186.000 jóvenes de entre 15 y 24 años ni estudian ni trabajan. Se les llama ninis, pero el calificativo trivializa las circunstancias de por lo menos la tercera parte del grupo, alejada de las aulas por diversas razones e incapaz de encontrar empleo pese a sus mejores esfuerzos. En nuestro reportaje de este miércoles, una joven de 18 años, con título de bachiller y dominio del inglés, relató su peregrinaje por las ferias de empleo desde finales del 2022, cuando salió del colegio.
Según la Encuesta continua de empleo del primer trimestre del 2023, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 65.000 ninis buscan trabajo y no lo encuentran. Solo en una oportunidad, desde el 2010, cuando se comenzó a recopilar el dato, hubo un porcentaje mayor de personas sin empleo ni inserción en el sistema educativo.
Isabel Román Vega, subdirectora del Programa Estado de la Nación y coordinadora del Estado de la Educación, atribuye el aumento de la población nini a insuficiencias del sistema educativo y del mercado laboral, no a los jóvenes a menudo estigmatizados con el término, que invita a imaginar muchachos indolentes y despreocupados.
La pobreza, el embarazo, la falta de apoyo para seguir en las aulas —como los programas de transporte y becas—, además de una oferta educativa empobrecida, alejan a los jóvenes de las aulas. Luego, la educación inconclusa los excluye del mercado laboral, cuyo mayor dinamismo se centra en sectores donde la formación es determinante.
Nuestro mercado laboral perdió 118.000 empleos en siete meses. La quinta parte de ellos los ocupaban trabajadores del grupo etario de los ninis. Ese grupo es, también, el más flagelado por el desempleo desde hace, cuando menos, 12 años. Por su inexperiencia y poca formación, los trabajadores jóvenes afrontan mayores dificultades para ingresar y permanecer en el mercado de trabajo.
De los empleos perdidos, 40.382 eran de trabajadores no calificados y 48.308 exigían calificación media. No es de extrañar, porque los datos apuntan a un estancamiento del régimen definitivo de la economía, que aporta la mayor cantidad de productos y puestos de trabajo, sobre todo los de baja calificación. Las empresas en zonas francas, por su parte, requieren empleados con más conocimientos.
Mientras la oferta de empleo se encoge, los puestos disponibles precisan trabajadores con mejor formación. Así, la exclusión del sistema educativo cierra también las puertas del mercado laboral y produce decenas de miles de ninis cuya frustración no puede ser ignorada, porque puede transformarse, con facilidad, en un factor desestabilizador.
Según el Ministerio de Educación Pública, dos millones de personas mayores de 18 años no han terminado la secundaria. Cerca del 50 % de los costarricenses de entre 25 y 34 años no lo ha logrado, precisa un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La contracción del mercado laboral ocurre, precisamente, a expensas de las personas de entre 25 y 34 años, seguidos por los jóvenes de 15 a 24 años. En conjunto, esos dos grupos concentran el 66,7 % del total de los empleos perdidos. En el primer caso, los ocupados se redujeron de 592.962 a 537.981 (54.981 menos) en siete meses. En el segundo, la caída fue de 235.927 a 212.221 (23.706 menos).
La gestión económica debe producir soluciones urgentes para romper con el estancamiento, crecer y generar empleo, pero con vistas al futuro, solo el perfeccionamiento del sistema educativo ofrece posibilidades de mantener la prosperidad. Por eso, la educación debe preocupar a todos los sectores, sin excepción.
