
El señor Carlos Eduardo Saborío posee una valiosa colección de 511 jarras en su casa, la cual ha sido visitada por cerca de 2.000 personas, destacó la Sección B de La Nación el 15 de noviembre de 1975.
Seis años antes, cuando la colección era de 200 jarras, un experto alemán las valoró en $10.000, o unos ¢86.000 al tipo de cambio de aquel momento.
Don Carlos Eduardo contó que empezó a reunir su tesoro hace 15 años. La más antigua fue elaborada hace 400 años y llegó a su colección gracias a un amigo que se la regaló.
“El doctor Hernán Páez me preguntó que cuál era la pieza más vieja que tenía y le contesté que una que perteneció a mi tío bisabuelo, que tiene 150 años; él me dijo que una amiga suya tenía una jarra checoslovaca de 400 años, la cual se cree que es única y que iba a buscar la manera de conseguirla”, relató.
“Un día llegó el doctor y me dijo que la dueña pedía un precio alto por la jarra y que era un capricho pagarlo, pero luego llegó con el valioso objeto y me dijo que había podido conseguirla”, agregó.
La mitad de las piezas las ha conseguido gracias a regalos de sus amigos que se han enterado de su afición, otras las compró con una inversión superior a los ¢20.000. A las que le regalaron les puso el nombre del donador y a las que compró, el nombre del lugar donde las adquirió y el precio.
“Poseo dos que son únicas en el mundo y digo ello porque su creador me lo aseguró. Don Rafael Sáenz es el único técnico en cerámica que existe en el país”, afirmó.
Don Carlos Eduardo dijo que Sáenz las había producido para la cervecería Traube, pero que por su costo era imposible regarlas.
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