Boca Arenal, San Carlos. Durante un siglo entre candelas, canfín y leña, Pedro Nolasco Carrillo, de 101 años de edad, vivió casi a oscuras, sin lamentarse por la falta de un bombillo que iluminara su casa.
Apenas en enero pasado este agricultor de la zona norte conoció la electricidad. Es campesino, de esos que salen de madrugada, chonete en mano, a trabajar la tierra.
¿Cómo fue para él que la luz eléctrica invadiera su finca, 129 años después de que Costa Rica estrenó su primera planta de generación?
La electricidad llegó en enero de este año, mediante la cooperativa de San Carlos Coopelesca, que hizo toda la instlación, con una inversión de unos ¢34 millones.
“Ni sabía qué era un bombillo ni me imaginaba cómo funcionaba. Nunca me hizo falta, pero la luz llegó en el momento preciso, como mágico el asunto. Ahora estoy viejo y la luz me sirve para ver si anda una culebra o una rata cerca de la cama”, narró Carrillo.
En su casa hay un único bombillo y la luz se cuela entre las piezas de madera de la vivienda. Por mes, don Pedro paga unos ¢3.700 de recibo de luz, que logra ajustar con el trabajo de su hija Leonarda Amada y su nieto Mauricio, quienes también se dedican al campo.
Pese a que hace ocho meses tiene electricidad, la cocina seguirá siendo de leña: la que calienta el agua para chorrear el café y los comales para preparar el “pintico”.
Según la Encuesta Nacional de Hogares (2012), 94.000 familias aún cocinan con leña en el país. Además, unas 19.000 viviendas no tienen servicio eléctrico, la mayoría ubicadas en las regiones Brunca y la Huetar Atlántica.
“No me puede faltar el arrocito y los frijoles. Para durar, lo único que hay que hacer es no morirse, comer bien, ser agradecido con la vida, con Dios y no hacerle daño a nadie”, dijo Carrillo entre risas.
Con baterías. En el sillón, con radio en mano y cerca de la oreja, llegan las noticias y los programas deportivos que no puede perderse.
“ Me encanta el fútbol. Si hay un partido importante, no me acuesto hasta oírlo completo. Con la radio uno se imagina todo. Eso es lo bonito”, relató Carrillo, quien aún prefiere usar el aparato con baterías.
Ese radio negro, marca Phillips, lo compró hace 40 años con un ahorro familiar de ¢120.
“Sembramos matas de piña, las íbamos a vender y fuimos ahorrando para juntar los colones. Esa radio y yo somos uno. ¿Para qué va a pedir uno un televisor? Ya con la luz, Dios nos ha dado mucho”, dijo.
En lo que sí sabe que utilizará la electricidad es en la decoración del portal de diciembre. “Qué bonito se va a ver el portal. ¿Se imagina? Yo es que nunca he renegado de nada. ¡Qué vaina molestar tanto! Si por mí fuera, vivo 100 años más. Estoy agradecido con la vida”.
Con el centenar de años acomoentre canas y arrugas, ha visitado la capital dos veces, de paso hacia la basílica de los Ángeles en Cartago. Para él lasc iudades son sitios cargados de luz y vida complicada.
“La ciudad está llena de gente con estrés, que sufre mucho. Son ellos mismos los que se meten esa cosa del estrés en la cabeza; eso ni existe”, aseguró.
Después de un siglo, don Pedro vivió para contar el cambio de cuando conoció al tal bombillo, que también daba luz. “No sabía ni qué era. Es como el sol... pero de noche”, describió.