A sus más de 80 años, dos emblemáticas escuelas del cantón central de Cartago se engalanaron para presumir este miércoles de su señorío y recibir a casi 2.000 estudiantes en el arranque del curso lectivo 2019.
Se trata de las escuelas Jesús Jiménez Zamora y Ascensión Esquivel Ibarra, situadas en el corazón de la Vieja Metrópoli, a unos pocos metros de distancia de la Plaza Mayor y las Ruinas del Templo de Santiago Apóstol.
El regreso de los niños a clases marcó también la finalización de un arduo proceso de restauración que inició en setiembre del 2017 y que permitió rescatar el aspecto original de las antiguas puertas, cielorrasos y pisos de madera de las respectivas edificaciones, así como las ventanas, mosaicos, aulas y salones de actos.
La acicalada imagen de estas estructuras que datan de los años 30, también es resultado de la aplicación de varias capas de pintura sobre los muros de concreto armado, que por décadas han resguardado a centenares de generaciones de estudiantes cartagineses.
Además, se les dotó de un moderno sistema eléctrico y antiincendios, que incluye detectores de humo, luces de emergencia en los pasillos y alarmas.
Las obras de restauración en ambos edificios se realizaron con presupuesto del Ministerio de Educación Pública (MEP). Además contaron con la supervisión y acompañamiento del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC) del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ).
Para realizar los trabajos en la Jesús Jiménez se invirtieron ¢639.454.925 y para los de la Ascensión Esquivel ¢572.502.669, según indicó a La Nación el asesor legal de la Junta de Educación de Cartago, Luis Carlos Torres.
“Esto nace por las necesidades y el mal estado de la infraestructura. Tuvimos órdenes sanitarias en ambas instituciones, y don Carlos (Villalobos Agüero de la DEEI) nos extendió la mano. A partir de ahí él empieza a gestar todo con el apoyo de la Junta de Educación de Cartago centro para que primero se giraran los recursos y después se llevaran a cabo las obras”, señaló Torres.
De acuerdo con Alberto Monge, director de la escuela Jesús Jiménez, las obras estaban previstas para ser entregadas en setiembre de este año, pero el plazo se logró reducir mediante el sacrificio del personal, estudiantado y la empresa encargada de la restauración de ambos edificios, propiedad del arquitecto Andrés Huertas.
Para este curso lectivo, el administrador del centro educativo estima una matrícula de 680 escolares. Por su parte José Francisco Calderón, director de la Esquivel, calcula su población estudiantil será de 1207 menores.
De lo antiguo a lo moderno
Los trabajos también permitieron dotar a los antiguos edificios de elementos modernos, como cámaras de seguridad y conexiones de Internet en las aulas, gracias al aporte económico de la Junta de Educación.
La escuela Ascensión Esquivel también cuenta con un ascensor en operación, exclusivo para el uso de estudiantes con movilidad reducida, mientras que la Jesús Jiménez planea incorporar este sistema en una segunda etapa, que incluiría la renovación del gimnasio, las baterías de baños, el comedor, área administrativa y las aulas de robótica e informática.
Una de las transformaciones más llamativas en la Jesús Jiménez, es que los estudiantes y la comunidad podrán disfrutar nuevamente del salón de actos, espacio que se había convertido en un aula de informática y audiovisuales.
Los antiguos decorados del escenario fueron descubiertos por medio de labores para el decapado de pintura, por lo que la empresa encargada, decidió contratar por cuenta propia a la restauradora de arte Mercedes Fontana. Ella se encargó de dar vida nuevamente a las imágenes.
No se sabe lo que ocurrió con las butacas originales del salón de actos, pero según contaron Monge y Torres a La Nación, el alcalde Rolando Rodríguez Brenes, les habría ofrecido los nuevos asientos para completar el espacio.
“La idea es proyectar la escuela Jesús Jiménez a lo que era antes y abrirla a la comunidad. Yo no quiero un salón de actos cerrado con candados un fin de semana. La idea es que la ciudadanía lo pueda aprovechar, es que si no es así, ¿qué sentido tiene?”, expresó Monge, quien es exalumno de la escuela que dirige desde hace tres años.
En el caso del salón de actos de la Ascensión Esquivel, se restauraron las butacas de madera, un pedazo de tapiz del escenario, al cual también se le cambió la iluminación.
En este mismo centro educativo, una de las modificaciones más notables que se hicieron fue techar el patio central con una cubierta de policarbonato para que los estudiantes puedan aprovecharlo en época de lluvia y hacer distintas actividades físicas.
“La restauración como tal es excelente, es un apoyo a los estudiantes, un aporte donde se van a sentir muy motivados de trabajar, estudiar y aprender en un aula antigua, pero ahora muy bonita", manifestó el director José Francisco Calderón.
"(...) no solamente ellos (los estudiantes) se van a sentir motivados, también los docentes y el personal administrativo de trabajar en una escuela tan, pero tan, bonita; y la idea es continuar por ese camino, en donde nosotros tenemos que darle mantenimiento”, agregó.
El vínculo presidencial
Las estructuras que albergan a las escuelas, empezaron a construirse a inicios del siglo XX, cuando el paisaje de la ciudad de Cartago se renovaba tras el devastador terremoto de 1910, que derribó la mayor parte de las edificaciones de la época.
Entre los edificios que fueron reducidos a escombros, se encontraba la casa del expresidente de la República Jesús Jiménez Zamora, conocido también como el “padre de la educación gratuita y obligatoria”.
“La casa era bastante grande, con abundancia de habitaciones y de magnífica construcción. En ella vivió durante todo el tiempo de su vida el ilustre expresidente en compañía de su apreciable esposa doña Esmeralda Oreamuno (...)”, según recordaba Jesús Mata Gamboa en su libro ‘Monografía de Cartago’, de 1930.
Tras la muerte del exmandatario, la propiedad pasó a manos de la Junta de Educación local, que la utilizó “para el servicio de escuelas de ciudad”, hasta que fue derribada por el terremoto. Un nuevo edificio fue construido y se convirtió en la casa de dos escuelas: la de varones y una de niñas.
Pero la estructura actual, declarada patrimonio, fue concluida hasta 1936 y su obra fue supervisada por el arquitecto José María Barrantes, “uno de los más destacados arquitectos de edificaciones públicas y privadas de mediados del siglo XX”.
Gamboa menciona que la escuela Ascensión Esquivel fue nombrada en honor al expresidente, ya que durante su administración (1902-1906), “se hizo el valioso donativo de la elegante casa que en un principio fue alojamiento de la Escuela Superior de Niñas”.
Si bien la construcción no cayó por el terremoto, se decidió erigir en ese lugar un nuevo edificio, siendo inaugurado el centro educativo el 10 de noviembre de 1934, según el decreto Nº 19698-C, de 1990, que declara de interés arquitectónico únicamente la sección sur, ya que el resto de la estructura es de años posteriores.