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Solo el 16 % de los estudiantes cursan carreras STEM en Costa Rica. (Shutterstock)
El principio de razón suficiente o principio supremo de Leibniz establece una de las bases filosóficas que mejor explican la inquietud humana por conocer el porqué de las cosas. Schopenhauer, refiriéndose a este principio, planteó que nada es lo que es sino por su causa o razón suficiente.
Utilizaré la potencia epistemológica de este principio para trabajar una hipótesis alrededor de uno de los aspectos abordados por el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Mathias Cormann, en la presentación hace unos días del informe Estudios económicos de la OCDE: Costa Rica 2023.
El porcentaje de estudiantes que cursan carreras relacionadas con tecnología, matemáticas, ciencia e ingeniería (STEM, por sus siglas en inglés), de acuerdo con un comparativo con los demás países de la OCDE, coloca a Costa Rica muy por debajo del promedio. La situación pone en riesgo la atracción de inversión extranjera, pese a la buena estrategia que se le reconoció al país.
Por las recomendaciones ofrecidas en el informe con miras a tornar más atractivas las carreras STEM para aumentar la matrícula y el números de graduados, estimular el pago de becas y facilitar condiciones, me parece que la valoración se limita a la oferta.
Demanda
La oferta de las universidades públicas y privadas y el apoyo del Estado a la educación en general, en vista del rezago en infraestructura y tecnología educativa, las deficiencias en conectividad, la ausencia de planes a largo plazo de actualización y formación de docentes para la educación del futuro, entre otras cosas, me llevó a cambiar la perspectiva sobre la “causa o razón suficiente de la situación”, es decir, la causa está en la demanda.
¿Por qué la tasa de matrícula en carreras STEM es baja? Aparte de la brecha de género, los estudiantes salen del sistema educativo de primaria y secundaria con deficiencias en conocimientos, habilidades y metodología que hacen ver las carreras STEM como un reto con pronóstico reservado de superarlo.
Recuerdo que en 1988, cuando por las diligencias de Francisco Antonio Pacheco, en su calidad de ministro de Educación Pública, se retomó el examen de bachillerato, yo cursaba undécimo y, por tanto, tuve que prepararme para las pruebas.
La mayor ansiedad, temor y desconsuelo de mi generación era el examen de Matemática, porque “la mate”, como decimos algunos en Costa Rica, era punto y aparte. No era lo mismo que Historia, Geografía, Literatura, etc., porque para saber cuál era la capital de Ecuador, o la ubicación del estrecho de los Dardanelos, o el nombre del autor de la Divina comedia no necesitamos plantear y diseñar ecuaciones de una o dos incógnitas, obtener una derivada o integrar.
Tuve suficiente oportunidad para analizar el estímulo que se da a pensar en STEM desde el comienzo de la formación de los estudiantes en primaria y secundaria, y creo que ahí está el punto en el cual debemos actuar, porque ahí radica la clave para la disrupción.
Claro, también se debe trabajar en la oferta universitaria. Por ejemplo, no son pocos los estudiantes que repiten los cursos de Física, Cálculo, Programación o Química, entre otros, cuando ingresan a estas carreras. Pero entonces, los centros de formación deben crear laboratorios de nivelación que contribuyan a llenar o, como mínimo disminuir, los vacíos que traen los estudiantes, apoyarlos incluso psicológicamente para que no desistan de una carrera luego de repetir hasta tres veces una misma asignatura.
Estímulo práctico
Pero la raíz del problema, o siguiendo a Leibniz, la causa o razón suficiente, se origina mucho antes de llegar a la universidad. Soy defensor de una actividad que es parte del programa de primaria y secundaria: las ferias científicas y tecnológicas.
Esta actividad no debiera ser solo una más en la agenda del ciclo educativo. Creo que deben transformarse en verdaderos laboratorios vocacionales para dar el salto a las carreras STEM en el futuro. Igual pienso de las olimpíadas de matemática, biología, física y química.
Sin embargo, he vivido muy buenas y muy malas experiencias en ferias científicas. Entre lo segundo, he visto que algunas se organizan solo por cumplir con la actividad, padres y encargados son los que llevan a cabo las investigaciones, demostraciones y monografías, o se presentan ideas copiadas de internet.
Entre las cosas extraordinarias de las que he sido testigo, están las pequeñas investigaciones con una aplicación coherente y rigurosa del método científico, que nos da una luz de que se está forjando una cultura científica y tecnológica, que es el propósito de las ferias.
Entonces, no me sorprende que solo el 16 % de los estudiantes cursen carreras STEM en Costa Rica, pero no deberíamos esperar resultados diferentes si no atacamos con política pública, visión a largo plazo e ilusión la causa o razón suficiente de las cosas.
El autor es docente en la UNA y la UCR, doctor en Gobierno y Políticas Públicas.