
El 55% de los costarricenses que aseguran que votarán en las elecciones presidenciales de febrero del 2026 aún no sabe por quién lo harán. Este dato, revelado por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) el 22 de octubre, marca el inicio de una campaña electoral dominada por la incertidumbre y la desilusión.
Este bloque de indecisos supera por más del doble al grupo que apoya a la candidata Laura Fernández, segunda respuesta más frecuente, y es más de cuatro veces superior al que respalda a Álvaro Ramos, quien ocupa el tercer lugar en intención de voto. La magnitud del desencanto es difícil de ignorar.
No he tenido acceso a otras encuestas completas más allá de la del CIEP. El único caso adicional es el de Opol Consultores, que realizó una, pero no ha liberado el estudio completo. Solo se ha divulgado el resultado de una de las preguntas, publicada por el diario digital ElMundo.cr el 30 de octubre. Esa pregunta muestra la preferencia de voto entre el subgrupo de personas que ya han escogido candidato, dejando fuera al segmento más volátil: los indecisos. Según ese dato, Laura Fernández lidera con un 51% de intención de voto entre los decididos, seguida por Ramos (12,5%) y Fabricio Alvarado (8,2%). Pero extrapolar estos resultados al universo electoral completo resulta metodológicamente riesgoso. Sin conocer el porcentaje de indecisos, lo que vemos es una imagen ampliada de quienes ya han elegido candidato, no del conjunto de votantes decididos a participar.
De momento, solo el CIEP ha publicado datos completos. Sin embargo, el politólogo Jorge Polinaris señaló en el diario digital Crónicas de La Unión que Opol estimó el porcentaje de indecisos en un 39%. Aun con esa cifra más baja, el grupo sigue siendo lo suficientemente grande como para volcar los resultados en direcciones impredecibles.
Un problema más profundo
Este fenómeno, la indecisión electoral significativa, es lo que motiva este artículo. No se trata de apatía, sino de algo más profundo: una señal del síndrome de fatiga democrática.
El filósofo australiano Roman Krznaric define este síndrome como la pérdida progresiva de confianza en los sistemas democráticos, percibidos como ineficaces, corruptos o incapaces de representar de manera efectiva a la ciudadanía. El síndrome de fatiga democrática se manifiesta cuando las promesas de estabilidad económica, seguridad ciudadana y calidad de vida no se cumplen. En sus palabras, es el resultado de décadas de promesas fallidas en el empleo, la vivienda y el control del costo de vida.
Esta desilusión no es exclusiva de Costa Rica. En el 2024, se celebraron 74 elecciones generales en el mundo. Se emitieron más de 1.600 millones de votos, y el abstencionismo promedio fue del 39%, según el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA). El resultado: una ola de líderes populistas elegidos en contextos de polarización y desencanto.
Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina, Prabowo Subianto en Indonesia y Sheikh Hasina en Bangladés llegaron al poder con discursos antisistema. En Corea del Sur y en Reino Unido, los votantes dieron la espalda a décadas de estabilidad política y apostaron por giros radicales. En India y en Sudáfrica, la continuidad de partidos históricos como el BJP y el Congreso Nacional Africano estuvo en riesgo.
Kevin Casas, secretario general de IDEA y exvicepresidente de Costa Rica, lo resumió en la revista TIME: “En los tiempos posteriores a grandes crisis, como la pandemia, muchos tienden a apoyar a líderes populistas y autoritarios en busca del restablecimiento del orden”.
Las elecciones de febrero próximo en Costa Rica serán complejas. Quienes estemos decididos a votar lo haremos, probablemente, con una dosis notable de fatiga política. Votaremos con resignación más que con convicción.
Los partidos políticos deben esforzarse por identificar nuevos liderazgos: personas con carisma, vocación de servicio, integridad moral y capacidad para construir consensos. Si no lo hacen, nos dejan sin opciones verdaderamente inspiradoras. Y, entonces, como otras veces en los últimos 15 años, no nos quedará más que escoger al “menos malo”.
dvargascri@outlook.com
David Vargas Chacón es periodista, fotógrafo y estratega digital. Ha ejercido como periodista, director de fotografía, jefe de prensa, profesor universitario, estratega de social media, y creador de contenidos en Costa Rica, Estados Unidos, Rusia y Ucrania.