Votar contra el establishment se tornó una moda en América Latina. Para citar, pasó en El Salvador, Perú, Chile, Honduras, Costa Rica y ahora en Colombia debido al hartazgo ciudadano con los partidos o políticos “de siempre” y por el anhelo de “un cambio” —no muy bien definido en el común de la gente—, expresado, por lo general, contra la corrupción y la ineficacia al gobernar.
Esas ansias de castigar en las urnas a los “tradicionales” y de darles a los partidos emergentes o de oposición una “oportunidad” se convierte en un arma de doble filo para las democracias, porque está probado que por allí entran y se empoderan los autoritarios con un discurso populista al que también sucumben, cada vez más, los electores. Sucedió en El Salvador, Nicaragua, Venezuela y Brasil, donde los centros fueron desplazados por los extremos de la izquierda o la derecha.
Costa Rica no es ajena a esa tendencia. La crisis de partidos y políticos bien podría desembocar en que un candidato autoritario llegara al poder con mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa. Esa sería su arma para apoderarse del control de los tres poderes, como lo hicieron Bukele, Ortega y Chávez. Sin duda, este último es el maestro.
Responsables de estos extremismos son los partidos y políticos “de siempre”, los “tradicionales”, porque nunca entendieron el reclamo del electorado y toleraron que figuras desprestigiadas se entronizaran en sus estructuras, alcanzaran el mando de un país y gobernaran con el estilo “de siempre”.
Un caso en Costa Rica es el del Partido Liberación Nacional (PLN) que, con siete décadas de existencia, va a menos y hasta camino al panteón por negarse a la renovación.
Haciendo caso omiso de los fiascos electorales, insiste en postular a “los de siempre” tanto para gobernar como para legislar, y ahora su secretario general, Gustavo Viales, se aferra al puesto, se niega a renunciar, pese a las dudas sobre la visita que hizo a un condominio donde fue detenido un presunto narcotraficante de la zona sur.
Esa perversa intransigencia, egocentrismo y autoritarismo en los mismos partidos políticos latinoamericanos, incluido el PLN, es precisamente el germen que ha venido a socavar las democracias.
amayorga@nacion.com
El secretario general del PLN, Gustavo Viales, se niega a renunciar, pese a las dudas sobre la visita que hizo a un condominio donde fue detenido un presunto narcotraficante de la zona sur. (Albert Marín)
Ingresó a La Nación en 1986. En 1990 pasó a coordinar la sección Nacionales y en 1995 asumió una jefatura de información; desde 2010 es jefe de Redacción. Estudió en la UCR; en la U Latina obtuvo el bachillerato y en la Universidad de Barcelona, España, una maestría en Periodismo.
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