Nuestro país se caracteriza por ser relativamente pacífico en una región tradicionalmente convulsa. Esto se debe en gran medida a su historia y a sus capacidades para la organización regional, social, económica y política. No obstante, la posición geopolítica lo hace vulnerable al entorno regional. Los grandes conflictos históricos han estado ligados a los intereses y las intervenciones externas.
Así ocurrió en el siglo XIX durante la guerra contra los filibusteros. Costa Rica tuvo el talento y la visión para establecer alianzas con Inglaterra, la potencia dominante que se sentía amenazada por la expansión de los Estados Unidos, y con Cornelius Vanderbilt, el millonario norteamericano propietario de la Compañía Accesoria del Tránsito, que trasladaba por el río San Juan a los colonos atraídos por la fiebre del oro y que viajaban hacia California, cuyos vapores habían sido expropiados por Walker.
La incorporación posterior de las otras naciones centroamericanas a la guerra y la solidaridad financiera latinoamericana de países como Perú crearon condiciones que, junto con la visión y preparación de nuestro gobierno, permitieron el triunfo contra los invasores.
También en el siglo XX, cuando la guerra en Centroamérica amenazaba la paz regional y la estabilidad de nuestro país en las décadas de los setenta y ochenta, pudimos actuar con el apoyo de alianzas externas, como los demócratas estadounidenses, los socialdemócratas europeos y la URSS de Mijaíl Gorbachov, para llevar a buen puerto el plan de paz centroamericano y hacer callar los cañones de la guerra.
En la actualidad, debido a la emergencia de un mundo multipolar y la revolución tecnológica, se están moviendo con fuerza las “placas” políticas y económicas. Por un lado, están los intereses de las potencias emergentes en posicionarse económica y políticamente en la región, especialmente China. Esta potencia asiática, además del estadio, propuso la construcción de una zona económica especial que abarcaba Limón, Puntarenas y San Carlos, lo que nos habría permitido paliar los problemas en estas regiones. No obstante, se guardó su propuesta en el congelador debido a presiones externas.
Embate del narcotráfico
Por otro lado, existe la fuerte irrupción del narcotráfico, su poder y su capacidad económica y de terror, que utiliza nuestro territorio para consolidar el envío de droga hacia el norte del continente y Europa, ya que cada vez tienen más dificultades para hacerlo por aire o mar debido al control de la Armada estadounidense.
Sin embargo, esta nueva coyuntura nos tomó desprevenidos y el narcotráfico se ha instalado en nuestras costas y fronteras, aprovechando la exclusión y la falta de oportunidades de la población local.
Los sicarios luchan por el control de territorios, mientras el narco penetra progresivamente en la institucionalidad y avanza hacia el centro del país, donde encuentra un aparato institucional del siglo XX, entrabado e incapaz de hacer frente a los retos emergentes.
Ha hecho falta una visión que ajuste la nueva institucionalidad y la articule de acuerdo con los cambios mundiales y nuestras necesidades actuales. Especialmente, debemos aprovechar nuestra posición geopolítica, que es nuestra fortaleza y, al mismo tiempo, la generadora de los conflictos.
Debemos procurar mantener buenas relaciones con todas las potencias, una política de neutralidad y respeto al ordenamiento internacional sin ceder a presiones indebidas, como de la que fue objeto la zona económica especial china.
Debemos tomar conciencia de que la multipolaridad exige cambios por parte de Estados Unidos para atraer el apoyo de América Latina y así verse menos afectado por las migraciones masivas.
Estados Unidos no debe mantener, en contraposición al derecho internacional, la política de sanciones unilaterales que promueve la migración, y deberá asociarse con los países de la región para proteger el medioambiente y centrar el control y el combate contra las drogas en los consumidores y no tanto en los productores.
Estudio profundo de la historia
Debemos retomar nuestra historia para ver los orígenes de nuestras fortalezas regionales, actualizar nuestro conocimiento sobre nuestro potencial como nación y aprender de las mejores prácticas.
Lo geopolítico ha sido vital en la historia de la región centroamericana y del Caribe por su posición estratégica. Lo he tocado en otros artículos en este diario, ha sido destacado por Armando Vargas Araya y la Academia Morista, e incluso le valió el Premio Nobel al expresidente Arias por sus intervenciones en favor de la paz durante el siglo pasado.
No se ha dedicado el estudio ni el aprendizaje que merecen las fortalezas, posibilidades y debilidades de las regiones. Sin embargo, su análisis es clave para configurar no solo las reformas institucionales que se requieren, sino también las políticas públicas que dinamicen el potencial y la participación activa de las comunidades en las diversas regiones.
Conocer sus logros y limitaciones es fundamental para aprovechar su experiencia en la configuración de modelos y senderos de desarrollo que nos permitan ajustar las políticas públicas con firmeza.
En un próximo artículo, dirigiré la atención hacia las regiones históricas, sus fortalezas, limitaciones y enseñanzas, y perfilaré las lecciones de una sociología regional.
El autor es sociólogo.
