No nos engañemos: Hacienda dio un buen paso al frente, pero absolutamente insuficiente para controlar el déficit. Lo más preocupante es el giro conformista y complaciente que percibo en el ambiente. ¿Volveremos a la inveterada costumbre de hacer las cosas a medias?
El gobierno afirma que ya agotó todo lo que podía hacer administrativamente para disminuir el déficit primario y ahora siguen los impuestos. Revivió aquella polémica misiva de Luis Guillermo Solís a los diputados: “Yo ya cumplí; ahora les toca a ustedes” (poco después, derogó el decreto, descongeló plazas vedadas y todo quedó en nada). Y, claro, la situación se deterioró. El déficit financiero proyectado por el Banco Central subió al 7,1 % del PIB en el 2018 y será de un 7,9 % en el 2019.
El gobierno actual pretende disminuirlo al 3 % del PIB a lo largo de su mandato, pero las medidas de contención apenas darían “¢48.926 millones en el primer año, un 0,14 % del PIB”. La fracción del PLN, apoyada por sus economistas, cuestiona la cifra y aduce que no llegaría ni al 1 % en cuatro años, no se eliminaría el déficit primario y seguiría creciendo la deuda arriba del 50 % del PIB, porcentaje riesgoso según el FMI. El Banco Mundial estima que el ajuste debería ser de un 4,5 % “para estabilizar el coeficiente de endeudamiento público en su nivel actual”. Por prudencia, esperemos a la revisión del programa “macro” del Banco Central, a fines de junio, para precisar el monto de la contención y el déficit remanente.
Por eso, los diputados no deben precipitarse. Varias razones lo aconsejan: a) la visión económica moderna privilegia el recorte (no la contención) de gastos sobre impuestos (y no a la inversa); b) el plan de contención no contiene reformas estructurales ni permanentes (es fácilmente reversible); c) sostener cuatro años la austeridad salarial es políticamente difícil; c) filosóficamente, el PAC sigue siendo PAC, más estatista que el equipo económico, cuya permanencia es insegura; e) finalmente, aprobar impuestos es el único as de la oposición para asegurar que el gobierno hará nuevos recortes. Si lo quema de entrada, se quedará sin nada.
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¿Debe, entonces, cruzarse de brazos? Claro que no. Ni soy —ni es— tan ingenuo. Tiene un promisorio arsenal de acción inmediata: a) la regla fiscal para amarrar al Ejecutivo; b) derogar todas las leyes con destinos específicos sin sustento (y con él); y c) dictar la ley del empleo público prometida por Hacienda. Después, podrán volver a hablar de impuestos.
jorge.guardiaquiros@yahoo.com