Más allá de ocupar un pupitre en un aula universitaria y abocarse a obtener un título, hay estudiantes que marcan la diferencia. Algunos por sus notas sobresalientes, otros por sus luchas en favor del ambiente o su activismo en el deporte y obras sociales, pero también están los que son un ejemplo de superación e inspiran a todos a su paso.
Casos como esos, precisamente, fueron destacados por la Universidad Nacional (UNA) la mañana de este jueves en el Colegio de Médicos.
“Son personas que no solo están en la universidad, también en las comunidades, son generadoras de apoyo y de recursos”, destacó Susana Ruiz, vicerrectora de Vida Estudiantil de la UNA al presentar a los siete homenajeados de este año. A continuación un vistazo a sus historias.
Calificación perfecta
Daniela Aguilar Semeraro, quien estudió Enseñanza de la Música y está cursando su licenciatura en la misma rama y Oriana Ortiz Vindas, quien finalizó su maestría en Educación Rural Centroamericana, obtuvieron calificaciones generales de 10 durante el 2017 y esto las convirtió en los mejores promedios de grado y posgrado, respectivamente.
“La carrera ya la había escogido desde mucho antes de estudiarla”, comentó Aguilar, una joven que comenzó a dar sus primeros pasos en música en el SINEM (Sistema Nacional de Educación Musical) a los 14 años y más tarde, decidió dedicarse a la pedagogía musical.
“Quiero devolverle ese aspecto social que la música me dio. Enfocarme en una enseñanza de proyección social. Está comprobado que los niños que aprenden música tienen muchísimos beneficios a nivel de desarrollo” manifestó la muchacha.
Por su parte, Ortiz estudió como primer carrera periodismo y luego prefirió sacar un posgrado en Educación Rural, algo que siempre la ha apasionado.
“Ejercí periodismo por dos años, pero lo dejé porque hubo algo que me llamó más la atención. Desde adolescente me ha gustado el voluntariado, el ayudar a la proyección social. Fui voluntaria en la Cruz Roja desde los 12 años y después comencé a trabajar en gestión para las comunidades. Cuando comencé la maestría tenía tres años de trabajar en programas de gestión de la educación en diferentes escuelas. No solo se necesitan maestros o profesores, también hay muchas cosas de gestión en las que otros profesionales pueden aportar”, detalló la joven, quien realizó su trabajo final de graduación con la colaboración de la Red de Jóvenes Transfronterizos de Upala.
“Este trabajo me permitió conocer gente muy diversa y poderles apoyar” añadió.
Para que una persona pueda obtener el mérito de mejor promedio tiene que cursar al menos 20 créditos al año. Ellas dos lo hicieron así.
Lucha contra la adversidad
Kenneth Rivera Cerdas es el menor de seis hijos. Nunca conoció a su papá y su mamá murió de cáncer cuando él tenía nueve años. Creció en Tucurrique de Cartago, al lado de su hermana mayor y después vivió con otro hermano.
Enfrentó carencias económicas muy grandes, pero nada lo frenó en sus deseos de estudiar en la UNA, donde actualmente cursa el cuarto año de la carrera de Orientación y está llevando su práctica profesional.
“Quiero, a partir de mí mismo, empoderar a los demás. Hacerles ver el valor de la empatía, el respeto y el amor a la diversidad, todo lo que eso nos enriquece”, afirmó el muchacho al ser homenajeado este martes. Su mérito obedece a las habilidades que ha logrado desarrollar para adaptarse de forma positiva a situaciones adversas y proyectar su futuro con optimismo.
“Me gustaría trabajar con niños, en gestionar los derechos de la niñez. Quisiera sacar un posgrado en Canadá, ahí es donde están los mejores lugares para estudiar acerca de la defensa de los derechos de la infancia”, añadió.
Aportes sociales valiosos
La UNA también honró a sus llamados “modelos universitarios” donde se incluyen a quienes destacan en la universidad pero también contribuyen de alguna manera a nivel científico, ambiental, social, deportivo o cultural.
Para ser seleccionados, cada facultad envía el nombre de sus candidatos y la vicerrectoría los escoge.
Una de ellas es María José Mena Badilla, estudiante de Química Industrial. Su pasión por el taekwondo no solo la lleva a estar a las puertas del cinturón negro, sino que también la ha motivado a ser voluntaria deportiva para los Juegos Olímpicos Universitarios 2017, en Tapei, Taiwán. Ella es embajadora para Costa Rica de voluntariado deportivo.
“Comencé en taekwondo a los 14 años, ahí en Pérez Zeledón, de donde yo soy. Participe en Juegos Nacionales y me gustó mucho la experiencia. El voluntariado deportivo vino después y es algo muy bonito. Supongamos que, por ejemplo, usted practica voleybol y viene un torneo en donde usted no va a competir, pero sí quiere verlo y conocer del trabajo de las personas que van a participar, entonces, el voluntariado le da una oportunidad. Ya estamos comenzando a establecerlo en Costa Rica", afirmó la joven.
Esta muchacha también es asistente del Laboratorio de Manejos de Recurso Hídrico de la UNA y es integrante de la iniciativa de divulgación llamada “Una hora científica”.
Kimberly Mejía Alvarado, es otra de las estudiantes destacadas este año. Ella estudia Gestión Ambiental, y, a sus 21 años, ya figura como activista por el medio ambiente. Parte de su práctica profesional la realiza en el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET), de la UNA, donde intenta mejorar la gestión de los envases vacíos de los agroquímicos.
“Cuando se habla de daños por agroquímicos mucha gente piensa solo en el químico en sí mismo, pero una vez que se utiliza deja residuos que no se pueden desechar como cualquier otro, y a los que se les debe dar un trato especial”, aseguró Mejía.
Además de eso, ella es voluntaria en el programa Gente y Fauna, que trabaja con pequeños artesanos y productores. Uno de los objetivos de esta iniciativa es promover la respetuosa convivencia entre pobladores y felinos.
Otro de los homenajeados es Jordan Fajardo Ocampo, quien comenzó a estudiar Pedagogía sin estar muy seguro. Sin embargo, cuenta que no pasó mucho tiempo para que se enamorara de su carrera ya que en el primer semestre de estudios fue de gira a Los Chiles (Alajuela) y esa experiencia lo marcó por completo.
“Ahí fue donde vi por primera vez cómo se ponía en práctica toda la teoría que veíamos en clases. Ahora Los Chiles es como mi segunda casa, voy ahí todos los meses desde hace casi tres años y medio. Trabajo en un proyecto social en las comunidades de Puerto Cortés, El Cachito, San Gerardo e Isla Chica. Las necesidades en esas partes son diferentes, hay lugares donde no llega el agua potable y es algo en lo que hay que trabajar”, señaló Fajardo.
Este joven también tiene un emprendimiento llamado “Mercurio Verde”, donde recicla latas, las pinta y en ellas siembra las conocidas plantas suculentas. De esa forma ayuda al medio ambiente.
Además, participa de un proyecto para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la calle en la Gran Área Metropolitana.
Por último está Julio César Barahona González, quien practica el boxeo desde que estaba en el colegio, participó varias veces en Juegos Nacionales y en la actualidad también ayuda con la formación de niños y jóvenes en este deporte.
Originario de la comunidad de Buenos Aires en Upala, Barahona estudia Administración de Empresas en la sede Chorotega, en Liberia, Guanacaste, donde ofrece orientación en temas de administración a la comunidad.
“La carrera la escogí porque salí de un colegio técnico y estudié Contabilidad, ya eso me hizo afianzarme más en lo que quería como carrera. Lo que me gusta es decirle a la gente que no importa la profesión que escojan, con mucho esfuerzo van a poder lograr cosas muy buenas y ayudar a muchos”, concluyó el muchacho.