
Gracias a Dios, a pesar de las duras circunstancias, tienen trabajo. Pero a qué costo. Por entregar a tiempo una comida exprés, hacen locuras en las calles. Los vemos pasar raudos en espacios estrechos, entre filas de vehículos particulares, buses o camiones. Transitan por aceras o irrespetan semáforos y señales de alto como si fueran el hombre de hierro. Incluso, se lanzan en contravía, de frente a los vehículos, con la certeza de que serán los automovilistas, no ellos, quienes se quiten del camino.
Así, los repartidores de alimentos en motocicleta, bicimoto o bicicleta han convertido este oficio en un riesgo para sus vidas. Quienes manejan motocicletas tienen ventaja, pues debieron aprobar el curso teórico y la prueba de manejo. La licencia no garantiza nada; sin embargo, se esperaría que conduzcan apegados a las normas y, cuando menos, cuenten con póliza (apenas ¢3 millones) para gastos médicos si sufren un accidente. También, la policía puede multarlos.
LEA MÁS: Jóvenes ordenaron comida a domicilio para robar motos a repartidores
Pero los que trabajan con bicimoto o bicicleta nunca leyeron El manual del conductor, y se nota. Manejan a 30, 40, 50 o más kilómetros por hora con desconocimiento de la ley de tránsito y lo que significan las señales y las normas de cortesía. Menos van a saber conducir en una rotonda, porque se formaron en la calle.
Su inexperiencia e imprudencia se refleja en las estadísticas. Solo en el primer semestre de este año, fallecieron 95 motociclistas y 11 ciclistas. Y hay un dato invisible que, individualmente, se convierte en una tragedia: ¿Cuántos resultan heridos o quedan incapacitados de por vida a causa de su temeridad? No hay nada escrito, pero de seguro es un drama.
En crisis por los endémicos problemas financieros y, por la pandemia, es prácticamente imposible que el gobierno o los diputados se decidan a legislar para poner en orden a los miles de repartidores. Sin duda, llegará el momento, porque se trata de un oficio peligroso y, como tal, debe ser normado. Lo mínimo sería que las empresas contratantes les exijan aprobar un curso de conducción antes de permitirles tirarse a la calle con sus marcas en la espalda.
Las motos y bicicletas para servicio exprés representan una oportunidad económica, pero debe ser regulada.
amayorga@nacion.com