Son muchas décadas las que unen a Alberto Vargas Carpio con el mercado Central de San José.
Ahí, desde la barra de la soda que ha pertenecido a su familia toda la vida, oye historias y cuenta las propias.
Este comerciante que llevó algunas materias de Psicología, dice tener una especial habilidad para detectar la tristezas y las preocupaciones de la gente, pero además una gran sensibilidad, a lo mejor, fruto de los sufrimientos propios.
Siempre procura tender una mano, desde un plato de comida hasta un rato de escucha o un buen consejo.
Fue así como se convirtió en el ángel de la China Corazzari, de quien la peatona contó semanas atrás. Ahora esta su propia historia.