03/08/2012. Miguel Carabaguaz, Presidente Ejecutivo del INCOFER. Foto Abelardo Fonseca (Abelardo Fonseca)
Pertinaz, obstinado e irreducible. Así define la Real Academia Española a un terco. En Costa Rica le agregaríamos “jupón” o cabezón.
A Miguel Carabaguíaz Murillo no le hace mucha gracia el término, pero acepta que el legado de su terquedad nos devolvió los trenes a Pavas, Belén, Heredia y, quizá, en setiembre a Cartago.
Un industrial que no sabía nada de rieles y sistemas ferroviarios llegó al Incofer el 16 de julio del 2005. Sustituyó a Alfredo Dávila, ingeniero eléctrico que apenas aguantó ocho meses en la institución y se marchó “cansado” de pedir plata y que no se la dieran.
Tres meses después del arribo de Carabaguíaz, el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer) seguía sin presupuesto propio y con deudas por ¢500 millones, pero ya había trenes a Pavas. En el primer viaje, con Abel Pacheco a bordo, la máquina olía a quemado.
Ese día “usted me preguntó ¿por qué olía a quemado? y yo le dije una mentira (dijo que era el olor de una fábrica). El problema era un cable de una locomotora que se recalentó y eso era lo que olía quemado”, rememoró Carabaguíaz el viernes en la vetusta oficina donde trabaja desde hace siete años.
Aunque sus detractores le cuestionan que siga comprando trenes viejos y utilice un ancho de vía calificado de obsoleto en otros países, Carabaguíaz mete cabeza y asegura que todavía tiene cuerda para otros sueños más.
Entre ellos, que el tren llegue a Ciruelas, Alajuela, y que antes de que Laura Chinchilla entregue la presidencia esté negociada la electrificación del anillo ferroviario de la Gran Área Metropolitana.
Aunque no todos estén de acuerdo con los métodos de Carabaguíaz, inclusive la Contraloría General lo ensalzó en su Memoria Anual .
“En materia ferroviaria y tras una década de cierre técnico del Incofer, el país invierte nuevamente en forma directa en equipo y en el mejoramiento y reconstrucción de las vías, de tal forma que en el año 2005 se puso en funcionamiento el tren interurbano. Aunque no es posible aún medir de manera sistemática su grado de éxito, la iniciativa se destaca sobre todo por el liderazgo de la jerarquía y el grado de compromiso de los colaboradores para emprender la tarea, pese a las carencias de recursos financieros, tecnológicos, organizativos y humanos”, dice el texto del 2011.
No todo es miel. No recuerda el órgano contralor otros incidentes menos felices para el industrial que se metió a ferrocarrilero.
En julio del 2008 la prensa criticó que intentara revivir el tren a Heredia con un rejuntado de equipos viejos y vagones con 13 años de abandono.
A la postre, la sacada de trapos sucios favoreció que el Ministerio de Hacienda girara ¢2.000 millones para comprar en España cuatro trenes usados.
Apenas un año después, en junio del 2009 trascendió que el Incofer pagó $2,9 millones por cuatro trenes refaccionados y con apenas seis meses de garantía.
También se le cuestionó que una empresa española, con interés en asumir la operación ferroviaria en Costa Rica, donara el flete de $330.000 para traerlos al país.
Por último, un daño provocado por la construcción de la carretera a Caldera afectó la línea férrea en el sector de Paso Dantas (Orotina). Aunque la solución incluyó un viaducto de concreto, los viajes de San José a Puntarenas están paralizados desde el 18 de mayo del 2009.
Sin embargo, a sus 53 años, y convertido en uno de los presidentes ejecutivos que más ha soportado las riendas del Incofer, Miguel Carabaguíaz ni siquiera piensa en hablar de problemas en el tren.
“Ser terco no necesariamente debe tener una connotación negativa. Ser terco es empeñarse en sacar las cosas adelante”, insistió.