Es un alivio saber que la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología (CNVE) no tenía idea de lo que estaba pidiendo cuando incorporó el apostillado a los requisitos para aplicar una segunda dosis de la vacuna contra la covid-19 a quien se haya puesto la primera en el extranjero.
La exigencia es absurda, para no calificarla con más severidad. Si no la justificara el desconocimiento admitido por el secretario técnico de la CNVE, solo se explicaría por el autoritarismo burocrático, movido por inconfesos resentimientos.
La apostilla es un verdadero castigo para quien osó viajar o aprovechó su estadía en el extranjero para inocularse.
Lejos de criticarlas, nuestras autoridades más bien han celebrado, con toda razón, la contribución de esas personas al esfuerzo nacional de vacunación.
En Estados Unidos, la apostilla se tramita ante una oficina estatal únicamente si el documento fue emitido por una entidad pública. Quien se haya vacunado en una farmacia no tiene remedio.
Luego, se exige la traducción de la tarjetita, no por cualquier traductor, sino por uno oficial, reconocido por la Cancillería.
Todo eso cuesta tiempo y dinero, pero lo imperdonable es que no tiene ningún sentido. En la edición del jueves, en la cual informamos la intención oficial de reconsiderar el requisito, publicamos una tarjeta nacional y una estadounidense.
La primera es un papelito cuya falsificación no ofrece mayor obstáculo a quien tenga una impresora de calidad, pero la copia probablemente sea innecesaria en una institución donde se constató el fingimiento de vacunaciones para desviar el fármaco a otros destinos.
Sustraer un fajo de cartoncitos es mucho más fácil. Quizá la CNVE nos libre de ese peligro exigiendo certificación notarial del carnecito.
En contraste con la escasa información del cartoncillo nacional, el estadounidense tiene códigos QR, nombre del vacunador y lote del producto, además de los datos incorporados al documento local para identificar al vacunado y el lugar donde se le administró la dosis.
Es mucho más fácil falsificar un carné nacional. Por otra parte, es difícil imaginar a un ejército de idiotas capaces de hacerlo para, a fin de cuentas, recibir una sola dosis.
No obstante, si la CNVE duda, puede incrementar significativamente el grado de certeza pidiendo al interesado el pasaporte para constatar su presencia en el país donde se vacunó el día consignado en la tarjeta.
Si reúne los demás requisitos, no hay por qué negarle la segunda dosis.
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