
Como colectivo humano en esta sociedad “cansada”, hemos empezado a ver como normal el vivir siempre ocupados, atrapados en la perpetuamente giratoria “rueda del hámster”, tan perpetua como el capitalismo mismo.
El incesante mantra de “más es mejor” nos seduce con su promesa de que cuánto más “corramos” (cuantas más tareas completemos, más correos respondamos, más “productivos” parezcamos), más cerca estaremos de alcanzar el éxito profesional y, por ende, personal.
¿Cómo explicar que esto que nos ocurre cada día, más de lo que quisiéramos aceptar, tenga tan poca presencia en las conversaciones de amigos, familia e incluso colegas?
¿Nos imponen subirnos a la “rueda de hámster” o nos subimos voluntariamente?
El filósofo contemporáneo Byung-Chul Han asegura que “nos autoexplotamos” y aquí, posiblemente, radica lo que descubrí hace unos años. Lo llamo “la paradoja del rendimiento” y es lo que nos hace tener los ojos fijos en la siguiente vuelta de la rueda: en la siguiente notificación, en el siguiente logro superficial... y así perdemos la visión periférica de lo que es esencial y suficiente.
Nos enfocamos tan intensamente en la actividad constante que se nos olvida vivir. La productividad consciente es aquella que tiene impacto significativo, la que está alineada con nuestros valores y contribuye a nuestro bienestar a largo plazo.
Pero, como el hámster en su frenética carrera, creemos que estamos avanzando, aunque lo cierto es que estamos corriendo todo el tiempo entre agendas repletas, noches de insomnio, comiendo entre una reunión y otra, y teniendo escasas conversaciones con la gente que nos importa.
Y experimentamos, a la vez, una sensación de vacío interno cuyo origen no entendemos. Le llamamos “agotamiento” y queremos que llegue el fin de semana o, mejor aún, un fin de semana largo con feriado incluido, para volver el lunes… a la misma rueda, a seguir girando.
La adrenalina de la urgencia, esa satisfacción momentánea de tachar una tarea, nos dan la falsa sensación de progreso. Pero, en realidad, estamos corriendo en el mismo lugar, agotando nuestras energías y perdiendo de vista el paisaje que nos rodea, las relaciones que nutren, la salud que no tiene precio y la decisión de existir fuera de la rueda.
Para salir de esta trampa, primero debemos reconocer que estamos miopes ante la vida, reenfocar las prioridades y construir una productividad que nos construya en vez de una que nos consuma. La clave es recordar que la verdadera productividad se mide por el bienestar y la autenticidad, no por la velocidad y la cantidad.
En este proceso personal de construir esa productividad consciente, propongo la práctica del poder ejercer el “derecho a elegir".
Cuando, en actividades de coaching, lanzo la pregunta “¿se puede elegir cómo deseamos vivir?", recibo diversidad de respuestas: “Depende”. “No siempre”. “Absolutamente”. “Sin duda que sí”, y otras más.
Ciertamente, no podemos elegir lo que vivimos algunas veces, pero sí podemos elegir cómo vivir. El hámster no tiene esa posibilidad, pero nosotros, personas conscientes, sí.
Ante lo que vivimos, podemos decidir cómo responder, y eso es lo que nos hace humanos.
Inspirada en la propuesta de Ronald Siegel en su libro El extraordinario don de ser normal, el autor argumenta que la búsqueda incesante por “ser extraordinarios”, que a menudo se manifiesta como una necesidad de ser hiperproductivos, nos aleja de la aceptación y la paz interior, las cuales se encuentran en dar valor a una vida “más normal” y “no tan excepcional”.

Aquí, le comparto tres “no” rotundos para lograr vivir fuera de la rueda giratoria del hámster:
1) NO caer en la tiranía de lo extraordinario. Es grande la presión cultural por lograr constantemente éxitos excepcionales. Esta presión es la base de la trampa de la productividad, donde sentimos que siempre debemos estar haciendo más y logrando más para ser valiosos o sentirnos “suficientes”.
2) NO a la comparación. La necesidad de ser productivo a menudo surge de compararnos con otros que parecen lograr más. El sufrimiento que genera la comparación constante nos hace infelices e insuficientes.
3) NO al éxito mal vendido. Debemos alejarnos de las métricas externas y expectativas de éxito (como la cantidad de trabajo realizado o los logros acumulados, que son centrales en la mentalidad del rendimiento) y enfocarnos en valores y prioridades esenciales como las relaciones, la salud y el bienestar sostenible.
Ahora tiene más sentido repetirles la pregunta que planteé en mi artículo anterior: ¿Y si todo lo que nos han contado sobre ser productivos es en realidad una trampa que está consumiéndonos la vida? Quizá sea hora de que usted elija cómo quiere vivir.
bmartinez@organizacionespositivas.org
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Betsy Martínez Montero es promotora e investigadora del florecimiento humano y organizacional. Especialista en Psicología Positiva y en transformación de culturas y organizaciones. Fundadora del Instituto de las Organizaciones Positivas y Docente en Programas de Liderazgo, Bienestar y Coaching.