Hay quienes hacen la romería por costumbre, por obligación, por diversión y hasta por ejercicio.
Pero también hay quienes la hacen con la profunda convicción de que la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica, puede interceder ante Dios y cambiar sus vidas.
Este es el caso de Leyla Quintana y su esposo, Alberto Salguero, quienes tenían más de seis años de pedir bebé cuando hicieron la romería por primera vez.
Habían pasado de doctor en doctor, haciéndose exámenes y sometiéndose a tratamientos que, además de incómodos, muchas veces resultaban dolorosos.
No hubo cómo. Tras dos pérdidas –una a los seis meses de embarazo y otra a los tres– seguían con las manos vacías, y en un acto de resignación, caminaron descalzos hacia la Basílica de los Ángeles en Cartago, desde su casa en Tres Ríos, La Unión.
“La primera romería la hicimos en agosto del 2005. Fue muy dura, nos quemábamos las plantas de los pies y se nos hicieron bombas. Pero, al día siguiente, no había absolutamente nada, ni ampollas, ni quemaduras”, recordó Quintana.
El 5 de diciembre, la mujer retiró del laboratorio un sobre con una noticia que le generó tanto emoción como temor. Estaba embarazada.
“Cumplí años un sábado. Domingo empecé con contracciones, lunes me revisó el médico y se dio cuenta de que el útero estaba abierto, y martes Mariángel ya había sacado los pies del útero. Ella se salió con todo y bolsa”, recordó.
Pese al gran riesgo que le significó, la aspirante a mamá firmó documentos para exonerar a sus médicos de cualquier responsabilidad y pidió que le cosieran el útero por dentro y por fuera.
La cirugía pegó, aunque le siguieron seis internamientos y a los seis meses de embarazo se rompió la placenta y la bebé se enredó con el cordón umbilical. Había que sacarla de inmediato.
“Cuando nació Mariángel, pesaba 1.185 gramos y medía 37 centímetros. La enfermera me la puso en el pecho y me dijo ‘¡Dele un beso, rápido!’ Yo solo la veía y pensaba: qué morena que es. Estaba morada.
”Al papá le dijeron: ‘Vaya, prepare a la mamá y aliste la caja que la bebé no va a amanecer’”.
Mariángel nació con una parálisis del lado izquierdo, displasia pulmonar, displasia de cadera y tenía los pies vueltos más de 90 grados. Pese a todos los pronósticos, sobrevivió la primera noche y luego la segunda y la tercera.
A los 15 días de nacida, la bebé seguía entubada en cuidados intensivos y sus padres, desesperados por llevársela a casa, acudieron a quien les dio esperanzas un año atrás:
Era el 2 de junio del 2006, cuando el esposo de Quintana y su hermana emprendieron una nueva romería. Iban por la subestación del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), en La Unión, cuando recibieron el aviso de que la bebé había pasado a cuidados intermedios. Exactamente un mes después, Mariángel salió del hospital.
A pesar de que tenía un drenaje abierto en la herida de la cesárea, ese 2 de agosto, Quintana y su esposo repitieron la romería descalzos.
“Fue muy gratificante porque no era el ir a pedir; era el llegar a dar gracias. Un año atrás ni siquiera pensábamos en que Mariángel pudiera existir, y ahora la teníamos y estábamos luchando por ella”, recordó la mamá.
La batalla por su vida ha sido dura y ha implicado cientos de horas de terapias. A la fecha, aún tiene crisis respiratorias, aunque cada vez menos recurrentes.
El problema en su cadera desapareció, tras una visita al santuario de
Al año de nacida, la niña hizo la primera romería en los brazos de sus papás, y así ha sido cada año desde ese entonces.
“Mariángel conoce, paso a paso, su historia. Conoce cada una de las limitaciones que Dios y la Virgen le han dado el honor de vencer”, concluyó su madre.