En el año 2000, Costa Rica tenía 3,8 millones de habitantes y 52.208 de ellos vivían solos. En el 2024, las estimaciones poblacionales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) hablan de una población de 5,3 millones, y según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho, 2024), los hogares de un solo integrante eran 296.000.
Lo anterior quiere decir que mientras la población total del país aumentó en un 39,38% durante los últimos 25 años, y los hogares unipersonales crecieron un 417,1% en ese mismo periodo.
Estas 296.000 personas constituyen el 16,3% de todos los hogares costarricenses. Y, si se analiza en términos de cuánta población vive sola, resulta que el 6,7% de quienes tienen 15 años o más en Costa Rica viven en esa condición.
“Es un fenómeno que viene en aumento, y que puede responder a múltiples factores. Las razones pueden ser muy diferentes dependiendo de cada grupo poblacional”, manifestó Jorge Barquero Barquero, director del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP-UCR).
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David Delgado Montaldo, sociólogo e investigador de la Universidad de Costa Rica (UCR), señaló que para muchas personas esto constituye un proyecto de vida que quieren realizar en solitario y habla de una sociedad cada vez más individualista, con mayor autonomía, y en la que las formas de socialización han cambiado para dar paso a contactos personales esporádicos o a los que se realizan a distancia a través de la tecnología y las redes sociales.
El 2020 fue la única excepción en esta tendencia. Ese fue justamente el primer año de la pandemia de la covid-19. En ese momento se contabilizaron 208.116 hogares unipersonales, 8.000 menos que un año antes. Sin embargo, ya para 2021 la cifra aumentó a 241.337.
“En ese momento confluyeron varios factores que explican que por ese año bajaran los hogares unipersonales. Estaba el factor económico: más despidos, suspensiones de contrato o reducciones de jornada, había más incertidumbre y esto hizo que muchas personas buscaran repartir más los gastos”, señaló el economista José Francisco Pacheco Jiménez, investigador de la Universidad Nacional (UNA).
“Pero también había otros factores, como el de salud mental y no querer permanecer solo en estas circunstancias. O el de personas que, por no dejar solos a sus adultos mayores, regresaron a vivir con ellos”, añadió.
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Desentrañar los hogares unipersonales
¿Quiénes conforman estos hogares? ¿Qué características tienen? La Nación tomó datos de la Encuesta Nacional de Hogares 2024 (Enaho) y conversó con especialistas en Demografía, Sociología y Economía.
La Enaho, debe precisarse, no es un censo. Es una encuesta realizada con una muestra representativa de 10.461 núcleos de todo el país. Los datos explorados en esta nota corresponden a esa muestra de 10.000 hogares.
La encuesta tampoco explora las razones por las cuales se vive solo.
“No sabemos si fue por elección propia, por acuerdos, por una negociación familiar, por un tema de autonomía o si las circunstancias de la vida los llevaron a eso”, apuntó el sociólogo Guillermo Acuña González, profesor e investigador de la UNA. “Tiene que ver también con los proyectos de vida: ¿cómo se ve ahora el concepto de independencia? ¿Significaba lo mismo hace dos o tres décadas?“.
La Enaho no explora si estas son condiciones permanentes o si son algo temporal y se tiene la intención de convivir con otras personas a corto o largo plazo.
¿Quiénes viven solos?

Los datos no muestran diferencias entre quienes viven solos en la zona urbana y zona rural o entre hombres y mujeres.
Por ejemplo, tres de cada cuatro hogares unipersonales (73,6%) están en zonas urbanas. Sin embargo, el grueso de la población nacional vive en las ciudades.
Cuando se analiza qué porcentaje de la población de cada zona vive sola, la cifra resulta muy similar: el 6,8% de quienes residen en sectores urbanos y el 6,7% de habitantes de regiones rurales. Esta cifra toma en cuenta a quienes tienen 15 años o más, dado que antes de eso los niños y adolescentes viven con sus familias o en compañía.
Lo mismo sucede cuando se analizan los datos por sexo. El 52,7% de los hogares unipersonales está compuesto de mujeres, pero esto es así porque la mayoría de la población nacional es mujer. Cuando se estudian los datos de cada género por separado se ve que el 6,8% de los hombres mayores de 15 años y el 6,7% de las mujeres viven solos.
En el 2009, el 60% de los hogares unipersonales eran de hombres.
“Las mujeres ya se preparan más y tienen esa facilidad económica de tener su hogar sola. Por eso (la cifra) se apareja a la de los hombres. También piensan más a la hora de convivir”, señaló Pacheco.
A esto se le deben añadir los divorcios. Si la pareja no tuvo hijos, en muchos casos da como resultado dos hogares unipersonales.
Educación y nivel de ingreso
Cuando se observa el nivel educativo de quienes viven en soledad, este sí representa un cambio. El 12% de quienes tienen posgrado y el 7,1% de quienes tienen estudios superiores también viven solos. En este grupo figura, además, el 4,48% de las personas que tienen secundaria completa.
No obstante, Barquero también hace una observación: también hay un gran porcentaje de personas en hogares unipersonales con personas con secundaria incompleta o menos, cerca de 165.000 personas. Muchas de ellas podrían estar en áreas rurales.
“Si a futuro estas personas mejoraran no su nivel de instrucción y cambiaran de empleo tendrían un mejor nivel de ingreso que les permitiría vivir mejor”, aseguró.
Los ingresos también son determinantes, ya que se requiere de solvencia para buscar un hogar. La mitad de los hogares unipersonales (51,4%) está formada por personas en los quintiles IV y V de ingreso, los de mayor poder adquisitivo.
El quintil IV tiene un ingreso aproximado de ¢1,16 millones mensuales, y el quintil V de ¢2,52 millones mensuales.
Mientras que el 16,3% de todos los hogares de Costa Rica son unipersonales, en el quintil V el 24,3% de las viviendas son de este tipo.
“Vivir solo es caro. Significa la inversión en una propiedad o alquiler, dependiendo del tipo de vivienda hay que tener mucho dinero para vivir solo. A esto se le suman los gastos de alimentación y servicios básicos”, precisó Barquero.
De acuerdo con Pacheco, los ingresos necesarios para llevar una vida solo no deben compararse con estar por encima de la línea de pobreza, pues se requiere de más para dar el paso.
“Una persona con ¢700.000 ya tendría un ingreso que le permita vivir solo, con menos es más difícil. Esto también puede llevar a la posposición de formar una familia, especialmente en las mujeres", aseveró Pacheco.
La edad: una variable clave
La edad es otro factor decisivo cuando se analizan los datos. Aunque hay hogares unipersonales en todos los grupos quinquenales de edad a partir de los 15 años, el número aumenta a partir de los 60 años. Incluso, dos de cada cinco viviendas unipersonales están formadas por adultos mayores.
Cuando se desagrega la variable del sexo el panorama cambia. Mientras que en los grupos de edad más jóvenes son los hombres los que más viven solos, esto cambia a partir de los 60 años, cuando es la mujer la que más vive sola.
“El hombre se incorpora más rápido al mercado de trabajo, la mujer también tiende a quedarse más tiempo en la casa de los papás y comenzar su independencia poco después”, expuso Acuña.
A esto se le añade, complementó Barquero, que socialmente para los hombres es menos complicado abandonar la casa de los padres más temprano en la vida.
En edades mayores pueden confluir varias cosas, señaló Pacheco. Por un lado, la mujer vive más años y es más común ver viudas que viudos. La mujer, en términos generales, tiene mejor salud y esto le permite mayor independencia.
Además, hay otros aspectos sociales.
“Los hombres tienden a volver a unirse después de enviudar, las señoras no vuelven a casarse. Reciben visitas de hijos y allegados, pero viven solas. Los hombres tendemos a buscar compañía y cuidados”, manifestó Barquero.
Los retos y desafíos de hogares unipersonales

Tener más hogares unipersonales no solo habla de una sociedad más individualista e independiente, también de los retos a los que se enfrenta Costa Rica en términos de cubrir los servicios tanto básicos como los de recreación.
“¿Qué políticas estamos trazando para que las personas vivan en soledad?“, se cuestionó Acuña. ”Son personas que, independientemente de la razón, requieren tener sus necesidades cubiertas y deben tener opciones para llenarlas”.
Para Pacheco, hay un reto también en la inversión de los programas sociales del Estado. Un ejemplo es reforzar la educación y las políticas en niñez.
“Aunque la niñez es un grupo que viene decreciendo, los servicios que hoy se les da en muchos casos son altamente deficientes. Si se eleva la calidad de los programas, esto puede dar mejores condiciones a quienes eventualmente vivan solos”, dijo el economista.
También resaltó la importancia del refuerzo a los programas de adultos mayores, por tratarse de una población creciente y que se suma más a los hogares unipersonales.
