
El factor RH es, en términos simples, una característica genética que indica la presencia o ausencia del antígeno D en los glóbulos rojos. Dicho de forma aún más sencilla: es una señal en la sangre. No es una enfermedad, pero puede generar complicaciones inmunológicas serias si no se maneja con cuidado. Por ejemplo, si una persona RH negativo recibe sangre RH positivo, su cuerpo puede reaccionar de forma violenta. No hace falta ser médico para entender que eso no termina bien.
En un momento en que la economía costarricense pierde impulso y lo que más necesita es, precisamente, una buena transfusión de sangre, nos parece oportuno hablar de este factor. Pero en nuestro caso, no es el RH… sino el factor RM.
El factor RM
Este factor tiene una característica central: una precaución extrema que bordea con parálisis al momento de tomar decisiones (algunos dirían que fácilmente se confunde con miedo). Es un rasgo que, si bien podría proteger ante amenazas, genera costos reales y elevados para la salud económica del país. Y, como el RH, también es incompatible con ciertos elementos clave del sistema. A continuación, examinamos algunas de esas incompatibilidades.
Primera incompatibilidad: El crecimiento
Mientras que México, Perú, Colombia, Chile, Suiza y la Unión Europea han reducido sus tasas de política monetaria (TPM) durante el 2025, siguiendo fielmente sus esquemas de metas de inflación, en Costa Rica, en cambio, el factor RM ha pesado tanto en la toma de decisiones que ni siquiera se ha intentado aproximarse a la meta.
Aquí, mantener la tasa alta pareciera no ser problema, aunque eso implique menor consumo, menor inversión, menor producción… y menor crecimiento. Todo sea por evitar que la TPM se aleje demasiado de la de la Reserva Federal. Porque en nuestro peculiar régimen, las metas se anuncian, pero no se trata necesariamente de cumplirlas. Y claro, cómo se van a equivocar si no se toman decisiones… ¿verdad?
El costo de esta parálisis no es menor. Según nuestras estimaciones, la pérdida diaria por menor crecimiento económico en términos de producción ronda los ¢2.400 por persona. Por el lado del ingreso de las personas, estas pierden ¢1.900 diarios debido a un menor ingreso disponible. Multiplíquelo por 365 días y después por los 5,2 millones de habitantes de nuestro verde país y entenderá por qué la “prudencia” del factor RM nos está saliendo carísima.
Segunda incompatibilidad: Finanzas públicas
El factor RM ha demostrado que puede vivir en perfecta armonía con un tipo de cambio bajo. Al fin y al cabo, la prioridad no es cumplir la meta de inflación, sino asegurar que el dólar no suba. Todo lo demás puede esperar.
El problema es que incluso el mismo factor RM también ha probado que un tipo de cambio tan apreciado genera pérdidas netas para las finanzas públicas. Según datos del Ministerio de Hacienda, solo en 2023 y 2024, la caída del tipo de cambio le restó al fisco cerca de $400 millones en ingresos. Con eso se podría haber construido el nuevo hospital de Cartago o haber financiado buena parte de la ampliación de la ruta 27.
Es cierto que, con el tipo de cambio bajo, la deuda externa se ve más pequeña en colones. Pero de poco sirve esa imagen si el saldo de caja se debilita. Vale recordar que las empresas no quiebran por tener deuda, quiebran por falta de liquidez para atenderla. Y en el caso costarricense, no sería exagerado decir que el factor RM está empujando a Hacienda hacia una zona peligrosa de la cual nos habíamos alejado.
Tercera incompatibilidad: Competitividad del turismo y las exportaciones
El factor RM tiene otra peculiaridad: producto de su obsesión con la estabilidad cambiaria y su nostalgia por un colón fuerte (tan fuerte como el de hace 19 años), termina favoreciendo un tipo de cambio apreciado, aunque eso implique restarles competitividad a sectores clave como el turismo, las exportaciones o la misma industria doméstica.
Mientras otros países administran sus monedas con cierto criterio de competitividad, aquí el factor RM se ha encargado de que la apreciación cambiaria se convierta en dogma de fe. Todo se sacrifica en su altar: el crecimiento, el empleo, el ingreso fiscal y el productor nacional.
Lo más preocupante es la desconexión con la realidad. Si bien el factor RM le teme a casi todo (desde una leve depreciación hasta un alza en el precio del petróleo) no parece inmutarse ante el dato de que las exportaciones de servicios crecieron apenas un 1 % en el primer trimestre, o que desde setiembre, unos 70.000 turistas menos visitaron el país. Eso se tradujo en $107 millones menos en divisas y un golpe directo a miles de familias y empresas que dependen del turismo.

Cuarta incompatibilidad: la credibilidad
El factor RM también es incompatible con la credibilidad, un recurso escaso y valioso para cualquier banco central. Desde octubre de 2022, hemos sido testigos de una cadena de promesas incumplidas sobre la vuelta de la inflación al rango meta: primero, se dijo que sería en 2023; luego, en 2024; después, en 2025, y más recientemente, en junio de este año, se movió para el tercer trimestre de 2026. A este ritmo, no sería raro que en octubre nos digan que será en 2027… o cuando llegue el fin del mundo, lo que ocurra primero.
Este constante cambio de fecha tiene consecuencias. Cuando un banco central pierde credibilidad, todo lo demás se complica: planificar ajustes en salarios, fijar precios, diseñar presupuestos. También sobra decir que recuperar esa confianza es mucho más difícil que perderla.
Costa Rica ha pasado, sin decirlo, de un régimen de flotación administrada a uno que podríamos llamar –con bastante precisión– de meta de inflación flexible… pero en fecha de llegada. Otra innovación más que nos deja el factor RM.
Conclusión: Urge transfusión pero sin el factor RM. Como hemos visto, el factor en cuestión no es compatible con el crecimiento, ni con las finanzas públicas, ni con la competitividad, ni con la credibilidad. Lo preocupante es que no se trata de un tecnicismo aislado, sino de una forma de conducir la economía que, bajo la excusa de la prudencia, está generando costos crecientes y acumulativos.
Así las cosas, aunque dos golondrinas no anuncian el verano, el hecho de que dos directores del Banco Central hayan sido curados del factor RM podría darnos alguna señal de esperanza: tal vez aún sea posible que al menos tres más encuentren el antídoto necesario para superarlo.
En un país que necesita dinamismo, confianza y dirección, el factor RM no parece ser, al igual que el factor RH, una seña genética, sino que es, más bien, un bloqueo circulatorio que debilita la economía mientras se insiste en que todo está bajo control. Al final, tanto cuidarse del peligro ha terminado siendo... el verdadero peligro. Y aunque la prudencia puede ser una virtud, cuando se vuelve miedo, sale más cara que un poco de inflación.
dortiz@cefsa.cr
Luis Liberman y Daniel Ortiz son economistas.