
Lo que sufrimos a diario no es simplemente cansancio, sino el síntoma de una enfermedad crónica que aqueja al sistema de salud pública por el abandono sistemático de años.
Esta realidad se traduce en largas listas de espera, unidades saturadas, el dudoso honor de ser el segundo país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con menos camas hospitalarias (1,1 por cada mil habitantes, cuando el promedio de la OCDE es 4,2) y, lo más grave, un número de plazas de enfermería que no crece por la precarización laboral. Con tal de reducir costos, el sector público busca subcontratar a auxiliares de enfermería con salarios muy inferiores y condiciones laborales inestables, en vez de profesionales capacitados.
Atender a 30 o más personas usuarias es una carga que compromete la calidad y la seguridad de la atención y es una bomba de tiempo. Y es que, cuando una persona llega a un centro de salud, su vida está en nuestras manos, pero el agotamiento y la sobrecarga laboral matan, nublan el juicio, ralentizan las reacciones y erosionan la empatía. ¿Realmente queremos, como sociedad, que nuestra vida y la de nuestros seres queridos dependan de personas que están al borde del colapso?
Esta situación ha acelerado la fuga de talentos al sector privado, una opción completamente legítima. Pero solo una minoría de la población puede costear esos servicios, mientras la gran mayoría queda a merced de un sistema exhausto.
La culpa histórica es de varios gobiernos que han dado la espalda al sistema de salud, priorizando otras agendas. Sin embargo, es imperativo señalar que la administración Chaves Robles no ha generado planes remediales concretos ni de fondo con su inestabilidad en la gobernanza institucional durante los últimos tres años, cuando 30 personas pasaron por 31 puestos en la Junta Directiva y cuatro han ocupado la Presidencia Ejecutiva de la CCSS.
El revanchismo político y la polarización parecen haber nublado la visión sobre las necesidades prioritarias de la población. La crisis de la enfermería es, en esencia, la crisis de la salud pública costarricense.
Esperamos del próximo gobierno soluciones estructurales, no parches. Es hora de que la salud deje de ser moneda de cambio político y se convierta en la verdadera prioridad nacional. De lo contrario, todos y todas seremos víctimas de un sistema que, literalmente, se está quedando sin aliento.
Daniel Fallas Álvarez es estudiante de Enfermería.