En enero, el Ejecutivo anunció que la deuda del Gobierno Central había caído a un 59,8% del PIB en el 2024. La cifra permitió, por primera vez en varios años, activar un escenario más flexible de la regla fiscal para la formulación del presupuesto 2026. Ese dato abrió expectativas: más inversión en infraestructura, posibilidad de ajustes salariales y un mayor margen para la política pública. Sin embargo, 10 meses después, el panorama luce distinto.
El más reciente Informe de política monetaria del Banco Central señala que, tras la revisión a la baja del PIB nominal, la relación deuda/PIB volvería a colocarse por encima del 60% en 2025, 2026 y 2027. Esto implicaría regresar al escenario más restrictivo de la regla fiscal a partir del presupuesto 2027. En otras palabras, el “espacio” que se había abierto duró un solo año.
El Estado de la Nación 2025, publicado esta semana, ofrece claves adicionales para entender esta fragilidad. Entre 2021 y 2024 la deuda se redujo, pero buena parte de esa mejora respondió a factores temporales: crecimiento económico, inflación y tipo de cambio. La contribución estructural del balance primario fue menor. Al mismo tiempo, la inversión social y el gasto de capital perdieron dinamismo: crecieron menos que el gasto total y menos que la economía, lo que explica por qué la estabilidad fiscal reciente se acompañó de una contracción en áreas como educación, salud, protección social e infraestructura. Esto crea una vulnerabilidad evidente. En un contexto así, un desvío pequeño en el crecimiento, en el tipo de cambio o en el superávit primario puede modificar la razón deuda/PIB lo suficiente como para reactivar las restricciones más severas de la regla fiscal.
El punto central es que la reducción de la deuda en el 2024, aunque positiva, fue frágil. No definió una tendencia robusta ni generó un espacio fiscal permanente. Fue más un alivio momentáneo que un cambio estructural. Lo relevante no es si la razón deuda/PIB cruzó una línea simbólica durante un año, sino cuán sostenible es mantenerla por debajo de ese umbral sin seguir comprometiendo la inversión social y el desarrollo de largo plazo. Esa es la discusión de fondo: cómo construir un espacio fiscal real, sostenido y compatible con un crecimiento que beneficie a todo el país.
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Andrés Fernández Arauz es economista.