Ángela, y más concretamente, Ángela Yvonne Davis, se llamaba aquella joven negra, con un afro hair tan grande que la cara parecía ocupar solo un tercio de su cabeza, y que acompañada por el sociólogo de izquierda Herbert Marcuse dirigía, en el campus de Berkeley de la Universidad de California, un discurso de protesta ante una gran cantidad de estudiantes en su mayoría blancos.
Eso fue en octubre de 1969, un mes después de haber comenzado yo estudios de posgrado en dicha universidad. Su imagen se me quedó grabada.
Ángela Davis, coetánea mía, nació en Alabama, Estados Unidos, en un ambiente de segregación racial. Estudiante destacada en las universidades Brandeis y J.W. Goethe de Fráncfort, obtuvo una maestría en la Universidad de California en San Diego y un doctorado en la Universidad Humboldt, en Berlín Oriental (el entonces lado comunista).
En UC San Diego fue discípula de Marcuse y eso reforzó su aprecio por las causas revolucionarias de izquierda. Fue simpatizante del Che Guevara, Patricio Lumumba, el movimiento de protesta político de Oakland denominado Black Panther, cuya filosofía era maoísta, marxista-leninista y en general de extrema y violenta izquierda. Interactuó con reconocidos activistas negros, como Stokely Carmichael, Huey Newton y Malcom X, y seguía con aprecio las enseñanzas de los existencialistas Jean-Paul Sartre y Albert Camus.
Profesora. Sus logros académicos la llevaron a ocupar el cargo de profesora asistente en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), parte de la familia de instituciones de educación superior estatal de California, cuyo gobernador era entonces Ronald Reagan, cargo que lo hacía presidente de la Junta de Regentes.
Ángela cometió el “error” (o tuvo la osadía) de declararse comunista y miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos, lo que –unido al lenguaje revolucionario que utilizaba– hizo que la despidieran de su cargo en la UCLA, lo cual llevó a múltiples protestas de quienes consideraban que tal gesto contradecía la libertad de cátedra.
La citada actividad Davis-Marcuse, en Berkeley, fue una de ellas. Sin embargo, para el FBI Ángela Davis constituía un “atentado contra la seguridad del país”.
Más adelante la universidad dio marcha atrás a la medida y la recontrató. Entre otros cargos, ocupó el de profesora en el Departamento de Asuntos Femeninos de la Universidad de California en Santa Cruz.
Feminista. Defendió causas feministas, pues consideró que la relación hombre-mujer jugaba un papel importante en la sociedad y que en ella la mujer no tenía ventaja. Se casó, pero su matrimonio solo duró tres años. En 1997, se declaró lesbiana.
Siempre consideró que las personas que estudian filosofía deben involucrarse activamente y –de ser necesario, recurrir a vías violentas– en los asuntos de la sociedad. Algo así movió a don Quijote a actuar, y rápido, “apretándole a ello la falta que, según él, en el mundo su tardanza hacía”.
Pero, sobre todo, Davis defendió la causa de la gente “de color” (los negros, aunque técnicamente el negro es la ausencia de colores) en los Estados Unidos, a quienes consideró oprimidos. “En EE. UU. es más probable encontrar negros en prisiones que en instituciones de educación superior”, sostenía. Para ella las prisiones más que hacer desaparecer los problemas sociales lo que hacen es ocultarlos.
No tuvo gran aprecio por la política tradicional y para ella lo que los Estados Unidos necesitaban eran “más políticos desempleados”, aunque eso no empata con un positivo y lindo comentario que alguna vez hizo, en el sentido que si a los muros, que separan, se les colocara de forma horizontal, constituirían puentes, que unen.
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Con el paso del tiempo moderó sus posiciones. Renunció al Partido Comunista y ahora considera que en materia de discriminación racial se han producido importantes avances, de cuyos dolores de parto ella participó.
Quien quiera conocer más de Ángela Davis puede consultar su biografía en Internet e informarse sobre sus muchas publicaciones. También puede hacerlo de primera mano, asistiendo a una charla que dará, la mañana del 4 de abril próximo en el Centro de Investigación de Estudios de la Mujer de la Universidad de Costa Rica. Lástima que no podrán verla con el corte de pelo afro que lucía hace más de medio siglo.
El autor es economista.