Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica (2014-2018), considera que la comunidad internacional se enfrenta a grandes dificultades para ir más allá de criticar el régimen de Daniel Ortega, en Nicaragua, al que calificó “de naturaleza criminal”.
Así lo expresó el exmandatario este jueves, durante el foro La Crisis en Nicaragua y el papel de la comunidad internacional, organizado por la Fundación Arias para la Paz, con el fin de analizar la crisis política que vive el país vecino desde abril del 2018.
Para el expresidente, el régimen de Ortega se ha convertido en “incombustible” y se ha afianzado en el lema de la revolución cubana —“resistir es vencer”— el cual, afirma, también ha llegado a otros países, como Venezuela.
“Se considera (el régimen) absolutamente fuera de cualquier posibilidad de negociar nada. No quieren hablar, no quieren hablarnos, no quieren dejarse hablar. Y esto, desafortunadamente, también lo estamos viendo en Venezuela”, asegura el exmandatario.
Ese blindaje por parte del régimen, expresa, imposibilita la intervención de la comunidad internacional para mejorar las condiciones sociopolíticas en el país vecino.
“Y un sistema internacional con muchas dificultades de hacer algo más que denunciar, que señalar la naturaleza criminal del régimen en Nicaragua.
“Yo he visto pocos regímenes en la historia de Centroamérica, y lo digo profesionalmente, como historiador, que hayan sido tan señalados, de manera tan contundente, por informes internacionales, no por cualquier cosa, sino por crímenes de lesa humanidad”, aseveró Solís.
En el 2018, un informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) en derechos humanos confirmó que “numerosos delitos cometidos en el contexto de la represión a las manifestaciones (en Nicaragua) configuran delitos de lesa humanidad”.
Según la Corte Penal Internacional (CPI) —instancia que juzga a los acusados de cometer crímenes de genocidio, guerra y agresión— los crímenes de lesa humanidad son ataques contra una población civil, los cuales responden a una política de Estado o de una organización.
Estos pueden ser sistemáticos (siguen un patrón) o generalizados (de gran magnitud). Por ejemplo, la violación en masa de mujeres, o la represión de miles de personas.
La urgencia de una oposición robusta
El exmandatario Solís estuvo a cargo de elaborar las conclusiones del foro de este jueves, en el que también participaron William Vigil, de la organización no gubernamental Nexus; Luciano García, de la fundación Hagamos Democracia; Cynthia Arnson, del Centro Wilson; y Ramón Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica.
Todos los participantes en la actividad coinciden en la necesidad de garantizar una oposición robusta al régimen de Daniel Ortega, sobre todo con miras a las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre de 2021.
En esos comicios, muy probablemente, el sandinista tratará de extender su permanencia en el poder, al que llegó en el 2007.
“El factor determinante para lo que viene es encontrar un punto de unidad en las fuerzas opositoras, una unidad que no pueda ser de mala calidad. Tiene que estar muy bien fundada, que haga posible que ese factor, que es el de la interlocución, desde la oposición, sea sólido y creíble”, manifestó Solís.
Esa labor es difícil, reconoce el exmandatario, sobre todo porque se trata de regímenes que “parecieran no estar dispuestos, siquiera, a admitir la pertinencia de la opinión internacional respecto de su situación interna”.
“Por lo tanto, sí creo que tenemos una obligación como comunidad internacional, pero principalmente las y los nicaragüenses, de lograr que los engranajes que lleven a los procesos electorales funcionen casi de manera perfecta”, agregó.
La representante del Centro Wilson recordó lo poco que ha podido influir Estados Unidos en las distintas crisis de ese país centroamericano, debido a la ausencia de una oposición certera.
“En Nicaragua, por ejemplo, en los años 70, durante la administración Carter, Estados Unidos no podía convencer a Somoza de renunciar a su puesto para prevenir una victoria por la vía armada de los sandinistas. Tampoco logró Estados Unidos convencer a la oposición para enfrentarse a Daniel Ortega en el 2006”, explicó Arnson.
Solís dijo estar de acuerdo con ella y con Ramón Jáuregui, en el sentido de que “el peso de la prueba tiene que estar en la unidad de la oposición en Nicaragua”.
El papel de los votantes
El presidente de la Fundación Euroamérica llamó la atención con respecto a la importancia de la participación de los nicaragüenses de cara a los próximos comicios.
“El espacio político que tú no ocupas, pues lo ocupa el régimen”, advirtió Jáuregui, recordando las recién pasadas elecciones en Venezuela, en diciembre del 2020, donde un abstencionismo del 69% consolidó el poder de Nicolás Maduro.
En ese contexto, el expresidente Solís resaltó una de las grandes conclusiones de los asistentes al foro: tanto Estados Unidos como la Unión Europea y organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA), tienen que trabajar en conjunto con los opositores de Nicaragua.
“Que no haya violencia y que haya espacios para la participación. Y yo sí creo, como don Ramón, sin duda, que hay que participar. Nunca he sido favorable a dejar espacios abiertos en procesos electorales, y demostrar, con esa participación, cuando se hace de buena fe y sólida, desde el punto de vista de la unidad de la oposición, que es el régimen el que la viola, y que la oposición, en ese sentido, asume la responsabilidad histórica de una suerte de magisterio cívico frente a la arbitrariedad de un régimen que violenta los derechos humanos”, concluyó Solís.
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