La jefa del servicio de Geriatría del Hospital Calderón Guardia, María Rodríguez, lo bautizó “el señor comechocolate” porque Jorge Chacón Monestel era un amante de esos dulces. Frecuentemente, ella le saciaba sus antojos con una cajita de chocolates. ¡Los devoraba!
El apelativo le caía como anillo al dedo porque, además, era fácil sucumbir a su dulzura de carácter y a su fluida y amena conversación.
Lo visitamos el miércoles 29 de enero porque era uno de los nueve adultos mayores que aparecía en la lista del Calderón Guardia en condición de abandono. Llevaba más de 60 días hospitalizado ahí. Chacón accedió ese día a hablar con nosotros.
Para que le dieran la salida, don Jorge necesitaba que un hogar de larga estancia le abriera un espacio para alojarlo, pues ya no podía cuidarse solo. No es sencillo que se abra un cupo en estos lugares, muchos de los cuales tienen lista de espera para ingresar.
Tampoco tenía familia que se pudiera hacer cargo de él, según las indagaciones hechas por el hospital en busca de una opción de cuido que facilitara su egreso.
Pese a estar registrado en esa lista, Coqui, como lo conocían sus amigos y vecinos, no se sentía solo. El paso de los años lo fue alejando de algunos parientes de sangre, pero lo acercó a otras personas, de esas que se vuelven familia sin serlo por la sangre.
Fueron sus vecinos y amigos de lo que él llamaba “la ciudadela”, en Zapote, quienes le buscaron ayuda médica cuando las manos de don Jorge comenzaron a hincharse.
Esa fue la causa de su ingreso al servicio de Emergencias del Hospital Calderón Guardia, el pasado 23 de noviembre. Luego los médicos le detectaron problemas de corazón, origen del edema, los que lo obligaron a estar conectado a un concentrador de oxígeno para respirar.

Creció sin hermanos en el hogar de Jorge Chacón y Felicia Monestel. Sus primeros años los pasó en Golfito, porque su papá trabajó en la compañía bananera de ese cantón puntarenense.
Después, la familia Chacón Monestel se pasó a vivir a San Pedro de Montes de Oca, donde Jorge padre montó un taller de reparación de aparatos eléctricos, en el cual el hijo trabajó durante muchos años.
Jorge Chacón prefirió no hablar mucho de su familia ese día. Sin embargo, ocurrió lo contrario al referirse a sus amigos y vecinos.
Cuando conversamos con él, lamentó que en el hospital solo entregaran una tarjeta de visita, pues decía tener tantos amigos que ni siquiera 60 tarjetas serían suficientes para que todos pudieran visitarlo a diario.
La ayuda de sus amistades le permitió a este vecino de Zapote realizar los trámites para obtener una pensión del Régimen No Contributivo (RNC), que se les da a personas en pobreza.
Por el aprecio que le tenía, contó, un vecino le prestó un cuarto para vivir sin cobrarle un solo cinco de alquiler. Ahí residió hasta que los problemas de salud lo enviaron al hospital, donde lo encontramos el 29 de enero.

No se sentía solo. Es más, aseguró que no lo estaba porque, como fiel creyente, Dios siempre estaba con él, aseguró. Añadió que Dios le había puesto muchos ángeles en su camino, incluso en el hospital: las enfermeras, la geriatra que siempre le regalaba chocolates y hasta el chofer de la ambulancia que lo trasladó a Emergencias.
En sus 74 años, solo dos veces estuvo internado. Esta segunda vez, solía agradecer la atención esmerada de todo el personal que cuidaba de él en el cuarto piso de la torre norte, donde permaneció hasta su muerte.
Lo acababan de pasar a un salón que compartía con cinco pacientes más. Antes de enfermar gravemente, a causa de una infección nosocomial, Jorge podía ver desde su cama las montañas y los volcanes Barva y Poás.
También podía disfrutar de los celajes del atardecer, y lo agradecía en el alma porque, antes, la única luz que le llegaba a su cama hospitalaria era la de los tubos fluorescentes del techo.
Jorge Chacón soñaba con dejar pronto el hospital para pasar a un albergue o un hogar de larga estancia. La promesa era que ahí tendría todos los cuidados que necesitara hasta que Dios le prestara la vida.
Una bacteria que adquirió en el hospital, de esas oportunistas que les causan la muerte al 14% de los adultos mayores abandonados en ese y en otros hospitales, le robó la vida la noche del sábado 1.º de febrero.
(La resolución de Conapam a nombre de Jorge Gerardo Chacón Monestel, que le abría un espacio en la Asociación de Ancianos Albergue Mixto San Francisco de Asís, de Aserrí, llegó el lunes 3 de febrero. Decía: “Llame para coordinar. Lo reciben en el horario de 6 a. m. a 1 p. m.”)
