“Uno de los mitos de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) es que solo se dan en personas jóvenes, flacas y mujeres. Y esto es un mito, está muy alejado de la realidad, los TCA se ven en personas de todas las edades, incluso en adultos mayores, en todos los tipos de cuerpos y los hombres también los viven”.
Las palabras de Rosanna Mauro Gómez, nutricionista especializada en TCA, son respaldadas por lo que observa a diario en su consulta, donde suelen acudir personas mayores de 30 años que buscan superar esta condición. Algunas de ellas han vivido con un trastorno desde la adolescencia, otras lo han superado y recaen. Otras lo experimentan por primera vez en su vida adulta.
“Cada vez vemos más personas en edad menopáusica o perimenopáusica, después de los 45 años (...). Se hace más ruido sobre la adolescencia, pero el riesgo es real a los 30, 40 y 50 años y después. Son esas víctimas silenciosas, que no se reflejan en las estadísticas, pero ahí están”, resumió.
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Lo visto en clínicas y hospitales también respalda sus palabras. Los adultos no son la población mayoritaria con estas condiciones, pero sí una creciente.
Datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) dan cuenta de que las atenciones en consulta externa por anorexia y bulimia en personas de 30 años o más aumentaron un 31,36% entre 2019 y 2024, al pasar de 762 casos a 1001. En los primeros cinco meses del 2025 hubo 438 atenciones. De estas, una de cada tres (32,7%) corresponde a hombres.
Las hospitalizaciones, reservadas para los casos más graves, se han duplicado en el último cuarto de siglo. Mientras en el año 2000 hubo un total de 11, el 2024 cerró con 25. Pero el cambio comenzó hace una década. Ya para el 2015 los números superaban los 20 internamientos.
Estas cifras se quedan cortas. Son un subregistro porque no incluyen los pacientes de los servicios privados de salud ni las personas que, aun teniendo el problema, no buscan ayuda.
“Esos datos son un barniz. En consulta privada se ven cada vez más. Yo doy un curso sobre conducta alimentaria en la ‘U’ (Universidad de Costa Rica, UCR); normalmente es para 25 personas, pido que me lo suban a 30 y siempre hay gente que se queda por fuera.
“Mucha gente quiere educarse porque hay mucho mito en la población, mucho desconocimiento, y esto pesa”, destacó Marcela León Madrigal, psicóloga e investigadora de la UCR cuya línea de estudio son los TCA.
A los pacientes les cuesta identificar lo que sucede.
“Buscar ayuda cuesta. Más cuando ya estás vieja y crees que esto solo les pasa a las ‘carajillas’, entonces a vos no te puede estar pasando eso. Yo reconozco que mi relación con la comida nunca fue ni la más feliz ni la más sana, pero nunca llegué al punto de un TCA; hasta que se juntaron varias cosas: una menopausia que llegó antes y trajo cambios físicos, mi divorcio y cambios de trabajo.
“Ahí comencé a comer sin control y a sentirme culpable. Eso me llevaba a dejar de comer, pero luego por el hambre me atracaba. No llegué a vomitar. Eso fue hace como tres años, y vi que algo estaba mal hasta el año pasado”, relató una mujer de 51 años, vecina de Heredia, quien pidió no ser identificada.
Esta situación se da en todas las provincias. Entre enero del 2019 y mayo del 2025 más de la mitad de las consultas se dieron en San José y Alajuela, 31,63% y 21,9%, respectivamente. Pero estas también son las provincias con mayor población.
Cuando se ve por tasas indexadas por 100.000 habitantes, el asunto cambia. Mientras que el país muestra un promedio de 10,32 consultas por 10.000 habitantes en este rango de edad, hay variaciones entre los 8,22 en Cartago, y los 14,25 en Limón, provincia donde hay menos oportunidades para muchas personas.
El fenómeno no es aislado de Costa Rica. Varias investigaciones internacionales lo reseñan en otras latitudes.
“Encontramos un aumento en desórdenes de la alimentación y en distorsión de la imagen corporal en mujeres de edad media y avanzada (...). Es crucial que los proveedores de servicios médicos estén educados y preparados para trabajar con trastornos alimentarios y otras condiciones relacionadas.
“Tamizaje de rutina para estos trastornos en las mujeres mayores es esencial, porque pueden mejorar el diagnóstico y las intervenciones”, resume un análisis publicado en la revista Current Psychiatry Reports, que incluyó la revisión de 61 artículos científicos.
En 2023, especialistas revisaron otros estudios y publicaron sus conclusiones en Current Opinion in Psychiatry: “La evidencia disponible muestra que es un proceso complejo. Los nuevos diagnósticos a edades mayores se dificultan, porque es difícil reconocerlos. Hay poco conocimiento de los desórdenes a estas edades y por eso no son tan públicamente notorios”.
¿A qué se debe este fenómeno? La Nación conversó con Mauro y con León. Además, revisó publicaciones internacionales.
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Época de cambios allana terreno para trastornos alimentarios

Son varios los factores que se suman para tener un mayor riesgo de trastornos alimentarios en adultos y adultos mayores. Hay de tipo físico, hormonal, emocional y social.
“Lo que la pubertad es para los desórdenes alimentarios en la adolescencia y juventud lo es la transición a la menopausia en las mujeres de edad media. Y en los hombres, sí son posibles los desbalances hormonales. Por eso se hacen más vulnerables a los trastornos alimentarios”, destacó la publicación en Current Opinion in Psychiatry.
La publicación en Current Psychiatry Reports señala varios factores:
Procesos biológicos. Cambios hormonales, un metabolismo más lento, y en algunos casos, más enfermedades crónicas cambian la imagen que las personas tienen de sí mismas. “Las mujeres en riesgo de TCA experimentan cambios fisiológicos que perciben como inaceptables y buscan estrategias para ‘controlar’ su cuerpo”, cita el documento.
“El cuerpo cambia, es un hecho. A los 40 cambia: pierde músculo, se bajan las nalgas y se aumenta la panza. Podés asumirlo o pelear contra la biología, lucha que difícilmente vas a ganar porque la naturaleza ya está preparando a tu cuerpo para otra etapa. Hay que entender que es un cuerpo distinto, que funciona distinto”, sintetizó Mauro.
León complementó: “el proceso normal de envejecimiento está frustrando a las personas”.
Cambios emocionales. León indicó que muchas personas se sienten solas y algunas de ellas se vuelven más proclives a síntomas de depresión o ansiedad. Si la persona ya tuvo TCA en su adolescencia o juventud, eso ofrece más terreno fértil para la recaída.
Presiones sociales. La competencia por un mejor puesto laboral, por no perder el trabajo y por conseguir pareja puede volverse muy fuerte.
“Ya no solo tenés la presión de verte flaca, fit, según el ideal de la cultura en la que estás. Además, ya no podés envejecer: ni manchas, ni arrugas, ni canas. Y esto lleva a personas a prácticas riesgosas que pueden desembocar en un TCA”, señaló Mauro.
Facilidad de disimular. Muchas personas con trastornos alimentarios tienen peso normal, esto hace que se enmascare de formas muy fáciles. “Solo el 6% de gente con un TCA tiene un peso bajo”, aseveró Mauro.

Tanto Mauro como León se mostraron preocupadas por el aumento de la medicación para bajar de peso, muchas veces sin control. Algunas personas que no hacen dietas estrictas o ejercicio, sí buscan tratamientos, inyectables u orales para bajar de peso.
“A esta edad se tiene más poder adquisitivo y pueden recurrir a pagar cirugías, programas detox, suplementos. Pueden sobreejercitarse. Todo esto también aumenta el riesgo", concluyó la nutricionista.
