
En el mundo actual, la innovación es el motor silencioso que impulsa el crecimiento económico y el bienestar de las naciones. No se trata solo de inventar productos nuevos, sino de transformar conocimiento en valor, productividad y oportunidades. Las economías más exitosas son aquellas que han logrado integrar la ciencia, la tecnología y la creatividad dentro de sus estrategias de desarrollo.
Los economistas recientemente galardonados con el Premio Nobel de Economía 2025 –Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt– fueron reconocidos precisamente por explicar cómo el progreso tecnológico y la “destrucción creativa” sostienen el crecimiento de largo plazo. Mokyr demostró que la innovación prospera en sociedades abiertas al conocimiento y con instituciones que premian la experimentación. Aghion y Howitt, en tanto, desarrollaron la teoría de la destrucción creativa: las nuevas ideas reemplazan a las antiguas, impulsando la productividad y elevando los ingresos.
La innovación promueve el crecimiento económico y el bienestar por varias vías: 1) Aumentos de productividad: nuevas tecnologías, mejores procesos y productos permiten producir más con los mismos insumos; 2) Destrucción creativa: la innovación sustituye actividades obsoletas, liberando recursos (capital, trabajo) hacia actividades más eficientes; 3) Externalidades positivas: el conocimiento puede derramarse hacia otras empresas (spillovers), lo que hace que el beneficio social de una innovación supere el beneficio privado; 4) Mejora en calidad de vida: tecnología médica, transporte, comunicaciones, energía limpia, etc., elevan el bienestar directo de las personas; y 5) Dinamismo competitivo y diversificación: al incentivar nuevos emprendimientos y permitir que surjan sectores emergentes, la innovación reduce la dependencia de actividades tradicionales estancadas.
Empíricamente, se observa que las economías que logran altos niveles sostenidos de innovación (medidos en gasto en I+D, patentes, productividad, adopción tecnológica) tienden a crecer más rápido y mantener niveles elevados de bienestar en el largo plazo.
El triángulo virtuoso de la innovación
La innovación no ocurre en el vacío. Requiere un ecosistema donde converjan tres actores: empresas, gobierno y academia. Las empresas privadas son el corazón del proceso: arriesgan, invierten y transforman ideas en productos que mejoran la vida de las personas.
El Estado crea las condiciones adecuadas: financia investigación, fomenta la competencia, protege la propiedad intelectual y coordina esfuerzos nacionales en ciencia y tecnología. La academia, por su parte, forma talento y produce conocimiento (investigación) que puede transferirse al sector productivo. Cuando estos tres pilares trabajan juntos, el resultado es un círculo virtuoso: más innovación, mayor productividad y mejor calidad de vida.
Costa Rica: avances y rezagos
Costa Rica tiene un enorme potencial innovador, pero lo aprovecha solo parcialmente. Según el Estudio Económico de la OCDE para Costa Rica (2025), el gasto público en ciencia, tecnología e innovación fue de apenas 0,015 % del PIB en 2023, uno de los niveles más bajos de la región.
Las empresas financian sus esfuerzos innovadores con recursos propios y la coordinación institucional es débil.
Pese a ello, el país ha mostrado avances. El Índice Global de Innovación 2024 lo ubicó entre los 70 países más innovadores del mundo, destacando su sofisticación empresarial y su capacidad para atraer inversión extranjera en servicios y manufactura avanzada.
Empresas como Intel, Boston Scientific o Establishment Labs, en el régimen de zonas francas, desarrollan productos de alta tecnología y han elevado los estándares de calidad del país. En el régimen definitivo también surgen innovaciones en fintech, biotecnología y software, impulsadas por emprendedores locales.
Sin embargo, los estudios del BID advierten de que los encadenamientos entre empresas multinacionales y locales siguen siendo limitados, lo que restringe la difusión tecnológica. Además, la escasez de investigadores y la falta de financiamiento estable para la ciencia reducen la capacidad nacional de generar conocimiento propio.
Qué hacer
Costa Rica necesita una política de innovación más ambiciosa y coherente. Incrementar la inversión en I+D, crear incentivos fiscales a la innovación empresarial, fortalecer los vínculos universidad-empresa, desarrollar clústeres tecnológicos y formar más ingenieros e investigadores son pasos urgentes. También se requiere una mejor coordinación del sistema nacional de innovación con visión de largo plazo y rendición de cuentas.
El país tiene ventajas únicas: talento humano calificado, estabilidad institucional y una base exportadora moderna. Con apoyo del gobierno y la academia, la empresa privada podría liderar una transformación hacia una economía basada en conocimiento, con empleos de mayor valor y mejores salarios.
Democracia, mercado e innovación
La innovación florece en entornos donde hay libertad, competencia y seguridad jurídica. Una democracia liberal sólida, que garantice derechos y fomente el pensamiento crítico, es tan importante como un mercado abierto y competitivo, que premie a quienes se atreven a innovar.
Transformar la economía de Costa Rica hacia una economía guiada por la innovación no es una opción, sino una necesidad para mantener la competitividad, generar crecimiento sostenible y lograr que la población disfrute niveles superiores de bienestar.
Si se fortalece la democracia liberal, se fomenta la competencia y se articula un sistema de innovación efectivo, Costa Rica puede convertirse en un hub tecnológico regional con alto valor agregado, capaz de retener talento, atraer inversión y diversificar su economía.
rmonge@academiaca.or.cr
Ricardo Monge González es el presidente de la Academia de Centroamérica.
