La invasión rusa a Ucrania no tomó a todos por sorpresa. Hace meses se sabía que Putin tenía soldados en la frontera ucraniana y estaba preparando su estrategia militar. Entretanto, Estados Unidos, la Unión Europea y Alemania no tomaron ciertas decisiones que habrían disuadido al presidente ruso.
En el 2012 se puso en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 1, lo que hizo de Rusia la principal proveedora de gas hacia los países europeos, pues les suministra el 85% de sus exportaciones y Alemania es la mayor compradora.
Con la creciente necesidad de importar gas, y a pesar del inminente problema de seguridad y de dependencia en un solo proveedor, Alemania siguió consumiendo gas ruso más barato, puesto que el transporte por gasoducto reduce hasta un 20% el costo en comparación con el transporte en barco.
En enero del 2018, Alemania aprobó los permisos para la construcción de una segunda rama paralela del gasoducto, el Nord Stream 2, cuyo costo fue de $11.000 millones, mediante el cual se duplicaría el suministro de gas.
Las tensiones en Europa no se hicieron esperar, la construcción fue bloqueada temporalmente tras una oposición de países de Europa del Este, encabezados por Polonia, Ucrania y los bálticos, que aseguraban que el proyecto representaba una amenaza para la seguridad regional.
Herramienta de coerción
Durante un discurso, el 11 de julio del 2018 en la Cumbre de la OTAN en Bruselas, el presidente Trump pidió a la entonces canciller alemana Angela Merkel que dejaran de construir el gasoducto y le compraran el gas licuado a Estados Unidos, porque la dependencia del gas ruso pondría en riesgo a Europa y Occidente, pues se convertiría en una herramienta de coerción.
“Tenemos que hablar sobre los miles de millones de dólares que se le están pagando al país del que se supone debemos protegernos”, afirmó Trump. Las denuncias fueron desestimadas, la construcción del gasoducto continuó, por lo que el gobierno de Estados Unidos aprobó una ley para sancionar a toda empresa que colaborara en la construcción.
Merkel se comprometió a construir una terminal para importar gas natural licuado de Estados Unidos, pero los esfuerzos fueron abandonados cuando Trump perdió las elecciones.
El tiempo dio la razón a quienes se opusieron a la construcción del gasoducto. Como quedó demostrado, los países europeos, y en especial Alemania, se colocaron en una posición vulnerable ante todo movimiento del Kremlin.
Los importadores de petróleo y gas rusos están financiando la invasión, la muerte de civiles inocentes y la destrucción de ciudades enteras. Oleg Ustenko, asesor económico del presidente Zelenski, afirma que el 45% del presupuesto federal ruso proviene de los ingresos derivados de la exportación de gas y petróleo, que ascienden a unos $700 millones diarios.
Dependencia de Rusia
Estados Unidos y el Reino Unido impusieron un boicot; sin embargo, los europeos no pueden prescindir de las importaciones, pues tendrían que reducir la demanda de gas en un 15%, aumentar el uso del carbón y retrasar el cierre de las centrales nucleares.
En el 2019, gracias al bum del fracking, Estados Unidos llegó a ser el mayor productor de petróleo del mundo y un exportador neto, rompiendo 95 años de dependencia y consiguiendo la ansiada independencia energética. Sin embargo, en tan solo un año de la administración Biden, reanudó la importación de petróleo.
El gobierno ordenó no otorgar más concesiones en terrenos federales y aguas territoriales, hacer una revisión rigurosa del otorgamiento de licencias e imponer estrictas regulaciones ambientales.
El mismo día de la toma de posesión Biden revocó el permiso para terminar la construcción de la línea Keystone XL del oleoducto que conecta Canadá con Estados Unidos.
Canadá es el tercer mayor exportador de petróleo del mundo, y con la conclusión del ramal habría aumentado el flujo de petróleo hacia Estados Unidos en 900.000 barriles diarios, mucho más de los 150.000 diarios que importa de Rusia.
Inexplicablemente, Biden, al parecer, preferiría levantar las sanciones a los dictadores de Venezuela e Irán en vez de dar la orden de concluir el Keystone XL y comprar petróleo a un país amigo, como Canadá. Tampoco pareciera que quiera levantar todas las restricciones que impuso a la producción doméstica.
Transición verde con estrategia
Elon Musk, dueño de Tesla, mayor productora de autos eléctricos en Estados Unidos, sostiene que “tiempos extraordinarios exigen medidas extraordinarias”, por lo que instó al gobierno a aumentar la producción de petróleo y gas de inmediato para presionar a la baja el mercado energético ruso.
Para el empresario, las soluciones ambientales de energía sostenible no pueden reaccionar tan pronto para compensar las exportaciones rusas.
Estados Unidos, como primera potencia mundial y mayor productor de petróleo, debe poner las prioridades en un justo orden. La lucha contra el cambio climático es fundamental, pero en las filas del Partido Demócrata se ha convertido en una obsesión.
En estos momentos turbulentos, hay cuestiones más importantes de las cuales ocuparse, como detener la guerra, salvar vidas y buscar la paz y seguridad del mundo. El abastecimiento inmediato y abundante de petróleo y gas natural a precios bajos se torna en una prioridad.
El autor es odontólogo.
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En el 2019, gracias al bum del "fracking", Estados Unidos llegó a ser el mayor productor de petróleo del mundo. (Shutterstock)