“Fue un gobierno valiente, que se compró pleitos a los cuales muchos han demostrado que le rehúyen”. “Fue un gobierno que no le sacó el hombro a las decisiones controversiales”.
“Fue un gobierno que dejó mucho sembrado gracias a lo cual hoy, se recogen los frutos”. “No tengo la menor duda de la independencia de criterio con la que goberné”.
Esas tan solo son cuatro de muchas apreciaciones que tiene Laura Chinchilla Miranda sobre su gobierno, el primero de una mujer en Costa Rica.
ENTREVISTA: "Mi gobierno dejó mucho sembrado, gracias a lo cual, hoy se recogen frutos"
Un hito en la participación política de las mujeres después de que, durante el XIX y la primera mitad del siglo XX, no fueran consideradas como ciudadanas a la hora de votar y tampoco tenían derecho a postular sus nombres a cargos de elección.
Seis décadas pasaron desde el primer voto femenino en Costa Rica, en el plebiscito de 1950 en La Tigra y La Fortuna, para que una mujer alcanzara la Presidencia.
La quinta en América Latina, solo antecedida por Violeta Barrios de Chamorro (Nicaragua, 1990), Mireya Moscoso (Panamá, 1999), Michelle Bachelet (Chile, 2005) y Cristina Fernández de Kirchner (Argentina, 2007).
Y eso ocurrió hace exactamente 6 años, 10 meses y 18 días, la mañana del 8 de mayo del 2014, cuando minutos antes del mediodía Chinchilla dijo el ‘sí, juro’. Lo hizo antes cientos de costarricenses —en su mayoría mujeres—, quienes la acompañaron ese caluroso sábado, en medio de música de cimarrona, boyeros y mascaradas, en el parque de La Sabana.
Hoy, la politóloga se apresta a reinstalarse en el país, luego de constantes viajes al extranjero para impartir clases en universidades de Estados Unidos y México, o bien, para ofrecer alguna conferencia, especialmente sobre el liderazgo de las mujeres y su Presidencia.
Ahora su prioridad es su familia, en especial su esposo José María Rico, quien el año pasado fue diagnosticado con alzheimer.
Vestida de blanco como ese 8 de mayo, Laura Chinchilla, quien está cerca de cumplir 58 años, le concedió una entrevista a La Nación , en su casa en Santa Ana, para repasar su inédita elección y sus cuatro años de mandato, sin querer opinar sobre “temas de coyuntura política doméstica”.
Dice que es hasta ahora, casi tres años después, que logró ‘quitarse el chip’, bajar el ritmo de trabajo y ya no estar “a la defensiva” por la forma como pudieran interpretarse las cosas que hace.
“Vivo con mucha mayor tranquilidad”, admite, “sin ninguna dificultad de regresar a la llanura”.
Esa tranquilidad sin embargo, no siempre la acompañó ni durante su mandato, ni en la campaña, según reconoce, pues desde un principio tuvo que repeler los estereotipos por ser mujer.
La sombra de Arias
Argumenta que su liderazgo, desde el día cero, se puso en entredicho y que hasta el final de su mandato tuvo que luchar contra quienes, insistentemente, la catalogaban como una “marioneta” de su antecesor, el dos veces presidente Óscar Arias (1986-1990 y 2006-2010).
Culpa a la prensa de “asentar los estereotipos de la mujer y el poder”. “No hay la menor duda del papel que jugaron”, sentencia, y resalta que su gobierno fue el primero al que le tocó lidiar con el auge de las redes sociales.
“Surgieron los estereotipos a través de la figura de las marionetas y a través de algo que todavía en el año 2013, ya yo saliendo, en entrevistas que me hacían de finales de gobierno, los periodistas me seguían repitiendo y era ‘mi sujeción a la voluntad del presidente anterior’”.
“Pese a que había sido claro y notorio que parte de las divergencias que habían surgido entre nosotros eran porque yo había decidido tomar algunas decisiones con base en mis propios criterios y todavía, saliendo yo del gobierno, se repetía eso de que ‘doña Laura es cierto que usted se sometió a los designios de fulano de tal’”, relató.
Y agregó: “Claro que yo fui yo en mis decisiones, para bien y para mal. Soy fundamentalmente la responsable de mi gobierno, pero hasta el final y desde el inicio, me acompañó esa constante estereotipación del liderazgo de la mujer, como débil, frágil, disperso y volátil”.
El distanciamiento con Arias fue evidente, él cuestionó algunas de las decisiones que Chinchilla tomó, tanto en medios de comunicación y discursos en actos públicos, como en redes sociales, e incluso, dijo que el gobierno de ella carecía de “claridad intelectual”.
Según la exmandataria, el distanciamiento se produjo luego de que ella habló sobre la situación financiera en que recibió el país en el 2010. Así lo reveló en una entrevista a una emisora colombiana, en abril del 2016.
Ese distanciamiento nació después de la campaña, pues ella reconoció que fue él quien le planteó que analizara realmente postular su nombre para la Presidencia. Para ese entonces, Chinchilla fungía como vicepresidenta de la República y como ministra de Justicia.
Y cuando ella ganó, Óscar Arias dijo que era “un sueño hecho realidad” y el día en que le pasó la banda presidencial se escuchó cuando él le decía “felicidades, muchas felicidades”.
¿Consultó su postulación con Óscar Arias?
“Voy a ser muy franca, es que yo nunca hubiese podido tomarlo como una iniciativa mía, siempre fui sumamente apegada a cumplir las misiones que se me asignaban (vicepresidenta y ministra), entonces, ni siquiera yo iba a hacer el planteamiento. Imagino que alguna gente que se me acercó, comenzó a conversar con don Óscar hasta que él directamente me llamó un día, fue una conversación telefónica, y me preguntó que si yo estaba considerando esa posibilidad y mi respuesta fue: ‘no, no señor, yo no estoy considerando esa posibilidad porque usted sabe que mi obligación es terminar con usted este gobierno’. A partir de ahí, se inicia un proceso de conversaciones entre él y yo que básicamente nos lleva a que sea una decisión que se toma de manera conjunta. Si no hubiese sido así, yo nunca habría dejado el gobierno (de Arias)”.
La elección
Para Chinchilla, ese apoyo inicial de Arias le atrajo votos de personas que querían una continuidad en Zapote; sin embargo, no cree que haya sido la razón principal de su elección.
“Por sobretodo, lo que más pesó en mi elección fue mi trayectoria, la experiencia que yo he acumulado en los temas de seguridad y la garantía que le daba a la gente de firmeza frente a la criminalidad (…). Yo estaba muy preparada y lo digo sin falsa modestia”, puntualizó.
El triunfo de Laura Chinchilla en las urnas, el 7 de febrero del 2010, fue contundente. Obtuvo 896.000 votos, más que lo que contabilizaron juntos sus dos principales rivales Ottón Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), y Otto Guevara, del Movimiento Libertario. Ganó en las siete provincias y en casi todos los 81 cantones.
Antes venció en la convención interna de Liberación Nacional (PLN) por una amplia mayoría a su rival de entonces, Johnny Araya.
“En esa campaña llegué a ganar una convención donde votaron casi medio millón de personas y una campaña electoral también, con la mayor participación de la historia, todavía al día de hoy, en primera vuelta. Gané casi con un millón de votos, luego se vuelve a repetir hace casi tres años (con el actual presidente Luis Guillermo Solís), pero en segunda vuelta y con un candidato único prácticamente”, afirmó Chinchilla.
Si bien ella admite que esperaba la victoria, jamás imaginó que la diferencia fuera tan “contundente”, pues las encuestas señalaban que lideraba la intención de voto, pero con un margen pequeño.
La batalla más dura
Para la mañana calurosa de ese 8 de mayo, la historia apenas comenzaba: “La batalla más dura no fue llegar, fue hacer gobierno”, reflexiona ahora Chinchilla.
“Lo que nunca me esperé es que, con tantos años de servicio, conociéndome la gente, de pronto una vez que gané, una vez que me comencé a acercar al gobierno, una vez que entré, parecía que de golpe y porrazo, esa trayectoria se hubiese borrado, que el único mérito que tenía para estar ahí era que un varón me hubiese llevado y que tuviese que empezar a batallar”, enfatizó.
Ella fue la primera mujer nombrada como viceministra de Seguridad y posteriormente, ascendida a ministra de esa cartera; también por primera vez una mujer ocupaba ese cargo. Eso ocurrió en el gobierno de José María Figueres Olsen (1994-1998).
Y antes de ser vicepresidenta de la República (2006-2009), fue diputada del PLN entre el 2002 y 2006.
Pese a los estereotipos que dice que tuvo que enfrentar por ser mujer, Chinchilla considera que le cumplió a la población lo que prometió en campaña.
Cuando se le cuestiona por las que no concluyó, se defiende: “Los temas fundamentales míos los cumplimos. Un presidente en Costa Rica tiene que concentrarse relativamente en pocas cosas a efectos de poder culminarlas. Obviamente muchas otras cosas en que trabajando, las dejamos caminando”.
Al igual que no puede dar una charla sin antes tener un esquema básico del tema del que va a hablar, para esta entrevista también se preparó y enumeró uno a uno sus logros. Habló de la caída en los índices de criminalidad, de la Red Nacional de Cuido y la fallida lucha por impulsar una reforma fiscal.
“Veamos los datos duros, no veamos las percepciones porque las percepciones estuvieron sumamente alteradas por la forma en que se cubrió la noticia de mi gobierno, veamos los frutos que se siguen recogiendo en esta administración y que se sembraron durante nuestra gestión”, insiste.
¿Cree que cumplió con las expectativas de los votantes?
“Las expectativas de la gente estuvieron sumamente afectadas por la forma en la que la prensa me cubrió. De manera que, el ruido, la bulla que se generó, la distorsión de muchos de los elementos informativos afectaron sin lugar a dudas las expectativas de la gente”.
Ella aduce que fue tratada por la prensa con “estándares diferentes” que sus antecesores y su sucesor. Enfatiza en que se le hizo una “infinidad” de encuestas sobre su gestión y que se preguntaron cosas que nunca antes se preguntaron.
“No tengo la menor duda que hubo más escrutinio, más rigor y obviamente, eso en el fondo lo que está expresando son las dudas que tienen de si uno será capaz o no. Solamente por el hecho de ser una mujer”, dijo.
Ya lejos de Zapote, sentada sin presión en la terraza de su casa, con un semblante más tranquilo que incluso la hace vez más joven que cuando salió de la Presidencia, ella reconoce que cometió un error garrafal al llegar al gobierno sin un equipo de comunicación consolidado que la asesorara.
Sin lloriqueos
Pese a esas dificultades, Laura Chinchilla dice que salió de Casa Presidencial con la conciencia tranquila por el deber cumplido.
“Si algo no podían decir de mí, es que no había sido una mujer luchadora, que nunca me había echado para atrás y que nunca le había echado la culpa a nadie de mis pifias. No le eché la culpa a nadie de mis pifias, porque lo hice con valentía, asumiendo a profundidad la responsabilidad que tenía, entonces, me sentía segura de que había sido una mujer, desde ese punto de vista, ejemplar, porque había dado las luchas sin lloriquear, o echándole la culpa a los demás como algunos varones sí lo han hecho”.
“Salía con la conciencia tan tranquila de que lo había hecho con honestidad, como se comprueba muchos años después, y creo que pasaremos a la historia por ser uno de los gabinetes en donde no tuvimos ni siquiera un ministro que llegara a ser acusado por una acto irregular. Sí denunciados, todos los que usted quiera, pero no nos acusaron y mucho menos, llegamos a un juicio”.
¿Su mayor legado?
“No hay la menor duda de que el lema de mi gobierno, que fue ‘hacer de Costa Rica un hogar más seguro’ lo conseguimos (...). Dejamos a Costa Rica con menos crimen violento”.“El otro gran legado, es que rompimos esos techos de cristal y dejamos con un sentimiento de gran empoderamiento a las jóvenes generaciones de mujeres”.“Estoy convencida de que no serán muchos los años que tendremos que esperar para que vuelva a haber una mujer presidenta”.