tanta sangre han derramado hasta ahora.
La reactivación de los suministros militares estadounidense es, en parte, producto de las exigencias inaceptables de Putin para abrir verdaderas negociaciones de paz, de la acrecentada matanza de civiles, y de lo que –aunque nunca lo llegará a aceptar– es la aparente toma de conciencia de Trump sobre la manipulación en que lo envolvió su contraparte. Más allá de esto, lo realmente importante fueron las bien calibradas propuestas de la OTAN, gracias a las cuales se alcanzó un acuerdo que permitirá a Trump proteger su posición frente a los sectores más aislacionistas dentro de su base política y, además, podrá ser presentado como “un buen negocio” para su gobierno e industria bélica.
Lo que hará Estados Unidos es vender sofisticados equipos –entre ellos, las vitales baterías antiaéreas Patriot– a países miembros de la OTAN, los cuales, a su vez, los entregarán a Ucrania. Esto representará, según las palabras del presidente, “miles de millones” de ingreso, que beneficiarán a la economía estadounidense, y liberarán al gobierno de una participación directa en su entrega a Ucrania, lo que en parte lo distancia del conflicto.
Todo suena a una transacción comercial, afín al estilo de Trump y poco comprometida con los principios que ameritan colaborar con la defensa de Ucrania. Sin duda causa desazón, pero lo más importante es que su puesta en marcha será fundamental para alcanzar este fin. La expectativa es que la ayuda comience a fluir casi de inmediato, aunque persisten incógnitas sobre dos aspectos: los detalles del acuerdo y la inestabilidad intrínseca que envuelve muchas de las decisiones del actual Ejecutivo estadounidense.
A lo anterior se añade, como factor de inquietud, que en los 50 días de plazo otorgados a Putin podrán suceder muchas cosas, en cuenta nuevas propuestas de su parte para ganar tiempo y erosionar la posición de Ucrania y, en particular, su presidente, Volodimir Zelenski, frente a Trump. Los compromisos financieros y la capacidad diplomática de la OTAN, los compromisos de países europeos como Alemania, Francia y el Reino Unido, así como las presiones desde el Senado estadounidense, serán clave para evitar un desvío de lo acordado.
Nada puede darse por definitivo, pero en lo inmediato hay que celebrar, como ha hecho el propio Zelenski, el cambio de rumbo de Estados Unidos. Será un gran alivio para Ucrania y Europa.

