Quienes abordan la realidad nacional desde visiones catastróficas, y los que aún censuran nuestra apertura económica y dinámica inserción en los procesos económicos multinacionales (a veces los mismos), deberían leer con mente abierta tres noticias aparecidas ayer en este periódico: el gran repunte en las exportaciones de bienes durante el primer semestre, los $600 millones que Intel invertirá aquí en el curso de tres años y las 2.000 nuevas contrataciones anunciadas por Amazon.
El hilo que las une tiene varias hebras: seguridad jurídica, recursos humanos, ubicación estratégica, red de tratados comerciales, cambios en el consumo y las cadenas de valor globales, flexibilidad y diversidad del aparato productivo, empeño empresarial, eficaces instituciones de comercio exterior y atracción de inversiones y, finalmente, una variable que espero cada vez tenga menos peso: beneficios fiscales.
Lo más estimulante del salto exportador no es que su 26 % promedio sea notable en relación con el primer semestre del 2020 (pandemia ya en su apogeo), sino con los de todos los semestres anteriores. Además, el incremento es generalizado: zonas francas y empresas de base local, mercados de destino y rubros productivos, a excepción de los pecuarios y pesca; pero su rezago, en parte, coyuntural.
La nueva apuesta de Intel por su operación en Costa Rica —iniciada en 1997— forma parte de la búsqueda por ampliar oferta, ganar mercados, superar retos de competencia y retomar su papel de puntero en el diseño y fabricación de microprocesadores. La relación de larga data sigue renovándose, gracias a la intersección entre fortalezas nacionales y decisiones corporativas. La operación de Amazon se centra en atención a clientes y servicios internos: poco impacto tecnológico, pero mucho en empleo y capacitación.
Salvo nuestra ubicación geográfica, todo lo anterior es producto de decisiones acumuladas a lo largo de décadas. Su impulso se mantiene. El gran reto es que crezca en términos absolutos y relativos (competencia con otros), que cada vez genere más valor para el conjunto de la sociedad, y que las exoneraciones tributarias puedan desaparecer como factor clave. Estamos, de nuevo, ante la necesidad de tomar decisiones. Deben ser acertadas, realistas, visionarias y oportunas.
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