La sorpresiva decisión de la OPEP de reducir la producción de petróleo en un millón de barriles diarios y la de Rusia de mantener su recorte de 500.000 barriles hasta finales de año subió el precio cuando la economía global se recupera de la pandemia y lucha contra la inflación.
La OPEP ampliada, que incluye a Rusia y países exportadores de Oriente Medio y África, representa el 40 % de las exportaciones mundiales y su recorte tiene como objetivo reducir la oferta a fin de que los precios del barril se mantengan por lo menos en los $80, aunque aspiran a precios mayores.
La geopolítica y la geoeconomía convergen en un potente pulso entre las potencias: Estados Unidos y China, una Rusia que trata de evadir los efectos de las sanciones impuestas por la invasión a Ucrania, la lucha entre países exportadores de petróleo como Arabia Saudita, que no quieren perder su cuota de mercado ni su supremacía como proveedores de potencias, por ejemplo, de China.
Esta es la realidad que emerge en un mundo que quisiera desligarse de sus dependencias, pero que aún sigue atado a ellas. La invasión rusa a Ucrania encontró a una Unión Europea altamente dependiente del crudo ruso, que es para muchos países, como Alemania, su mayor proveedor. Fue sabia y valiente la decisión de Estados Unidos y del Reino Unido de suspender toda compra a los rusos y de los europeos de poner un techo máximo de pago por barril de $60 para evitar que Putin sufrague la guerra con elevados costos del petróleo.
A corto plazo el efecto fue un positivo decrecimiento de los precios del petróleo, que en su pico más alto superó los $120 por barril, pero que comenzó una tendencia a la baja hasta los $70. Esta es la motivación inmediata para que la OPEP decretara un primer recorte en setiembre y el segundo recientemente anunciado.
Otro efecto fue el acercamiento de Rusia a la India y China, claras beneficiarios del petróleo ruso barato, y la desbancada de Arabia Saudita como principal proveedora del crudo a la segunda economía global, además del acercamiento de Arabia Saudita a Putin y China, y un distanciamiento de este país con los Estados Unidos.
A esto hay que seguirle el pulso por su implicación en los bolsillos de los costarricenses.
La autora es politóloga.